Rafaela Cameron era hija del mayordomo y la cocinera de los señores, seducida por el hijo mayor, Matheus, se entregó completamente. El joven CEO la expulsó de su casa cuando ella llegó diciéndole que estaba embarazada de dos hijos suyos, él se negó a reconocerlos, diciendo que ella solo estaba intentando hacer el famoso golpe del vientre. Hoy, Rafaela trabaja en una de las empresas rivales de la suya, tiene un cargo digno y cría a sus hijos lejos de aquel que debería ser el padre. Matheus, aún de lejos y negándose a seguir la vida de sus hijos de cerca, siempre está al tanto de cada detalle de aquellos que ya heredan todo lo que es suyo. Una evaluación médica fue suficiente para que un corazón de madre dejara de lado la promesa hecha un día y se humillara a los pies del padre de sus hijos, ¿será esta la oportunidad para que Matheus rogue perdón por lo que hizo en el pasado?
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Capítulo 13
RAFAELA...
Ayer cuando regresé de la escuela, llevé a Flavinha e Igor a pasar tiempo con Pedro, se puso tan contento que hasta me calentó el pecho. Ahora estoy de camino a buscarlo al hospital, mis padres se quedarán con Ana mientras no regreso.
— Ya vuelvo, hija. Solo voy a buscar a tu hermano.
— Está bien, mamá.
Continúo hacia el hospital y después de que Natan me dio todas las recomendaciones necesarias, Pedro fue dado de alta.
— No dudes en llamarme si siente algo. Y recuerda, nada de correr, ni alimentos procesados, llenos de grasas.
— ¿Ni papas fritas, tío?
— No, pequeño, lamentablemente no. Debes mantener una dieta ligera y saludable para no empeorar tu condición. Falta poco para que te recuperes completamente y puedas volver a casa, por eso debes comer solo esas cosas que no te gustan.
— Está bien... Hasta el lunes, tío Nat.
— Hasta entonces, cuídate, campeón.
Se dan un choque de manos, y salimos del hospital. Llevo a Pedro en brazos hasta el coche, y cuando llegamos a casa, Ana estaba en el sofá con mis padres.
— Pedritoooo — Ana corre para abrazar a su hermano, pero al acercarse, lo abraza con cuidado — ya te extrañaba.
— Yo también. Hola abuela, hola abuelo.
— Hola, mi nieto favorito — dice mi madre, aunque solo tenga dos nietos.
— Soy el único varón, abuela.
— Lo sé, cariño. Por eso eres mi favorito.
Mi padre se acerca, lo toma en brazos y lo lleva al sofá. Voy a la cocina y preparo su desayuno, leche y frutas frescas, también traigo para Ana, aunque ya haya desayunado. Nos quedamos disfrutando nuestro momento en familia, y por la tarde, mi hermana y Brenda vinieron a visitarnos.
Por la noche, cuando ya estaba acomodando a los mellizos en la cama, Pedro me llamó en voz baja.
— Dime, hijo — me agacho cerca de su cama.
— ¿Papá vendrá a vernos? — respiro hondo antes de responder.
— No lo sé... Pero le dije que podía venir a visitarlos...
— ¿Quién mamá? — me pregunta Ana desde su cama.
— Nuestro papá, Ana. Aquel señor que me visitó en el hospital... Él no es el tío Teteu, es nuestro papá, ¿verdad mamá?
— Sí, hijo. Él es su papá.
— ¿De verdad, mamá? ¿El tío Teteu es nuestro papá? — exclama casi saltando en la cama — ¡yupi!
Sonrío ante la alegría de Ana. Les termino de contar una historia y me retiro a mi habitación, me recuesto en la cama y solo entonces abro mis redes sociales, que uso poco y últimamente aún menos.
Veo que Matheus empezó a seguirme y también le gustaron casi todas mis publicaciones. Entro en su perfil y no encuentro ni rastro de su prometida, lo cual me parece extraño. Matheus tiene muchos seguidores en Instagram, bastantes más que mi perfil, que solo tiene algunos conocidos.
Tiene pocas fotos y en las que hay, los comentarios van desde los comunes "guapo" hasta los más descabellados como invitaciones a llevarlas a la cama, lo cual me repugna. Siempre desactivo la opción de comentarios, precisamente por ese motivo, los comentarios fuera de lugar.
Me quedo dormida unos minutos después de seguir a Matheus. Al día siguiente al despertar, tengo un mensaje de él pidiendo mi dirección, ya que quiere venir a ver a los niños. Le paso la información completa y me levanto a asearme.
— Dios mío, dame paciencia y sabiduría para aguantar a Matheus en mi casa.
Bajo a la cocina y encuentro a mi madre terminando de preparar el desayuno, ya que tanto ella como mi padre se quedaron a dormir esa noche.
— Buenos días, querida — dice ella cuando le doy un beso en la mejilla.
— Buenos días, mamá.
— ¿Todo bien?
— Matheus vendrá a ver a los niños. ¿Pueden quedarse un poco más aquí?
— Ay, hija... Claro que nos quedamos. ¿A qué hora vienen los amigos de los mellizos?
— Por la tarde, solo los más cercanos, Flávia, Igor, Henrique y Luana. Son prácticamente inseparables.
— Es cierto. Bien, el desayuno ya está listo. ¿Vas a despertarlos? — niego con la cabeza y comienzo a comer.
La mañana transcurrió rápida, ligera y al mismo tiempo... tensa. Los niños preguntaron por Matheus tan pronto como se despertaron, lo que provocó de su parte, una gran celebración al escuchar mi respuesta. Después del almuerzo, bañé a ambos y los vestí. Sus amigos llegarían entre las 2 y las 3 de la tarde, mientras que Matheus... podría llegar en cualquier momento y eso me ponía muy tensa.
— Mamá, ¿papá todavía tardará en llegar? — preguntó Ana por enésima vez, mi padre estaba en el jardín y no la escuchó, pero justo cuando llegó a la sala, sonó el timbre de la puerta.
— Yo abro, querida — él fue a abrir la puerta y cuando lo hizo solo escuché a mi padre preguntar con enfado — ¿tú? ¿Qué haces aquí?