Ansel y Emmett han sido amigos desde la infancia, compartiendo risas, aventuras y secretos. Sin embargo, lo que comenzó como una amistad inquebrantable se convierte en un laberinto emocional cuando Ansel comienza a ver a Emmett de una manera diferente. Atrapado entre el deseo de proteger su amistad y los nuevos sentimientos que lo consumen, Ansel lucha por mantener las apariencias mientras su corazón lo traiciona a cada paso.
Por su parte, Emmett sigue siendo el mismo chico encantador y despreocupado, ajeno a la tormenta emocional que se agita en Ansel. Pero a medida que los dos se adentran en una nueva etapa de sus vidas, con la universidad en el horizonte, las barreras que Ansel ha construido comienzan a desmoronarse. Enfrentados a decisiones que podrían cambiarlo todo, ambos deberán confrontar lo que realmente significan el uno para el otro.
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📌Novela Gay.
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Capítulo 21. Traicionado.
...Maratón de 5 capítulos....
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Ansel movía su pierna con impaciencia mientras sus ojos recorrían cada rincón del departamento de Edgar. Habían pasado dos semanas desde aquella última salida, y en todo ese tiempo no se habían visto. Ansel había dejado muy claro, durante una llamada tensa, que no podían seguir manteniendo contacto, pues se lo había prometido a Emmett. Sin embargo, esa misma tarde había recibido un mensaje inesperado de Edgar, pidiéndole que lo visitara porque necesitaba hablar con alguien. El mensaje venía acompañado de una fotografía que mostraba el rostro de Edgar cubierto de hematomas, lo que encendió todas las alarmas en la mente de Ansel.
A pesar de la promesa hecha a Emmett, Ansel no pudo ignorar la angustia que sentía al ver la imagen. Le preocupaba Edgar, más de lo que estaba dispuesto a admitir, incluso a sí mismo. No confiaba del todo en las palabras de Emmett; su amigo era capaz de inventar cualquier excusa con tal de alejarlo de Edgar, y aunque Ansel había accedido a sus deseos, ahora se encontraba ante un dilema que no podía simplemente ignorar. Después de todo, Edgar había llegado a ser alguien importante para él, aunque nunca lo hubiera expresado abiertamente.
—Aquí tienes —la voz de Edgar lo sacó de sus pensamientos. Edgar le entregaba un vaso de agua mientras se acomodaba en el sofá junto a él, recostándose contra el respaldo con una actitud relajada. Ansel tomó un sorbo, pero no podía evitar sentirse incómodo bajo la intensa mirada de Edgar. Más incómodo aún porque Edgar no estaba completamente vestido, y su torso desnudo, cubierto de moretones, se encontraba demasiado cerca para el confort de Ansel.
—¿Qué te pasó en la cara? —preguntó Ansel, dejando el vaso sobre la mesita de café, antes de girarse para observar mejor a Edgar.
—Una pelea en un bar —respondió Edgar, como si no tuviera importancia alguna. Se incorporó levemente, eliminando la distancia entre ellos. Apenas medio metro los separaba, y los ojos de Edgar no dejaban de buscar los de Ansel, atrapándolo en un incómodo juego de miradas. Ansel quiso apartar la vista, pero antes de poder hacerlo, Edgar lo tomó suavemente de la barbilla, acercándose peligrosamente.
—¿Qué estás haciendo? —Ansel intentó zafarse de su agarre, la tensión palpable en su voz—. Te dije que no continuaríamos con esto.
—¿Por qué no? —respondió Edgar, sin apartar la mano que sostenía su barbilla, mientras su otra mano se deslizaba detrás del cuello de Ansel, acercándolo aún más, hasta que apenas quedaban unos centímetros entre ellos—. ¿Es por el idiota de tu amigo? —Ansel apartó la mirada, pero no pudo moverse del todo—. Oh, ¿qué te ha dicho? ¿Que soy una mala persona? ¿Que no tengo buenas intenciones contigo? —Edgar sonrió de forma irónica al ver el ligero asentimiento de Ansel—. Pero no te explicó por qué, ¿verdad?
Ansel tragó saliva, tratando de contener el nudo en su garganta. Las palabras de Emmett resonaban en su mente, pero había algo en la presencia de Edgar que lo hacía cuestionar todo.
—Emmett es mi mejor amigo —respondió finalmente—. Es la persona que amo. No tengo por qué desconfiar de él. Además, tú y yo apenas nos conocemos. —La voz de Ansel temblaba levemente, y Edgar lo notó. Lentamente, soltó su barbilla, aunque no retrocedió del todo.
—Ansel, eres tan fácil de manipular —susurró Edgar, su tono lleno de una mezcla de lástima y frustración—. Ese tipo ni siquiera quiere darle un nombre a su relación contigo. Solo te utiliza para satisfacer sus deseos, ¿me equivoco? —El silencio de Ansel fue más elocuente que cualquier respuesta verbal. En lo más profundo, también lo había pensado—. Emmett no es más que un narcisista ególatra que no soporta la idea de que te acerques a alguien más, pero él sí puede estar con quien le plazca.
La mente de Ansel comenzó a trabajar a toda velocidad, y una oleada de confusión y duda lo envolvió. Su rostro se volvió pálido, y apretó sus manos contra sus piernas, tratando de mantener el control. No quería creer en las palabras de Edgar, pero algo dentro de él comenzó a quebrarse.
—Él me lo hubiera dicho —murmuró después de varios minutos de silencio, casi como si intentara convencerse a sí mismo. Pero la risa de Edgar, llena de burla, lo sacó de sus pensamientos.
—Confías demasiado en él, y ese es tu mayor defecto —dijo Edgar, mientras tomaba su teléfono. Después de desbloquear la pantalla, lo acercó a Ansel—. ¿Sorprendido?
Ansel tomó el celular, estupefacto, sintiendo cómo sus manos comenzaban a temblar. Sus ojos se llenaron de lágrimas al ver la imagen. Emmett lo había engañado.
—¿Cuándo tomaste esta foto? —preguntó Ansel con la voz entrecortada, incapaz de apartar la vista del teléfono. Era una fotografía clara, innegable. Emmett abrazaba a Tony, su “nuevo amigo”, de una manera que no dejaba lugar a dudas.
—Ayer. Pasaba por ahí y me pareció interesante capturar el momento.
El día anterior, Emmett le había dicho que iba a pasar la tarde con sus padres. Incluso habían hecho planes para escapar el fin de semana a algún lugar cercano. "Voy a salir con mis padres, pero te veré en la noche", había dicho Emmett sin titubear. Ansel no había sospechado nada, pero ahora todo se desmoronaba ante sus ojos. Mientras él pensaba que Emmett estaba con su familia, en realidad estaba abrazando a Tony en público.
—Tal vez no estén saliendo oficialmente, pero te aseguro que ellos no son solo amigos —Edgar le quitó el teléfono a Ansel y volvió a tomar su rostro entre las manos, limpiando las lágrimas que comenzaban a rodar por sus mejillas—. No llores. Alguien que pide exclusividad pero no está dispuesto a ofrecerla no merece tus lágrimas.
—Confié en él —sollozó Ansel, su voz rota por el dolor. Se había alejado de Edgar solo para complacer a Emmett, y ahora todo parecía una cruel traición.
—Lo siento, no quería hacerte llorar —dijo Edgar en un tono suave, sus dedos secando las lágrimas del rostro de Ansel—. Quizá no debí mostrarte esa fotografía, o mejor aún, no debí haberla tomado en primer lugar.
—No es tu culpa —respondió Ansel, tratando de recobrar la compostura—. Prefiero enterarme ahora antes de seguir alimentando una ilusión. —Inspiró profundamente y luego, en un gesto inesperado, fue él quien tomó el rostro de Edgar entre sus manos—. Gracias por decírmelo, así no me veré tan estúpido como Emmett cree que soy.
—Está bien —murmuró Edgar, sonriendo ligeramente—. Y dime, ¿qué piensas hacer ahora?
Ansel se quedó en silencio por un momento, su mente aún procesando todo lo que había descubierto. Finalmente, sus ojos se endurecieron con determinación.
—Voy a ver hasta dónde llega su hipocresía. Por el momento, le seguiré el juego —respondió, en voz baja pero firme. Edgar asintió, entendiendo la decisión de Ansel.
—¿Y conmigo? —preguntó Edgar, acercándose un poco más y colocando una mano en la parte baja de la cintura de Ansel.
—Lo que tú quieras —susurró Ansel, su mirada atrapada por la de Edgar.
Satisfecho con la respuesta, Edgar sonrió y se inclinó hacia él, besándolo con intensidad. Ansel rodeó su cuello con los brazos, dejándose llevar. Los besos de Edgar no poseían la calidez de los de Emmett, pero servían para apagar, aunque fuera momentáneamente, el dolor que sentía.
Toda su mente era un torbellino de emociones y pensamientos contradictorios. A pesar del caos interno, Ansel intentó enfocarse en los besos que Edgar le daba. Cada caricia, aunque distante de lo que había sentido con Emmett, le ayudaba a silenciar, aunque fuera por un momento, las dudas y la confusión que lo consumían. El dolor, la traición y los celos bullían en su pecho, pero también una extraña necesidad de venganza lo mantenía quieto. Decidió dejar de luchar contra sus impulsos de huir; lo único que lo anclaba allí era la imagen de Emmett abrazando a Tony. Esa imagen lo quemaba por dentro, pero también le servía como escudo, una forma de reducir la culpa que comenzaba a asomarse en su mente. Se decía a sí mismo que si Emmett podía traicionarlo, él también tenía derecho a hacerlo.
Con una mezcla de rabia y resignación, Ansel se recostó obedientemente en el sofá, permitiendo que Edgar lo desnudara sin resistencia. Cada prenda que caía al suelo era como un trozo de su propio orgullo que se desmoronaba, pero no dijo nada. Sus manos temblorosas acariciaban el torso de Edgar con vacilación, como si temiera borrar de su memoria el tacto que tanto había llegado a asociar con Emmett. Los dedos que ahora rozaban la piel de Edgar parecían ajenos, como si su cuerpo actuara por inercia mientras su corazón seguía luchando por comprender la traición.
Cuando los labios de Edgar empezaron a deslizarse por su piel, Ansel cerró los ojos, tratando de ignorar las diferencias que sentía. No había en esos besos el mismo calor ni la misma ternura que solía sentir con Emmett, pero al mismo tiempo, eso era lo que más lo tranquilizaba. De algún modo, la frialdad y la desesperación de ese momento lo ayudaban a desconectarse, a olvidar por un instante la profundidad de su dolor. Cada caricia era una oportunidad para sumergirse más en el olvido temporal que Edgar le ofrecía. Era un escape fugaz, una forma de anestesiar el sufrimiento que lo devoraba por dentro.
Estaba enfadado. Estaba furioso, celoso y, sobre todo, se sentía utilizado. Los recuerdos de todas las veces que confió en Emmett, de todas las promesas tácitas que se hicieron, se desmoronaban una tras otra en su mente. Pero al mismo tiempo, una parte de él, la más herida y vulnerable, no quería olvidarse de Emmett sin antes descubrir cuántas mentiras más le había dicho a la cara. Había algo en él que aún ansiaba saber la verdad, aunque esa verdad pudiera romperlo por completo.
Sin embargo, mientras se abandonaba al deseo momentáneo, también sabía que no podía engañarse del todo. Estar con Edgar no era más que un parche, una herida mal cerrada. Por ahora, solo quería olvidar, aunque fuera por un instante, el dolor de saberse traicionado.
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Ya no quiero escribir esto .·´¯`(>▂<)´¯`·.
Ansel ya me cayó mal, Emmett no se explica y Edgar es un klero ಥ_ಥ
Yo puedo aceptar cualquier cosa en los protas, pero la infidelidad (aunque aquí no son novios aún) es algo que no tolero, no sé ni porque lo estoy escribiendo (。•́︿•̀。)
Todo se va a aclarar y espero no demorar mucho en ello, por mí bien mental. Ya no estoy soportando (っ˘̩╭╮˘̩)っ
Bueno, dejen sus comentarios, nos leemos pronto.