Lyra Blackwood es ultrajada por el hombre que creía amar que además es su mate, Pero este que no quiere nada con aquella niñita, la rechaza, Pero no contento con eso también la humilla y maltrata, por lo que lyra vuelve a casa y piensa en vengarse de todos.
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La noche envolvía a Heredon con su manto de estrellas, pero en la cabeza de Caelan no había calma. Los pensamientos lo asediaban, uno tras otro, como lobos hambrientos en la oscuridad. La revelación de que Lyra, la hija de Magnus, era su luna no dejaba de perturbarlo. Había esperado con resignación que la diosa Luna le otorgara una compañera, pero no imaginó que sería ella: una mujer que cargaba con un pasado tan doloroso, al borde de quebrarse.
Buscando despejarse, Caelan optó por una solución que siempre le funcionaba: la caza. Transformándose en su imponente forma de lobo, se adentró en los bosques que rodeaban la mansión. Corrió con furia y cazó con precisión, pero ni siquiera el placer de la persecución podía acallar su mente.
De regreso, mientras aún limpiaba la sangre del último animal que había abatido, notó un movimiento a lo lejos. Allí estaba Lyra, caminando sola hacia uno de los jardines laterales de la mansión. Algo en su lobo se agitó al verla, como si un fuego interno se avivara con su mera presencia.
"Para no gustarte, estás muy busconcillo, eh" le espetó su lobo interior con un deje burlón.
Caelan resopló, ya acostumbrado a la impertinencia de su contraparte animal.
—Para ser mi lobo, eres demasiado chismoso.
"Dicen que los lobos se parecen a sus dueños, y, mira tú, somos idénticos."
—La verdad es que no nos parecemos en nada.
"Claro que sí. Te recuerdo que debajo de toda esa dureza, sigue estando el mismo chiquillo de 16 años que lloraba cuando le rompieron el corazón."
El comentario fue como un golpe inesperado. De repente, los recuerdos que Caelan había tratado de enterrar regresaron con fuerza. La burla, el rechazo, las risas... Recordó a Galax, aquella rubia de mirada encantadora que, con tan solo unas palabras, había hecho pedazos al joven que una vez fue.
Golpeó con fuerza una pared cercana y susurró con voz ronca:
—Olvida esa parte de mi vida. Que hayas aparecido justo entonces no es algo que me agrade recordar.
Pero su lobo, incansable y mordaz, no calló.
"Relájate, míralo por el lado positivo. Ella no era tu luna, y ahora… bueno, aquí estás, siguiendo a Lyra como un cachorrito enamorado. Por cierto, ¿qué harías si te esperara desnuda en tu cama?"
Caelan negó con la cabeza, tratando de sacudirse tanto los recuerdos como las palabras de su lobo. Enfocado nuevamente en Lyra, la siguió con pasos silenciosos. La encontró acostada en medio de un claro, observando el cielo nocturno.
—¿Sabes que seguir a la gente podría considerarse acoso? —dijo Lyra sin siquiera mirarlo, como si hubiera sentido su presencia desde lejos.
Una sonrisa se dibujó en los labios de Caelan.
"Para no gustarte, sonríes mucho últimamente," se burló su lobo interior.
Ignorándolo, Caelan respondió:
—Para ser la hija de un lobo tan protector, eres demasiado imprudente.
Lyra no respondió de inmediato. Sus ojos seguían fijos en las estrellas, como si buscara respuestas que el cielo no estaba dispuesto a dar. Caelan, incapaz de resistir la tentación de acercarse más, se sentó a su lado.
—Sigues siendo osada —le comentó con suavidad.
—Y tú sigues siendo un idiota, con todas las letras.
La respuesta de Lyra lo tomó por sorpresa y, por un instante, sintió una chispa de admiración. Pero en lugar de replicar, hizo algo que ni él mismo había planeado. Se inclinó sobre ella, colocándose encima.
Lyra abrió los ojos como platos y trató de apartarlo.
—¿Qué demonios te pasa? ¡Bájate!
—No...
Sin previo aviso, Caelan la inmovilizó con delicadeza pero firmeza, y dejó que sus colmillos brillaran bajo la luz de la luna. Antes de que Lyra pudiera reaccionar, hundió sus colmillos en la piel suave de su cuello. El contacto lo electrizó, y un rugido de satisfacción escapó de lo más profundo de su pecho.
Cuando se separó, sus ojos se encontraron con los de Lyra, que estaban abiertos de par en par, reflejando una mezcla de sorpresa, enojo y algo más… algo que Caelan no podía identificar del todo.
—Ahora eres solo mía —declaró, con la voz grave y segura.
Lyra seguía paralizada, llevando una mano al lugar donde su cuello ardía con la marca de su mordida.
—¿Qué has hecho? —murmuró, incapaz de procesar lo ocurrido.
Caelan la miró con seriedad.
—Lo que debía hacer.
Lyra, sin embargo, no era alguien que aceptara órdenes tan fácilmente, y Caelan estaba a punto de descubrirlo.
La ira de Lyra ardió como un fuego voraz al sentir la marca en su cuello. ¿Quién se creía Caelan para tomar una decisión tan importante sin siquiera consultarla? Sin pensarlo dos veces, lo tomó del cuello con sorprendente fuerza, empujándolo hacia atrás hasta colocarse encima de él. Caelan, completamente desconcertado, permitió que lo inmovilizara, aunque no por incapacidad, sino por pura curiosidad ante su inesperada reacción.
—¿Acaso siempre se tiene que hacer lo que tú digas? —espetó Lyra, sus ojos brillando con una furia que rivalizaba con la intensidad de la luna.
Caelan, relajado, alzó las manos detrás de su cabeza y la miró desde esa posición con una sonrisa tranquila.
—Sí. Yo siempre he tenido el control —respondió con una calma que parecía provocarla aún más.
Lyra frunció el ceño, inclinándose hacia él.
—Pues que te quede algo muy clarito: yo no soy como los demás. Soy tu mate, sí, pero a mí nadie me da órdenes, ¿entiendes?
Caelan, lejos de sentirse intimidado, dejó escapar una ligera carcajada antes de moverse con una rapidez que desconcertó a Lyra. La tomó del cuello con una mano, pero no con intención de hacerle daño, sino para atraerla hacia él. Antes de que pudiera protestar, la besó. Fue un beso intenso, cargado de emociones encontradas.
Lyra se quedó congelada por un segundo, sorprendida por el atrevimiento, pero su cuerpo reaccionó antes que su mente. Sin poder contenerse, continuó el beso, dejándose llevar por el calor abrasador que se encendía entre ambos.
La intensidad creció. Era como si cada fibra de su ser hubiera estado esperando este momento. Lyra sabía lo que significaba la marca: estar unida a Caelan de forma irrevocable. Separarse de él la condenaría, no solo emocionalmente, sino también físicamente. Pero lo que más la inquietaba era otra verdad: no quería separarse de él. Por más que su orgullo se resistiera, había algo en ese hombre que la atraía de una manera abrumadora, casi dolorosa.
Ambos se detuvieron por un instante, sus respiraciones entrecortadas llenando el aire entre ellos. Los ojos de Caelan brillaban con un fuego contenido mientras la observaba.
—¿Aún crees que puedes desafiarme, Lyra? —susurró, su voz ronca por el deseo y la necesidad.
Lyra lo miró fijamente, con el mismo fuego en sus propios ojos.
—No te confundas, Querido. Esto no significa que me someteré a ti.
Caelan sonrió de nuevo, esta vez con algo que se parecía mucho a admiración.
—Eso es precisamente lo que me gusta de ti.
Ambos sabían que estaban en un punto sin retorno, y aunque sus mentes les advertían que no debían dejarse llevar, sus cuerpos ya habían decidido otra cosa.