Nicolle Harrington es una chica recatada y conservadora, sumisa y dócil, o al menos para los hombres de su familia, quienes la tienen en una burbuja, pero fuera de casa es la espía más joven, despiadada y preparada de su organización. Es novia de un coronel llamado Massimo Moretti hace dos años y su amor no puede ser más bonito y perfecto; claro, él solo conoce su parte dulce y tierna.
Una enemiga de su madre regresará para cobrarse con ella mediante una traición que la aleja de su familia tras su supuesta muerte en frente de todos ellos.
Nicolle queda sin memoria durante dos años, sintiéndose perdida, y es encerrada como un animal en un infierno con recuerdos falsos, hasta que conoce a su nuevo amor, un mafioso, Aaron Rizzoli, que la ama como realmente ella es y no ese personaje que supo interpretar.
Su dilema será cuando recupere la memoria y deba elegir a uno de ellos; qué hará la pequeña Nicolle: se quedará con el amor bonito de Alessandro o elegirá la adrenalina de Aaron.
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Primer encuentro
Massimo se toma su tiempo para llenarla de besos y en cada uno la mira y sonríe.
Va suavemente y con paciencia; besa desde sus pechos hasta abajo, pasando por su abdomen y vientre; luego sube de nuevo. Aunque se muere por probarla, se dice así mismo que es demasiado inocente para pervertirla de esa manera.
Un gemido travieso sale de la boca de Nicolle y ella está esperando que lleve sus labios allí, pero eso no sucede.
Él la acaricia y sube de nuevo hasta besarla en los labios.
—Te amo, princesa… Mi pequeño angelito —sonrie y sigue besando a su prometida; la mira fijamente y habla.
—Estas segura, mi amor, si quieres parar me dices, si duele mucho también paramos.
Ella asiente y él se quita sus prendas y abre las piernas de ella con cuidado, le saca las bragas viendo su delicada entrada y se acomoda.
Nicolle no ve el miembro de su amado y ella está segura de que es porque la quiere cuidar. A veces la desespera un poco su sobreprotección extrema.
Massimo toma a su amigo con su mano y lo coloca en su entrada, besa sus labios de nuevo y le susurra.
—Ya sabes, me dices si duele y lo detenemos de acuerdo, mi angelito. La joven reprime las ganas de poner sus ojos en blanco y solo sonríe; es obvio que le va a doler; es un ser vivo y es su primera vez.
Besa sus labios de nuevo y empuja un poco, pero no entra; va con cuidado empujando y ella siente cada centímetro, cierra sus ojos y gime y él se detiene.
—Estás bien, amor —la joven suspira y asiente.
—Estoy bien, amor, no te detengas —pide y él empuja de nuevo. Una y otra vez va empujando hasta que logra estar dentro de su pequeña Nicolle.
La joven siente el tirón y el dolor; le arde un poco, pero está acostumbrada al dolor y está segura de que, si se queja, su amado y dulce prometido detendrá el momento.
La joven arruga solo un poco la cara y él enseguida se detiene y la besa.
—¿Fui muy brusco, princesa? Ella niega riendo.
—Fuiste perfecto, mi amor —dice y lo besa.
—Igual te daré tu tiempo, sí, eres perfecta, mi amor y me tienes loco —reparte besos por su cara y regresa a su boca.
Unos minutos después él comienza a tomar ritmo; le duele al principio, pero después solo siente placer.
—Mmm… ah —gime Nicolle.
—Todo bien, princesa —preguntó con su voz afectada por el placer.
—Estoy perfecta, mi amor —cada embestida, cada embate era una delicia para ella; no era brusco ni rápido, era delicado y cada vez que la veía que arrugaba su cara se detenía por miedo a hacerle daño.
—Dios… ah —gime cuando está muy cerca, ya que siente esa sensación intensa en su vientre, cosquillas en su zona y una euforia única, pero Massimo detiene su marcha pensando que la estaba dañando.
—Amor, ¿fui muy brusca, cierto? Nicolle bufa, frustrada por romper tan maravilloso instante.
—No, amor, eres perfecto, por favor, no te detengas —el hombre volvió de nuevo, esta vez con más cuidado y más lento.
Nicolle no era una mujer con experiencia, pero estaba segura que un hombre con el temple de Massimo podía ser mucho más rudo.
El hombre sigue su danza lenta y delicada. Le cuesta un poco más de tiempo llegar hasta el punto donde estaba primero, pero lo hace.
El cuerpo de la joven tiembla; una sensación maravillosa y única para ella la recorrió y se dejó ir encima de su prometido, quien no tardó en seguirla. La joven sintió los espasmos de su amado dentro de ella.
Massimo vivió un momento mágico al tener a la mujer que ama debajo de él. Dos años y algo la esperó y hoy por fin allí tenía a su pequeño ángel.
Nicolle quería volver a sentir a su prometido de nuevo, pero él no lo iba a permitir; a ella no le importó y lo giró besándolo para tomar el control.
—Amor... no, debes descansar estás muy... — Ella no lo dejó; se le subió a horcajadas y fue donde pudo ver lo que acababa de tener en ella: eran más de veinte centímetros y ahora que lo veía lo quería más.
Massimo la detuvo, tomándola firme de la cintura, le llenó la cara de besos y allí la dejó.
—Mi amor, no te voy a lastimar, no ahora. La besa y la carga para llevarla a la tina; ella estaba frustrada si tan solo pudiera mostrarle que podía soportar todo lo que le diera, pero aún no o al menos esperaría a casarse; no se arriesgaría a perder a su amor.
—Mi amor, me estás haciendo sentir mal, como que no te gustó —Massimo negó riéndose.
—No existe una palabra que describa lo maravilloso que fue. Te amo y me volviste loco, pero no te voy a lastimar hoy, no —ella negó con un bonito puchero y le miró su miembro.
—Mirate cómo estás y si… —acerca su mano a su miembro, pero él se aleja.
—No me hagas esos ojitos y yo estoy bien; después del baño estaré normal, verás —comienza explicarle mientras se ducha con cariño.
_Las niñas como tú, hermosas e inocentes, no hacen cosas así. No podría con la culpa de corromper a tan hermoso ángel —seguí bañándola y hablándole.
—Veras, hay ciertas cosas que no debes hacer, no con una mujer como tú; eres mi pequeño angelito —dijo y le besó los labios.
—Amor, pero estoy bien, lo juro; quiero más de mi novio, de mi prometido, de mi futuro esposo.
—dijo con una carita tan tierna que no pegaba con su cuerpo de diosa.
—Tú estás pequeña aún y no entiendes algunas cosas, pero prometo que cuando estés mejor volveremos a estar juntos, bebé —Ella se dió por vencida y sonrió.
—Está bien, mi amor, pero me abrazas toda la noche sí —él asintió feliz.
—Eso sí lo puedo hacer, bebé —dijo y la sacó de la bañera. Ya ambos estaban limpios.
—Quiero dormir sin nada, bebé, te molesta —preguntó sonriente ella.
—No, amor, las mujeres decentes no duermen así de acuerdo. Ella se cruzó de brazos; era el primer berrinche que hacía y ella quería provocarlo de nuevo.
—Ves, en ese campamento escuchas cosas insanas, mejor es que no vayas más. Sí —Ella sonrió.
—Solo queda este último viaje por dos meses y ya, lo prometo. Ambos besaron y él le colocó un pijama de osos de color lila; era largo y de mangas largas; así durmieron ambos abrazados.