El Me Dejó Por Su Primer Amor Y Después Se Arrodilló

Mientras Edward entendía que tenía una nueva y agridulce oportunidad en Nueva York, al otro lado del Atlántico, en un discreto apartamento de Londres, Mathew Jones se deshacía en cólera.

Barbara había logrado su objetivo: envenenar a Matthew, recordándole su eterna posición como el "hijo no amado ,"el bastardo"y el segundo plato en la vida de su padre (Liam Jones).

​Mathew lanzó el teléfono nuevamente contra la pared, el cristal explotando en mil pedazos.

[ Te lo advertí, después del divorcio no quería volver a saber de ti], pensaba, una mezcla de ira dirigida a la madre de Edward. Se había prometido a sí mismo que no volvería a caer en la órbita tóxica de ninguna mujer, pero la humillación, la fuga y el miedo a la prisión lo habían arrojado directamente a las garras de una su madre.

​El veneno de Barbara había surtido efecto. La idea de que Liam Jones, con sus impecables principios, no solo lo había expuesto, sino que también lo había abandonado a su suerte, era una herida narcisista insoportable. Él había trabajado toda su vida para impresionar a Liam, para demostrar que era digno de heredar el imperio y llevar su apellido. Ahora, Ethan, el hijo del hombre que Liam amaba (Skylar, el hijo de Marina), y el nieto de Gio Rossi, ese intruso con el apellido Jones, lo había suplantado y le había arrebatado de las manos todo lo que había conseguido, dejandolo en la nada. La sangre de Barbara corría por sus venas, y el resentimiento era su único combustible.

​Lo que Mathew no sabía era que en esta semana, la gente de Gio Rossi ya lo había localizado. Aunque él no era la pieza clave en el gran esquema, [el hijo siempre lleva a la madre]. Mathew, desesperado y humillado, era la carnada perfecta.

​

​Gio Rossi estaba en su estudio de la villa, observando un mapa detallado de Londres. Su seguridad era impecable. La calma que mostraba era la de un depredador que se prepara para iniciar el ataque.

En esos momentos.​El jefe de seguridad se comunicó:

—Señor —dijo la voz profesional por el intercomunicador—. Hemos encontrado al Señor Jones, (Matthew). Está solo, en un piso rentado. Pero aún no se ha reunido con ella, con Barbara. Lo tenemos bajo vigilancia , seguimos sus órdenes.

​—No lo pierdan de vista —ordenó Gio, su voz fría y metálica—. Ese hombre será el que nos entregue a esa despreciable mujer. Después de todo, ambos están juntos en esto.

Con esa orden, Gio colgó de inmediato. Su mirada se mantuvo fija en un punto en el mapa, su mente ya calculaba los movimientos, las intercepciones, la presión que debían ejercer. Sabía que todo debía solucionarse pronto.

​En estos días, Gio había llegado a conocer a Marina y vio la mujer elegante y delicada, pero con una fortaleza silenciosa, que era. Entendía por qué Liam había aguardado por ella y jamás se involucró con alguien más , en su círculo nunca se le vio con otra mujer ,había decidido quedarse solo y aguardar .

Él, mejor que nadie, conocía ese sentimiento. Una vez que quedó viudo, dejó su vida amorosa de lado y solo se dedicó a su pequeña Isabella. Pero cuando ella creció, decidió dejarlo y, aunque para él fue lo más doloroso que tuvo que pasar, sabía que era lo mejor que podía hacer por ella. Jamás imaginó todo lo que ella había tenido que pasar sola en la vida pasada y ahora, al revivir el trauma. Él no permitiría que su pequeña pasara por algo igual.

​Sin darse cuenta, aflojó los puños que mantenía apretados, mientras pensaba en cómo debería terminar con todo esto y soltó un suspiro pesado. Su corazón, por años dedicado solo a la protección y al control, ahora latía por la venganza y la redención. No solo por Isabella, sino por Ethan y por Marina, la mujer que había cautivado a Liam y que era, de alguna manera, parte del círculo que Barbara quería destruir. La familia Rossi, en toda su extensión, estaba a la espera y las buenas noticias al respecto.

​Mientras tanto, Marina estaba al tanto de lo que el padre de Isabella estaba haciendo. No se había escondido ni había preguntado por detalles innecesarios. Su calma había intrigado a Gio. Por eso, él decidió acercarse.

Ella solo le pidió honestidad, y él se la dio al punto de confesarle las razones de la urgencia, las extrañas coincidencias, y la profunda agonía que Isabella había llevado consigo durante años.

​—Marina —dijo Gio, entrando en el salón donde ella leía con una tranquilidad casi irreal—. Hay cosas que mi hija me ha revelado, cosas sobre un pasado, sé que quizás pienses que estoy delirando, pero yo creo en ella, se sobre los riesgos que estamos por pasar juntos. Todo se reduce a una mujer: Barbara Jones, y su resentimiento obsesivo hacia Liam... y hacia ti.

​Marina cerró el libro, sin inmutarse, y lo miró con unos ojos claros y profundos.

​—Gracias por confiar en mí, Gio.

​—¿Por qué parece no sorprenderte? —preguntó Gio, tomándolo desprevenido. Esperaba un grito, una negación, quizás miedo. No, esa calma.

​Marina se reclinó en el sillón. —Porque aunque sea difícil de creer, he tenido sueños que parecen tan vívidos. Sueños de hace años... de una vida diferente. Veo a mi Liam, mucho más joven con mi pequeño Skylar en brazos. Veo a Ethan como un hombre, lleno de dolor, y un fuego... ese fuego me persigue en mis sueños, son tan reales.

​Ella suspiró, tocándose el pecho. —Siempre sentí que la vida que tenemos ahora es una especie de extensión, un regalo que debemos proteger.

Ahora entiendo el porqué. Por lo que me dices intuyo que Isabella ha llevado una carga terrible y por eso ha actuado de manera tan protectora. Lo sentí todo el tiempo que estuve junto a ella y más cuando Ethan y mi hijo partieron.

​—Gracias por confiar en mí —repitió Gio, sintiendo un respeto profundo por la intuición de la mujer—. Ten por seguro que Isabella no sabrá que sabes de sus miedos, ni la presión que la obliga a guardar silencio.

Ante aquellas palabras Marina asintió y guardo silencio para decir lo siguiente:

​—Solo pido una cosa —dijo Marina, interrumpiéndolo. Su voz ya no era dulce; era firme, revestida de la dignidad de quien ha sido atacada y humillada por años en las sombras.

​—Dime qué es lo que quieres —preguntó Gio, preparado para cualquier solicitud: más seguridad, una huida a un país neutral.

​Marina se levantó. Por primera vez, Gio vio en ella no solo a la esposa amada de Liam, sino a la rival que Barbara jamás pensó tener.

​—Una vez que tengas a esa mujer bajo tu poder —dijo Marina, su mirada brillaba con una resolución inquebrantable—.Permiteme verla.

​Ante esta petición, Gio solo asintió. La sorpresa fue mayúscula. Sabía que Barbara había aprovechado la debilidad de esta mujer y le había ocasionado mucho daño. Pero quién imaginaría que la frágil mujer que todos recordaban se había vuelto alguien fuerte, capaz de pedir confrontarla, cuando antes solo su sola mención la aterraba.

​—Así será, Marina —aseguró Gio.

​El pacto estaba sellado. La venganza de la familia no sería solo un asunto de negocios o de justicia. Sería un encuentro de almas, un ajuste de cuentas entre la luz y la sombra que había oscurecido dos vidas.

​Mientras Gio y Marina coordinaban el desenlace, en la sala contigua, Isabella se mantenía en silencio, había oído la conversación de su padre y suegra y pensó que quizás de alguna manera ella volvió con sus recuerdos intactos por algún motivo que todavía desconoce.