Princesa Demonio.

Clarisa se llevó una gran sorpresa cuando unos guardias irrumpieron en su habitación y la tomaron por la fuerza, obligándola a caminar. Confusa, intentó resistirse.

—¿Qué está pasando aquí? ¡¿Por qué me están tomando de la fuerza?! ¡Cuando el emperador se entere, les cortará la cabeza! —exclamó, furiosa.

Los guardias se rieron ante sus amenazas.

—Fue el mismo emperador quien nos dio la orden de sacarla de aquí, señora —respondió uno de ellos con tono burlón.

—Eso no es cierto, mi esposo nunca me haría eso, ¡yo soy el amor de su vida! —replicó Clarisa, negándose a creer lo que estaba sucediendo.

—Por favor, señora, colabore. Esto es una orden directa del emperador —insistió el guardia.

Pero Clarisa no cedió. Forcejeó y gritó, pero los guardias no tuvieron más opción que arrastrarla fuera de la habitación. La llevaron hasta la torre de la ex emperatriz, un lugar de olvidados.

—¿Por qué me traen aquí? ¡A este mugroso lugar donde vivía esa perra de la ex emperatriz! —gritó Clarisa, furiosa.

Uno de los guardias le respondió.

—Este será su lugar de ahora en adelante. Vivirá aquí con la princesa Imperial, como lo ha ordenado el emperador.

Clarisa estaba pálida, incapaz de comprender lo que sucedía. ¿Cómo había pasado esto? Había utilizado la poción que le dio la bruja, pero ahora todo parecía salir mal. Se preguntaba si la bruja se había vengado por los insultos que le había dirigido días antes.

Poco después, los mismos guardias regresaron, esta vez con su hija Pricilla, que también lucía sorprendida.

—¿Qué pasó, mamá? ¿Por qué nos trajo papá a este lugar tan horrible? —preguntó Pricilla, furiosa.

—Te juro que no es mi culpa. Esa maldita bruja me dio una poción que no funcionó. La vacié toda anoche, ¡y estoy segura de que todo fue intencional! —respondió Clarisa, tratando de explicarse.

—¿Cómo crees que la bruja que siempre te ha ayudado iba a hacer esto? —preguntó Pricilla, incrédula.

—La insulté ese día. Le dije que era inútil, y tal vez se vengó de mí —admitió Clarisa, arrepentida.

Pricilla abrió los ojos sorprendida.

—¿Te volviste loca, mamá? ¿Cómo se te ocurre desafiar a una bruja? Mínimo debiste haberte comportado.

—Lo sé, pero estaba furiosa por cómo me usaban —contestó Clarisa.

—¿Y cómo te utilizó ella? —preguntó Pricilla, queriendo entender.

—Me dijo que las gotas eran efectivas, pero no me aseguré de que tú papá las tomara —admitió Clarisa, avergonzada.

—¡Qué torpe! Es obvio que ya no las estaba tomando. Por eso la magia desapareció. Ahora estamos aquí por tu culpa. ¡Haz algo para sacarnos de aquí! —exclamó Pricilla, molesta.

Después de este intercambio, Lila se enteró de lo que sucedía en el palacio. Su espía le informó sobre el caos que Clarisa estaba viviendo, y Lila no pudo evitar reírse.

—Estúpidas, ahora empieza lo bueno. Qué mejor forma de comenzar —pensó Lila, complacida.

El espía le preguntó si necesitaba algo más.

—Por ahora, no mucho. Solo quiero que encuentres a alguien muy chismoso en el pueblo y le cuentes que el emperador ya no soporta a la concubina y que la mandó a vivir a la torre de la ex emperatriz —le ordenó Lila.

—Será un placer, majestad —respondió el espía, haciendo una reverencia.

Antes de que se fuera, Lila le pidió algo más.

—¿Qué pasó con la bruja?

—La mandé a hacerle brujería al diablo —respondió el espía.

Lila sonrió satisfecha.

—Perfecto. Que todo quede como lo pedí. Ahora puedes irte.

Lila observó la noche desde su ventana, cuando Alexis apareció detrás de ella.

—Creo que necesitamos hablar —dijo Alexis, sorprendiéndola.

Lila intentó mantener la calma, pero su hermano había notado algo extraño en ella.

—No me engañas, hermana. He notado que actúas raro desde hace meses. No me vas a decir que es mi imaginación, porque sabes que lo que digo es cierto —dijo Alexis, serio.

Lila tragó saliva, nerviosa.

—No piensas hablar, ¿verdad? —siguió Alexis—. Si no lo haces, voy a investigar por mi cuenta, voy a interrogar a esos hombres que te visitan de noche. Si es necesario, los torturaré.

Lila no pudo evitar sentirse atrapada, pero Alexis agregó algo que la sorprendió.

—Siempre estaré para ti. Cuando estés lista para hablar, yo estaré aquí. No te juzgaré, te escucharé. Soy tu hermano y no quiero verte así.

Lila, con una mezcla de emociones, finalmente lo detuvo.

—Hablemos —dijo, bajando la mirada.

—Vamos al jardín, es mejor. Aquí las paredes pueden oír —respondió Alexis.

En el jardín, Alexis pidió a los guardias que se alejaran para tener privacidad.

—Ahora dime, ¿quién era ese hombre? ¿Por qué trabaja para ti? Y ¿por qué mandaste a la bruja al otro mundo? —preguntó Alexis, ansioso por obtener respuestas.

Lila suspiró profundamente, lista para contar la verdad.

Lila se sintió atrapada, pero al mismo tiempo, una extraña sensación de orgullo comenzó a crecer en su pecho. Su hermano había logrado descubrir lo que estaba pasando, y aunque se sentía acorralada, no podía evitar admirar su agudeza. Alexis había sido capaz de captar detalles que ella había creído que pasaban desapercibidos, demostrando que no solo era astuto, sino también muy observador. Aquello le dejó claro que su hermano no era un hombre fácil de engañar ni de manipular. Al contrario, su inteligencia y habilidad para analizar las situaciones lo convertían en alguien verdaderamente peligroso. Sin lugar a dudas, era un hombre de cuidado, alguien con quien no se podía jugar, y aunque ahora se sentía vulnerable, no podía evitar reconocer que su respeto por él había crecido enormemente.