Mujer Guerrera .

Las chicas fueron encerradas en un refugio abandonado a las afueras de Las Vegas. En el desierto, tenían 2 días en ese lugar. Ellas estaban mojadas, en el día hacía calor, pero en la noche la tortura era fría.

Lorena: chicas, me es... to... toy con... Gela, la la lando.

Sara: chicas, aguanten un poco. Vamos a juntarnos para aumentar el calor corporal.

- ¿Necesitan ayuda?

Laura: pudrete, imbécil.

- Veamos qué tan rudas son.

El hombre desconocido les lanzó agua y estas temblaban del frío.

- Señor, ¿por qué no las obliga a acostarse con usted?

- Porque quiero que lo pidan y se conviertan en mis sumisas. Además, no soy un violador.

En ese instante llega otro hombre al lugar.

- Señor, el mexicano dice que vendrá por nueva mercancía en 1 semana. Quiere lo mejor de lo mejor.

- Dile que está bien.

- ¿Señor, le venderá a estas?

- No seas idiota, ellas son mías.

Mientras tanto, en Las Vegas.

Tomás: señor, ya hemos buscado por todas partes y no están.

Ezequiel: ¡Mierda! ¿Qué podemos hacer? Ya van 2 días y aún nada.

Dominic: si fuera secuestro por dinero, ya habrían pedido rescate.

Alberto: tranquilos, hijos. Todos estamos investigando.

Los chicos tenían ojeras y estaban empezando a adelgazar. Todos investigaban y no encontraban ningún indicio.

Javier (jefe de seguridad de Rubén): señor, hemos encontrado una pista.

Laura: chicas, ¿qué hacemos? Debemos buscar cómo escapar.

Lorena: yo no puedo más, chicas.

Naty: yo tengo un plan, pero no sé si les va a gustar.

Naty: debemos ganarnos a ese hombre.

Sara: de eso me encargaré yo, chicas.

Lorena: pero, Sara, ¿qué dirá mi hermano?

Sara: Ezequiel tendrá que entender, y si no, tendrá que superarme. Mi vida también vale.

Sara y las chicas dejaban de quejarse para que aquel hombre pensara que está obteniendo resultados.

Pero un día, Sara, al ver que el hombre entra, le pidió que por favor les diera ropa limpia y seca, además de comida, y ella estaría agradecida. Su objetivo era coquetearle y que este cayera como ratón al queso.

Está bien, mamacita, pero esta noche serás mi mujer y luego ellas.

Sara: no sólo yo, es que no quiero compartir lo mío. Sara no quería que sus amigas sufrieran. Sara le partiría su alma al ver que sus amigas sufren, preferiría ser ella la que pague las consecuencias. Aquel hombre era hermoso, pero no provocaba en Sara ni la mínima atracción.

Quiero que saquen a esta de aquí, bañenla y vistanla como a mí me gusta, preparenla bien y llévenla a mi cuarto.

El hombre acorrala a Sara en la pared. Sara tiene nervios por lo que hará, pero no cambiará de opinión. Ya verás, mamacita, que... Se le acerca al oído y le dice, te haré sentir tanto placer que querrás ser mi sumisa 😎.

Sara sale a prepararse y el hombre ordena que le den a las demás ropa limpia y seca, que las alimenten y les lleven colchones secos, ya que los que tenía estaban mojados por las veces que las mojaban. A Sara la prepararon y le colocaron una lencería roja. Sara temblaba, pero aún seguía decidida. Fue llevada al cuarto del hombre y este la esperaba muy cómodo. Tenía un boxer rojo ajustado a su cuerpo. Ese hombre tenía un cuerpo deseable y entre sus piernas tenía un amigazo. Este, al ver a Sara, se levantó y la miró de arriba a abajo. Sin duda, Sara era hermosa. Vaya, vaya, señorita, no sabía que debajo de aquellas ropas sucias se esconde una diosa.

Sara no contestaba. Este se le acercó y la empezó a besar. Él la tomó de la cintura mientras retrocedía hasta caer ambos en la cama. Sara se monta encima de él y lo sigue besando. El cuerpo de Sara reaccionaba, pero su corazón estaba fracturado y dolía. Sara: (Ezequiel, mi amor, perdóname, te amo con todo mi ser) decía en su mente. A Sara le salió una lágrima. Aquella lágrima llevaba todo el dolor que Sara sentía en su pecho, pero no podía retroceder. El hombre toma a Sara con lujuria y la penetra sin piedad. Sara fingía gemir y este se comía el cuento, sintiéndose muy macho el desgraciado. Sara logró pasar sus 5 rondas. Después de la primera, Sara no pudo evitar sentir placer. Ya era de madrugada y aquel hombre se había quedado dormido al lado de Sara. Sara se levanta para ir al baño.

Si piensas escapar, no lo vas a lograr. Recuerda que me perteneces.

Sara: Señor, sólo voy al baño a bañarme. ¿Acaso quieres que me enferme de alguna infección y ya no pueda estar contigo?

Dime, José, y ve. No tardes.

Sara entró en el baño, abrió la regadera y se sentó en el piso con las piernas recogidas y colocó su cabeza en las rodillas. Sara lloraba en silencio, se sentía sucia y miserable. ¿Cómo miraría a su amado después de esto? Ya habían pasado dos meses desde que Sara y las demás fueron secuestradas. Sara fingía que estaba enamorada, las chicas comían bien gracias a eso. Una noche, Sara va a ver a las chicas, ya que Sara dormía con José.

Sara: Hola chicas, ¿cómo están?

Naty: Sara, estamos bien, pero ¿por qué se llevaron a Lorena?

Sara: ¿¡Qué!? ¿Cuándo fue eso?

Laura: Hace media hora.

Sara sale corriendo del lugar y se dirige al dormitorio de José. Este tenía a Lorena amarrada en cuatro patas en la cama y Lorena estaba toda desnuda. Sara tuvo que improvisar para que este no les hiciera daño.

Sara empuja a José alejándolo de Lorena.

Sara: ¿Qué te pasa? Se supone que yo soy tuya -le dice a José-. Luego toma a Lorena por el pelo- No quiero a ninguna perra cerca de mi hombre, desgraciada-. Sara lleva a Lorena por el pelo hacia la celda para no ser descubierta. Lorena gritaba y lloraba. Antes de lanzarla dentro de la celda, le dice algo en el oído.

Sara: Perdóname, Lorena.

Sara cierra la celda y se va del lugar.

Lorena: ¿Por qué Sara hizo eso? 😢

Naty: Tranquila, bella, lo hizo para poder sacarte.

Lorena lloraba mientras que Naty y Laura la consolaban, porque casi fue violada por este hombre. A pesar de que dijo que no era un violador, este no se quedaría conforme con aquel rechazo.

Mientras tanto, en la habitación de José, Sara fingía excitación mientras José la tomaba por los pelos y la penetraba duro. Sara no sentía nada de placer. En su corazón había miedo porque si no llegaba a tiempo, Lorena hubiera sido violada.

Ese hombre estaba convencido de que Sara estaba muy enamorada de él, así que le dio un poco de libertad a Sara en el lugar. Sara caminaba por toda la casa hasta que vio la oportunidad: un teléfono en una mesa. Sara lo toma y marca una llamada. Su corazón latía con tanta fuerza que sentía que moriría.

"Halo... ¿Halo... quién es?" Sara suspira y dice: "Ezequiel, soy yo. Rastrea la llamada rápido". Sara sale corriendo del lugar sin ser vista. Su corazón latía con fuerza. Sara le pedía a Dios que aquella llamada fuera su boleto a la libertad.