Kozłowski

—¿Sabes como vestirte para la cena? — se escucha a través del teléfono una voz conocida.

—¿Cómo diablos tienes mi número?— le pregunta de forma grosera. Ya había agarrado confianza con James, parecían conocerse hace años por su forma de tratarse.

—Eh.... Magia. Bueno, como te decía: ¿Ya tienes ropa para ponerte? Es una cena formal hasta que tomen alcohol y anden fumando algo de paso... Por cierto, ¿Ya tienes alguna reservación?

—Thomas ya la hizo en un restaurante francés, Roseausjome o algo así.— pronuncia el nombre horriblemente, no se acuerda como se llamaba, pero más o menos lograba asemejarse al nombre original.

—Épico tu Inglés.— menciona con sarcasmo, aplaudiendo para darle más fuerza a su expresión.

—Es francés.

—Ah.

—Debe ser muy caro para ti.

Richard voltea y mira hacia un auto estacionado al lado de él. Se baja la ventana y aparece el tan conocido rubio finalizando la llamada.

—Toma este fajo.— le entrega un fajo de billetes que sacó de su bolsillo como si fueran monedas. Con la poca importancia que le daba entregar tanto dinero ya podía afirmar que James era demasiado rico, tanto que probablemente se limpiaba el culo con billetes.— Creo que te alcanza para comprar un nuevo traje.

—¿Crees? Esto me alcanza para comprar una casa en Miami.

—No es tanto, sólo que estás acostumbrado a ser pobre. En esa clase de restaurante hasta un vaso de agua vale más que tu piso en este departamento de cuarta.

Luego de escuchar al ricachón hablar, Richard le da un fuerte golpe en la cabeza por ofenderlo.

James toca su cabeza, no siente ningún dolor porque ya está acostumbrado a recibir golpes allí, pero suelta quejidos de dolor falsos.

Pasan los minutos y los dos salen del apartamento para ir de compras, el tiempo se pasaba rápido, pero gracias a los contactos de James todo fue más fácil y rápido. Consiguió un traje de buena marca en el primer local que fueron y también le dio consejos en el camino al restaurante francés de como conseguir la comida a un precio más barato. Lo típico de poner una mosca muerta en la sopa y decir que la había encontrado allí o, más fácil, inventar una excusa y salir del restaurante, dejando a Thomas solo y con la obligación de pagar todo, aunque no podría funcionar del todo bien tomando en cuenta que la razón de la cena era caerle bien al último mencionado.

James lo deja entrar solo al restaurante y desaparece por las calles.

Respira hondo, es la primera vez que sus pies pisaban un restaurante tan elegante como este. Está nervioso, demasiado, se siente muy extraño al estar rodeado de tantas mesas con gente rica sentada en las sillas y charlando en voz alta como si el restaurante fuera suyo. Los trabajadores también tienen aires de grandeza, aunque hay algunas excepciones, algunos mozos tienen ganas de matarse allí mismo.

Mira en frente suyo la recepción, se acerca a pasos lentos, tratando con mucho cuidado de no perder el equilibrio y caerse por su suerte de mierda.

—¿Nombre?— le pregunta el un hombre que revisa una lista de notas en su mano donde tenía cada nombre.

—Vengo en nombre de Thomas Peterson. Yo soy su acompañante.— era más que obvio que Thomas lo había puesto como un acompañante, literalmente, sin poner su apellido ni su nombre porque no se acordaba.

—Oh, claro. Pase a la mesa dos.

"¿Cuál es la mesa dos?" Se pregunta a él mismo, mirando los números de cada mesa, debería de estar cerca de la segunda, pero tantas mesas llenas de gente lo mareaban y lo hacían sentir nervioso y con incapacidad de encontrar su maldita mesa. Da unos pasos alejándose de la recepción y se topa con la gran cantidad de mesas, mira con rapidez cada una y de pura suerte logra ver ya a Thomas de espaldas sentado en una mesa mientras fumaba un cigarrillo.

Toma un asiento en frente de su compañero de trabajo y lo ve fumar su cigarrillo de tabaco, esperando a que le dirigiera alguna palabra.

—Así que llegaste, no me lo esperaba.— sonríe con felicidad, contrarrestando su tono de burla y amabilidad. La mezcla de tono que tenía Thomas era confuso, no podía saber cuáles eran sus verdaderas intenciones al hablar.

—Sí, a mí también me impresiona que te haya invitado a ti a cenar y que además haya venido para verte la cara por más de una hora.— mira los ojos color océano de Thomas abrirse con sorpresa. "¿Sonó muy grosero?" Se pregunta, quizás se había excedido, pero tampoco le había dicho algo peor.

Las carcajadas roncas salen de la boca del de cigarrillo en mano. Esa risa resonante, media ahogada, ronca y alargada parecía ser muy común en los ricos. Todos en el restaurante reían de esa forma extraña.

Recuerda las carcajadas de James, no se parecían en nada a las de los ricachones del restaurante. James tenía voz de chihuahua cuando reía borracho, y cuando estaba sobrio reía como morsa, nada parecido a la risa de los demás de gran rango.

—Eres muy gracioso cuando quieres, polaco.— se limpia una lágrima que salió de su ojo, no fue por las risas, fue por el humo del cigarrillo que le entró directamente a su ojo junto a otros humos de distintos cigarrillos que fumaba el resto de personas en el restaurante.

El olor a humo podía tolerarlo, pero debe de admitir que a veces le daban ganas de toser con tanto humo entrando por sus pulmones.