La Fuente Del Amor

Se bajó del vehículo con un paso vacilante, pero se armó de valor y se detuvo junto al auto. El conductor la observó por un instante, y con una voz tranquila le preguntó: "¿Hola, qué sucede, señorita?". Ella, con un hilo de voz, respondió: "Creí que eras alguien a quien conocía".

El hombre, con una sonrisa fingida, replicó: "Seguramente se confundió". Y sin darle tiempo a responder, añadió: "Disculpe, tengo que seguir mi camino", y se marchó, dejándola allí plantada con la palabra en la boca.

Vita regresó al vehículo con el corazón lleno de frustración, y durante todo el camino de vuelta a casa no dejó de maldecir al engreído. Esther, al verla llegar con esa energía renovada, no pudo evitar soltar una carcajada. ¡Su señorita había vuelto a ser la de siempre!

Llegando a casa, Violeta vio un grupo de personas reunidas alrededor de la propiedad. Estacionó la ranchera y notó que el coche del engreído que la había dejado varada en la carretera estaba allí. La sangre le hirvió al instante. Aún con las bolsas de la compra en mano, se dirigió hacia el grupo, decidida a confrontarlo.

Y allí estaba el maldito idiota. Se acercó a Eduardo, con la furia reflejada en sus ojos. "¿Qué tenemos aquí?", preguntó, mirando con rabia al joven que ni siquiera se dignó a mirarla.

"Vita, ven, te presentaré a alguien", interrumpió Eduardo, ajeno a la tensión. "Él es Máximo, el arquitecto de este nuevo proyecto".

Vita lo fulminó con la mirada. "Hola, Máximo, soy Violeta Morris", dijo con voz firme, extendiendo su mano.

Máximo le estrechó la mano, pero su mirada no reflejaba ningún reconocimiento. "Máximo Song", respondió con una sonrisa arrogante. "Mucho gusto".

"¿Estás seguro?", replicó Vita, con la voz cargada de ironía.

Máximo soltó su mano y la miró con suficiencia. "Por supuesto", respondió, con una media sonrisa. "Siempre es un placer conocer a la persona que pagará mi trabajo".

La exasperación de Vita llegó al límite. Sin decir una palabra más, se dio la vuelta y entró en la casa hecha una furia.

"¡Esther!", exclamó al verla en la cocina. "¡Ahí está el idiota de la carretera! ¿Puedes creer lo cretino que es? ¡Fingió no conocerme y ahora se comporta como un engreído!".

Esther la miró con preocupación. "¿Vita, estás segura de que no te has confundido?".

"¡No!", respondió Vita con vehemencia. "Estoy completamente segura de que es el cuerpo con el que Eric estaba en mis sueños, Esther. ¡No puedo equivocarme con eso!".

"Vita, mi niña, si me permites un consejo: primero, ¡tranquilízate! Deja que el día siga su curso y, si es el destino, ¡él se acercará a ti! No dejes que la ansiedad te domine. Si el apuesto señor Eric te ha buscado una vez, ¡lo hará de nuevo! Ten fe, mi pequeña," le dice con una sonrisa dulce y un beso en la frente. Luego, se levanta con energía para preparar la mesa del almuerzo.

Vita, dejando de lado su inquietud, ayuda a Esther con entusiasmo. Poco después, los tres trabajadores se encuentran sentados a la mesa junto a Esther y Eduardo, disfrutando de la comida y charlando alegremente. Mientras tanto, a unos diez metros de distancia, Máximo, ajeno a la animada conversación, sigue absorto en sus planos, ajeno a todo lo demás.

"¡Con permiso, iré a buscar a Máximo!", anunció Vita, sorprendida de que no estuviera comiendo con sus colegas. "Dijo que no comerá", le respondió Eduardo, sin prestarle demasiada atención a la falta de apetito del joven.

Vita preparó una bandeja y se la llevó, quizás intentando obtener respuestas.

"Máximo, te traje el almuerzo. No quiero que nadie pierda la vida en mi propiedad por no alimentarse bien", le soltó, sin una pizca de amabilidad en su voz.

"Ya le había dicho a Eduardo que no comería", sentenció Máximo, con la voz ofuscada. "Sí, lo sé, pero...", había empezado a decir, cuando Máximo la interrumpió en seco. "Por favor, Violeta, estoy trabajando y no me siento cómodo si me molestan", dijo Máximo con fastidio. Violeta, sintiéndose profundamente avergonzada, lo fulminó con la mirada. Sin decir una palabra, se giró para marcharse, pero justo en ese momento escuchó su nombre a sus espaldas. Con una sonrisa ilusionada, pensando que él se retractaría de sus hirientes palabras, se dio la vuelta. Pero al verlo, la sonrisa se congeló en su rostro. Máximo, con una expresión de desprecio, extendía la bandeja hacia ella. "¡Por favor, llévese esto!", le espetó con grosería.

La humillación y la frustración se apoderaron de Violeta. Sin pensarlo dos veces, arrebató la bandeja y se la volcó encima a Máximo, empapándolo de comida y bebida. "¡Eres un completo idiota!", le gritó con todas sus fuerzas, liberando la furia que la consumía. Sin esperar respuesta, salió corriendo de allí, con el corazón latiendo con fuerza y las lágrimas amenazando con brotar.

Llegó un pequeño rincón donde podía refugiarse del mundo. Allí, sentada en el suelo, las lágrimas finalmente brotaron, mezclándose con el dolor, el odio y la humillación que la invadían. Se sentía vulnerable, herida en lo más profundo de su ser.