Adaptándome A Mi Nueva Vida

Capítulo 22

Después de la visita inesperada de esa mañana, estaba completamente frustrada. El ambiente en la mansión del Duque se sentía diferente, y no era que me veía atrapada en un contrato que yo misma acababa de firmar por voluntad propia, hasta ahí íbamos bien, pero ahora me encontraba, sin previo aviso, encargada de cuidar a dos niños de entre 5 y 9 años. ¿Qué diablos? Esas no eran las tareas que tenía en mente para mi futuro. Si bien nunca tuve hijos en mi vida anterior, tampoco me resultaba un problema, pero tener que actuar como una familia feliz en menos de tres meses me estaba en este nuevo mundo.

Además, el Duque me había dicho que no debía preocuparme mucho por ellos. Vendrían con su niñera, la mujer que los había criado desde pequeños, y mi trabajo solo sería asegurarme de que recibieran lo básico. Pero, ¿cómo ignorar a unos niños que acaban de perder a toda su familia? Este Duque... sin corazón... queriendo que los dejara de lado sin más. No podía creerlo.

Me senté en el sillón de mi habitación, sintiendo que el agotamiento me consumía. No sabía si era la época, las costumbres o simplemente cómo se formaban las personalidades en este lugar, pero me sentía completamente impotente. El Duque estaba decidido a que me encargara de la fachada de la familia feliz, pero en lo más profundo de mí, sabía que no iba a dejar que las cosas fueran tan fáciles.

Me levanté de un salto, decidida a despejar mi mente. Llamé a Diana, mi fiel criada, para pedirle que preparara un carruaje. Al fin no tenía restricciones para salir, y no quería pasar un minuto más en esa habitación, atrapada en pensamientos que no me ayudaban en nada.

—Diana, necesito ir a comprar algo de ropa —le dije con una determinación que no admitía respuestas.

Diana me miró, sorprendida por mi súbita decisión, pero asintió sin preguntar más.

—Muy bien, señora. ¿Le acompaña o prefiere ir sola? —

—No... Mejor acompáñame, —le respondí, mientras caminaba hacia mi armario. La ropa que tenía era... demasiado llamativa, aniñada, incluso vulgar. No podía soportar más esos vestidos, tan recargados y llamativos, llenos de adornos que solo servían para resaltar una belleza que, en este momento, me resultaba incómoda. —Es hora de cambiar eso. —

Comencé a revisar entre los vestidos que tenía. La mayoría eran horrendos, llenos de adornos innecesarios y colores estridentes, hasta que encontré algo más sencillo. Era un vestido amarillo, con un estampado de flores. No era el tipo de vestido que yo elegiría, pero al menos era sencillo. No estaba tan mal... Bueno, estaba feo, pero al menos no provocaba nauseas verlo, como los demás.

—Diana, ayúdame con esto —le pedí, señalando el vestido. La mirada de Diana pasó de sorpresa a diversión.

—Ah, por fin va a usarlo. —Sonrió, ayudándome a ponerme el vestido. —Este vestido se lo regaló el Duque cuando llegó. Al principio pensó que tenía pésimo gusto y todos creíamos que lo había tirado, pero parece que lo guardó... No le gustó mucho, se puede decir. —

—¿De verdad? —le pregunté, mirando el vestido con cierto escepticismo.

—Sí. —Diana hizo una mueca, antes de continuar, la interrumpí comentando —El modelo no está nada mal. Es liviano... Pero el color... ¡es como una patada al hígado! —

Reí por lo bajo, mientras me miraba en el espejo. El color seguía sin convencerme, pero tenía que reconocer que el vestido no me quedaba tan mal. El amarillo no era mi color preferido, pero al menos era algo más sencillo y cómodo. Ya no quería seguir con esos vestidos absurdos que están niña tenía en su armario. Este era más sencillo y, al menos, no tenía corset, ni enaguas, lo que significaba un pequeño triunfo.

Diana me ayudó a salir del cuarto. Cuando caminamos por los pasillos, pude notar las miradas curiosas de los sirvientes. Susurros se escapaban por doquier, y no me fue difícil adivinar que era el vestido el que atraía tanta atención.

—Diana, ¿qué diablos les pasa a todos? —le pregunté, algo molesta.

—Debe ser el vestido. Fue un tema bastante controversial cuando lo trajeron... El Duque nunca había dado un regalo a una mujer... —dijo Diana, con una risa ligera—. Ya veo que sigue siendo un tema del que no dejan de hablar. —

Lo pensé por un momento. Claro, al ser el primer regalo que el Duque había dado a una mujer, no podía esperar que no causara murmullos. Pero lo que me irritaba no era tanto eso, sino la idea de que el Duque realmente pensara que este color es lindo.

Mientras subía al carruaje que Diana había ordenado, le di una última mirada a mi vestido amarillo.

—¿Llevas dinero? —le pregunté, algo pensativa.

—Solo lo esencial, señora. Y si decide comprar algo más caro, todas las tiendas tienen una cuenta abierta para el Duque. Al traer la mercancía, cobran los honorarios establecidos, el Duque se encarga directamente. No se preocupe por eso. Yo me encargaré de todo. —

Me acomodé en el carruaje, mientras pensaba para mis adentros. ¿Qué tan poderoso es este hombre, realmente? Al principio parecía que le era indiferente a esta niña, pero había algo que no me cuadraba. ¿Cómo podía un hombre tan insensible parecer tan vacío, y a la vez tener este tipo de control sobre todo?

Mi mente estaba llena de preguntas, pero ahora mi principal objetivo era adaptarme. Adaptarme a este mundo y empezar a entender cómo funcionaban las cosas fuera de las paredes del Ducado. Quizá esta sería mi oportunidad para hacer algo por mí misma.

—Vamos a ver cómo diablos funciona este mundo —pensé, con determinación.