Roxana: La Bastarda

Mientras Roxana y Magnus estaban en el palacio el archiduque se encontraba junto con el mayordomo haciéndose cargo de los últimos detalles. Habían conseguido una carta por parte del templo donde confirman que había necesitado usar el poder divino para curar las heridas "profundas" qué había sido resultantes del intento de homicidio de parte de la emperatriz hacia Gian.

El poder divino era un método de curación al qué solo la familia real o nobles importantes podían acceder debido a los pocos que poseen esta "bendición".

“Esto será suficiente”. Dijo el archiduque limpiando la sangre que había salpicado su rostro. Habían matado al sacerdote, no podían dejar clavos sueltos.

Las muertes que habían quedado atrás para poder derrocar a la emperatriz estaban siendo cubiertas por el emperador y el príncipe heredero, quienes amenazaron al templo con que perderían su poder y las donaciones. El archiduque era considerado una pieza importante para la política, no podían simplemente mandarlo a la cárcel.

“Roxana ya deje haber llegado a casa, es tarde”. Afirmó el mayordomo que había notado que Gian había empezado a perder el control en su estado animal al devorar el cuerpo del sacerdote.

El archiduque volvió a su forma humana de inmediato y dijo: “¿Estoy bien?”

El mayordomo río, el archiduque había empezado a cuidar más su apariencia desde que Roxana le daba cumplidos.

“Como siempre, señor”. Gian asintió satisfecho mientras observaba su reflejo en su espada, acomodando algunos cabellos sueltos que tenía.

Al llegar al archiducado Gian notó el carruaje de la familia real en frente, ese roba hijas se encontraba con su hija ¡A solas! El archiduque rápidamente tomo su apariencia de lobo y entró rápidamente encontrando a Roxana sentada en el sofá al lado de él.

“¡Papá!”. Roxana corrió a abrazarlo aún en su forma animal, el lobo miraba fijamente al príncipe diciéndole con la mirada "siempre estaré sobre ti", Cassius intentó resistir sus impulsos.

“¿Cómo te fue?”. El mayordomo que venía siguiendo atrás al archiduque entró cansado y sudado mostrando la carta que habían conseguido.

"B-bienvenido su alteza”. Su voz estaba entrecortada mientras tomaba aire, hace tiempo no corría así.

El archiduque tomó su apariencia humana.

“Estás usando los gemelos que te di”. El archiduque seguía mirando al príncipe, seguramente a él no le habían regalado nada.

"Mira, hasta su salario en mí", el príncipe había perdido la batalla y la guerra si es que se podía volver a atacar.

“Saludos a su alteza, el pequeño sol de este imperio”. El príncipe lo miraba como "¿Es en serio? ¿Después de humillarme?", para el archiduque esta era una mejor sensación que ganar la guerra. Había humillado al que le quería robar a su hija.

“Saludos, archiduque”. Dijo el príncipe, su sonrisa se notaba que estaba siendo forzada. Roxana qué no había sido testigo de las miradas qué compartían estaba confundida.

"¿Se quedará a cenar, su majestad?” Le preguntó el mayordomo al príncipe.

“S-No”. Lo interrumpió el archiduque, Roxana y el mayordomo lo miraban como" ¿Qué está pasando?"

“Es mejor que esté en el palacio, no sabemos que podría hacer la emperatriz.” Se justificó rápidamente el archiduque mientras se dirigía hacia la puerta, abriéndola.

“Permítame, su majestad”. El príncipe no sabía como reaccionar, es la primera vez que lo rechazaban tan directamente. Solo quedaba irse.

“Nos veremos mañana en el juicio”. Roxana le sonrió, él tomó su mano y la besó.

“Ya hay mucha confianza, deberían tener cierta distancia por seguridad. Su relación es medico-paciente”. Gian jaló a Cassius hasta la puerta. Roxana río, era el único que podía tratar a la realeza con tanta libertad en todo el imperio.

“Puede ser el príncipe heredero y todo pero no me agrada”. Magnus y el mayordomo ya cansados solo suspiraron, él realmente nunca iba a aprender.