Adriano Mancini, un mafioso de Sicilia, dueño de varios casinos, frío y despiadado, le hará una propuesta a Alice, una bella joven que acaba de entrar en uno de sus casinos para ayudar a su hermano que ha contraído una elevada deuda de juego.
Alice tendrá que elegir, o firma el contrato de matrimonio, o su único hermano muere.
El sueño de Adriano es ser padre, pero quiere una mujer pura, que dé a luz a su hijo, con un pasado que no le gusta recordar, se niega a volver a amar a una mujer, pero será imposible luchar contra el amor que sentirá por Alice, su esposa por contrato.
Una historia de amor de un gángster con un corazón tan frío como el hielo, que acabará derritiéndose por su mujer que para él, sólo era un contrato.
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El reencuentro...
Alice sube a su habitación, se ducha, se cambia de ropa y se va, Bernadette la mira vestida y pregunta:
-¿Todavía vas a volver, cariño?
-Sí, abuela, elegí quedarme, para darle una oportunidad a Adriano -dijo Alice.
-Estoy feliz con tu elección. -Mi nieto es un buen hombre, sólo necesita una mujer como tú para cambiar su vida-dijo Bernadette.
Adriano sube las escaleras y ve a su mujer con su abuela y dice:
-Abuela, tengo que salir con Alice ahora.
-¿Y yo también tengo que ir?
-No, es que le estás quitando tiempo a Alice -dijo-.
-Nieto desagradecido, yo no le quito el tiempo a nadie, tú solo quieres todo a tu tiempo- dijo ella yéndose hacia su habitación.
-Deberías disculparte con tu abuela -dijo Alice.
-No te preocupes, luego hablaré con ella -dijo.
Los dos se suben al coche y se dirigen en silencio al hospital, al cabo de unos minutos, los dos ya estaban esperando a que les llamaran al oncólogo.
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Mientras tanto, en el piso de Eugenia...
Estaba tomando su café matutino cuando alguien toca el timbre.
-¡Buenos días! -Habló Massimo.
-¿Qué haces aquí? -preguntó.
-¿No puedo acudir a ti, sólo porque eres mi secretaria?
-Massimo, soy tu empleada sólo en el trabajo, parece que no sabes la diferencia entre jefe y amigo- dijo ella.
-Pensé que eras mi amigo- -dijo.
-Soy la amiga de Alice, tu solo eres un empleado, no confundas las cosas, por favor- dijo.
-¿No me invitas a pasar? -preguntó.
-Ni hablar, ¿crees que soy la pura inocencia en persona? Sólo si voy en otra vida, porque en ésta sé lo que quieres, vete a tu mansión, báñate para quitarte ese olor a alcohol, la próxima vez que bebas, recuerda dónde vives- dijo ella.
-Estoy sufriendo Eugenia, necesito que me dejes entrar, que seas mi amiga al menos por unos minutos, no tengo con quien hablar -dijo.
-Está bien, Massimo, pero si crees que me voy a tragar tus gilipolleces, ya puedes prepararte, porque me estoy haciendo mayor y no soy tonta -dijo ella.
Massimo entra y se quita la chaqueta y la corbata y se tumba en el sofá y dice:
-Mi madre se está muriendo y mi padre está sufriendo mucho, no puedo ni mirarlo, no sé qué hacer.
-La bebida no es la solución, necesitas estar al lado de tu madre en este momento, luego puede ser demasiado tarde.
Eugenia toma una taza de café, se la da a Massimo y le dice:
-Bebe todo, voy a por una toalla y te duchas, luego tienes que salir de aquí e ir al hospital, donde está tu madre, ¿de acuerdo?
-¡Combinado!
Eugenia llama al chófer de su jefe y le pide que le lleve a su domicilio un traje y ropa interior de su jefe.
Massimo termina su café y se dirige directamente al baño, ya con la toalla que le entrega Eugenia.
Unos minutos después...
Suena el timbre de la puerta de Eugenia y ella responde inmediatamente, creyendo que es el conductor.
-¡Buenos días! ¿Me has echado de menos? - preguntó Lorenzo con una cesta en la mano, llena de dulces, croissant, quesos, pasteles, zumos y algo de fruta, todo para un delicioso desayuno, en esa cesta.
-Creo que has sentido la mía, si no, ni siquiera habrías venido aquí -dijo ella, mirando la cesta.
-¿Dónde puedo dejar esta cesta? -preguntó.
-Ponlo en la mesa- dijo.
Lorenzo entra y lo pone sobre la mesa, luego mira una chaqueta que estaba sobre el sofá y pregunta:
-¿Hay alguien aquí contigo? -preguntó, irritado.
Lorenzo estaba poseído por los celos y Eugenia, sin preocuparse por su pregunta, estaba comiendo algunos artículos de la cesta que le había traído.
-¿No me vas a contestar?
-¿Qué quieres saber? -preguntó ella, sosteniendo un trozo de pastel de chocolate.
Lorenzo coge el traje de Massimo y le pregunta:
- ¿De quién es este traje?
-¿Quieres un trozo del pastel? -preguntó.
-Eugenia deja de darme cuerda, de quién es este traje, espero que sea de tu padre o de un hermano- habló, mientras se tocaba la barbilla.
-Es mío -dijo Massimo, apareciendo sólo con una toalla que le cubría de la cintura a la rodilla.
-¿Te has acostado con Massimo Eugenia?
Eugenia tiró de la mano que tenía en la barbilla, se levantó y dijo:
-Puedes tomar tu cesta de comida y salir de aquí ahora.
-No me voy hasta que me respondas, perra.
Sigue...