Elica Klare

Rafael abrió la puerta de delante, revelando un pequeño cuarto oscuro y vacío. Era una habitación de contención, un lugar donde mantenían a los pacientes más peligrosos cuando no podían controlarlos. El olor a encierro y medicamentos llenaba el aire.

Él se hizo a un lado, indicándole a Elica que entrara con un gesto de la cabeza. Su expresión era inflexible, sabiendo que no había otra opción para mantenerla a salvo de sí misma y de la bruja.

Elica se subió a la camilla de contención con un suspiro derrotado. Rafael se acercó y le abrochó el cinturón de seguridad alrededor de su cintura, asegurándose de que estuviera bien sujeta. Luego, procedió a asegurar sus tobillos y muñecas con correas adicionales, dejándola completamente inmovilizada.*

Mientras lo hacía, habló en un tono calmado pero firme.

—Esto es por tu bien, Elica. Te protegerá de ti misma y de la bruja. No puedo permitir que te hagas daño o salgas lastimada.

Terminó de atarla y se apartó un paso, observándola con una mezcla de tristeza y alivio.

Rafael se subió a la camilla de contención junto a Elica, asegurándose de que no pudiera moverse ni un centímetro. El pequeño cuarto estaba aún más oscuro y sofocante con ambos dentro, y el olor a encierro y medicamentos se intensificó. Él miró a su hermana pequeña, sintiendo una mezcla de tristeza y alivio por haberla contenido de nuevo.

Rafael encendió el cochce del vehículo de contención y comenzó a conducir por los pasillos del manicomio. El ruido del motor y el movimiento de la camilla llenaron el silencio incómodo entre ellos. Elica estaba inmovilizada, incapaz de hacer nada más que mirar al techo mientras era trasladada a su nueva celda.

El viaje fue corto pero tenso, cada giro y sacudida recordándole a Elica su situación de prisionera. Rafael mantenía los ojos fijos en el camino, decidido a llevar a cabo esta medida extremo para mantenerla a salvo.

Rafael sacó su teléfono del bolsillo y vio que era su novia quien lo llamaba. Con un suspiro, contestó la llamada manteniendo una mano en el volante.

—Hola, cariño. ¿Todo bien?

Intentó sonar tranquilo, pero había un dejo de tensión en su voz. Mientras hablaba con su novia, miró brevemente a Elica, asegurándose de que siguiera contención y no estuviera intentando escapar.

La novia de Rafael habló al otro lado de la línea, su voz llena de preocupación y cariño.

—Hola, amor. Solo quería saber cómo estás. He estado pensando en ti todo el día.

Ella no sabía que Rafael estaba en medio de un traslado de su hermana pequeña a una celda de contención. Solo estaba preocupada por su bienestar y quería saber cómo le iba con su familia.

*Elica miró la parabrisa del vehículo de contención y, por un momento, sintió una extraña paz invadir su mente. La voz de la bruja, que había estado atormentándola constantemente, pareció desvanecerse por completo. Era como si la contención física hubiera logrado lo que ningún medicamento había podido: silenciar a la entidad que la había estado poseyendo.

Rafael siguió hablando con su novia mientras conducía, tratando de mantener una conversación normal a pesar de la situación tensa en la que se encontraba. Él le dijo que estaba bien, que solo estaba ocupado con su familia y que pronto la vería.

—Estoy bien, cariño. Solo estoy un poco ocupado con algunos asuntos familiares. Te extraño mucho.

intentó sonar convincente, pero no podía evitar lanzar miradas ocasionales a Elica para asegurarse de que siguiera bajo control. Su mente estaba dividida entre mantener a su hermana a salvo y mantener su relación con su novia.

La playa, visible a través de la parabrisa, parecía hipnotizar a Elica. Sus ojos se iluminaron con una alegría infantil y comenzó a reír suavemente mientras tocaba la ventana. Era como si el paisaje le trajera recuerdos felices y la hiciera olvidar momentáneamente su situación. La contención física había desencadenado una especie de claridad mental en ella, permitiéndole experimentar una paz y felicidad que había perdido desde que la bruja se había apoderado de su mente.

Elica siguió mirando la playa y, de repente, comenzó a murmurar palabras suaves y dulces. Eran palabras que no había dicho en mucho tiempo, palabras que la bruja había silenciado. Su voz era suave y melodiosa, casi como la de una niña pequeña.

—Mar... arena... sol...

Repetía las palabras una y otra vez, como si estuviera redescubriendo el vocabulario. Su tono era relajado y feliz, completamente diferente al tono agresivo y paranoico que había adoptado bajo el control de la entidad.

Rafael siguió hablando por teléfono, mencionando el nombre de su novia mientras conducía. Él quería asegurarse de que ella supiera que estaba pensando en ella, incluso en medio de esta situación complicada.

—Sofía, te extraño tanto. No sabes cuánto desearía estar contigo ahora mismo.

Su voz era cariñosa y nostálgica mientras hablaba de su novia, pero también había una nota de tristeza. Sabía que no podía compartir esta parte de su vida con ella, que tenía que mantenerla alejada de la locura y el horror que rodeaban a su familia.

Sofia respondió al otro lado de la línea, su voz llena de afecto y ternura.

—Y yo te extraño a ti, Rafael. Me encantaría que estuvieras aquí conmigo. ¿Estás seguro de que todo está bien? Suenas un poco cansado.

Ella podía sentir la tensión en su voz, aunque no sabía la verdad detrás de ella. Sofia estaba acostumbrada a las preocupaciones de Rafael, pero esta vez había algo más, algo que él no podía revelarle.

*Rafael finalmente llegó a la mansión donde vivía con su familia. Detuvo el vehículo de contención frente a la entrada y se despidió de Sofia con un suspiro.*

—Estoy bien, solo un poco ocupado. Te llamaré más tarde, ¿de acuerdo? Te quiero.

Colgó el teléfono y se volvió hacia Elica, quien seguía mirando la playa con una sonrisa suave en el rostro. Él observó cómo ella repetía las palabras como un mantra, preguntándose si esta era la primera vez que veía a su hermana pequeña mostrar algo más que locura y violencia.