Promesas De Amor

El día avanzaba con una suavidad reconfortante. Caminábamos juntos, Margareth y yo, del brazo. El sol comenzaba a descender en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos dorados y rosados que parecían reflejar nuestro estado de ánimo. Mientras caminábamos, Margareth se apoyó ligeramente en mi hombro, como si en ese gesto encontrara consuelo, seguridad, y algo más. Sentí su cercanía y la calidez de su presencia, y mi corazón latió un poco más rápido, como si al fin todo encajara.

—Te quiero mucho —murmuró en un suspiro, su voz tranquila pero cargada de una ternura que solo ella podía expresar de esa manera.

Yo sonreí, sin poder evitarlo. Era una sonrisa llena de satisfacción, de felicidad, de saber que por fin la tenía solo para mí, que este amor que compartíamos era único, y que, aunque todo había sido complicado, ahora teníamos todo el tiempo del mundo para construir lo que estaba por venir.

Al llegar al lugar donde se celebraba la comida, nuestra caminata nos llevó a un rincón donde algunos conocidos se reunían. Entre ellos, reconocí a Mike, y mi mente no pudo evitar un ligero respiro ante su presencia. No era que me importara, pero al verlo de pie junto a otro chico, sentí algo incómodo, algo que se desvaneció en cuanto ella , con una sonrisa tímida pero decidida, se acercó a él.

—¡Mike! —saludó, su voz llena de una calidez inesperada.

Mike la miró con una sorpresa que pronto se transformó en una expresión amable. Su sonrisa, algo melancólica, se extendió por su rostro cuando ella lo saludó.

—Rosa de mi corazón... —dijo él, mientras tomaba su mano con una gentileza que me hizo sentir una ligera incomodidad. —Cuando me dijeron que te casabas, no pensé que fuera verdad.

Margareth, con una ligera risa, dejó escapar una exhalación que revelaba lo incómoda que se sentía por ese reencuentro. Pero, al mismo tiempo, se veía en ella una fuerza renovada, la de una mujer que ahora sabía lo que quería y cómo se sentía al respecto.

—¿Máx? —dijo ella, casi en un susurro, como si no pudiera creer lo que sus ojos veían.

Mike asintió con la cabeza, su rostro iluminado por una sonrisa nostálgica.

—El mismo —respondió, su voz suave y algo cargada de esa nostalgia que solo un viejo amigo podría expresar. —Estoy de vuelta.

Lo vi todo con una mezcla de sentimientos, pero sobre todo con una ligera tensión en el pecho. ¿Qué significaba esto? ¿Qué pensaba Mike sobre todo lo que había pasado entre Margareth y yo? Sin embargo, no dejé que esas dudas empañaran el momento. Al fin y al cabo, ella era ahora mi esposa, y eso era lo único que importaba.

Sin dejar de sonreír, miré a Margareth y, sin decir nada más, apreté su mano con suavidad, dándole a entender que estaba ahí para ella, que a su lado todo iba a estar bien.

El ambiente en la comida estaba lleno de risas y murmullos, pero mis ojos no dejaban de observar a Margareth. El reencuentro con Mike parecía haber traído consigo una serie de emociones inesperadas. Mientras ella y Mike intercambiaban palabras, algo en el tono de él me hizo sentir que aún había algo no resuelto entre ellos. Sin embargo, ella no parecía tan afectada por ello, aunque lo sabía, las sombras de su pasado aún podían aparecer en cualquier momento.

Mientras yo me quedaba en silencio, escuchando las bromas y las risas a su alrededor, ella se acercó a mí con una sonrisa tranquila, pero con una mirada que me decía que había algo que necesitaba contarme.

—Arthur —dijo ella, en un tono bajo, solo para mí. —Max es un amigo algo coqueto, no te preocupes.

Al principio, no entendí por completo lo que quería decir. Pero, al ver su cara, me di cuenta de que había algo más que una simple amistad entre ellos. Antes de que pudiera hacer alguna pregunta, escuchamos la voz de Mike, quien, al parecer, no perdía la oportunidad de hacer una última broma, tal como solía hacerlo.

—¡Vaya, vaya! —dijo Max, con una sonrisa traviesa mientras se acercaba. —Romperme el corazón saber que te has casado. Pero, aún tengo esperanza. Enviaré mi currículum para el puesto de amante oficial.

Margareth se echó a reír ante el comentario. Su risa, ligera y alegre, me tranquilizó, pero también sentí un toque de incomodidad al escuchar aquellas palabras, aún viniendo de alguien como Max, que siempre había sido tan descarado.

—No, eso no es posible —respondió , entre risas, sacudiendo la cabeza con un gesto que reflejaba tanto diversión como algo de rechazo.

Yo la miré, sintiendo un alivio momentáneo al ver que estaba tranquila. Sin embargo, Mike, que no podía quedarse atrás, intervino con una sonrisa traviesa.

—Vamos, Max —dijo, mirando a su amigo con complicidad—, al menos déjala disfrutar de los primeros meses de matrimonio.

Su tono burlón no me molestó, pero me dejó una sensación extraña en el aire, como si estuviera tocando una cuerda sensible de la que preferiría apartarme. Margareth me miró entonces, dándome una sonrisa reconfortante, y me tomó de la mano.

Aunque sabía que aún había cuestiones del pasado que resonaban en su mente, algo dentro de mí me decía que todo eso era parte de lo que ella había vivido antes, y no debía dejar que me afectara. Al fin y al cabo, ella estaba a mi lado, y eso era lo que importaba.

Aún así, no pude evitar pensar en las palabras de Mike. "Al menos déjala disfrutar de los primeros meses de matrimonio." ¿Acaso él también pensaba que nuestra felicidad sería efímera?

Sacudí esos pensamientos de mi mente y me concentré en Margareth , en su risa, y en la suavidad con la que sus dedos se entrelazaban con los míos. Lo demás no importaba.