Rehén

Han pasado algunos días y se ha establecido una nueva rutina. Stefan mantenía sus hábitos sexuales como de costumbre, con algunos encuentros más intensos y permeados de torturas que iban más allá de su imaginación sórdida. Pero, por otro lado, algo había cambiado. Pasaba más tiempo con Vini, obviamente con Vini siendo tratado de forma extraña y, muchas veces, violenta.

Vini ya no estaba encerrado en la habitación, pero echaba de menos el confinamiento. Ahora, pasaba el día y parte de la noche atendiendo los caprichos de Stefan, algunas veces teniendo que estar en el mismo ambiente que los padres de Stefan. Tanto Andrea como Marise tenían sus propias opiniones sobre Vini: Andreas pensaba que Stefan debería haber vendido a Vini; Marise solo quería ver a su hijo feliz y de alguna forma parecía feliz teniendo a Vini.

En lo que ambos estaban de acuerdo era en que Vini debía atender todos los deseos de Stefan, sin protestar, sin reclamar y sin planear algún tipo de venganza – que era lo que temían con Stefan dándole más “libertad” a Vini.

Durante una tarde, Stefan mandó a Vini ir hasta la cocina a buscar un cuchillo para pelar una fruta, mientras Vini tomaba el cuchillo, Andreas se acercó a él y sacó la pistola, encostando el cañón en la frente del muchacho.

— ¿Qué piensas que vas a hacer con ese cuchillo, Du Scheiße (pedazo de mierda)?

Vini podría reaccionar y hacer con que el hombre apretara el gatillo y acabara con todo aquello, pero algo en él lo hizo paralizar y tartamudear:

— E-el se-señor Stefan mandó…

— ¡No mientas! — exclamó el hombre empujando la cabeza de Vini para el lado con el cañón del arma.

Aquella no era la primera ni la segunda vez que Vini tenía un arma apuntada en su cabeza. En los primeros días de su secuestro, él intentó desafiar a Stefan. Lo que él no sabía, era que Stefan estaba armado y amartilló el arma apuntando para Vini.

— ¡Dispara! — pidió Vini, haciendo al otro hombre reír.

— No seas idiota. Yo no dispararía para matarte, solo para causarte dolor. ¿Sabes cuál es la sensación de tener una bala alojada en el cuerpo? — Stefan hizo un disparo, que pasó a centímetros de distancia de Vini, haciéndolo encogerse. — El próximo será certero.

Vini tragó en seco y murmuró una disculpa.

Ahora, con el arma encostada en su cabeza, por algún motivo, él pensaba en lo mucho que él no quería morir. Andreas tomó el cuchillo de la mano temblorosa de Vini y comenzó a hacer un corte en la cara del muchacho, de donde comenzó a escurrir un filete de sangre.

— Vini, estás fabricando la fa… — Stefan paró de hablar al ver la escena y aceleró el paso. — Papa, was machst du? (Papá, ¿qué estás haciendo?)

Mientras hablaba, Stefan se acercó y jaló a Vini para su lado.

— ¿Tú mandaste a él venir a buscar un cuchillo?

— Sí, papá. Yo mandé.

— Hast du den Überblick verloren, Stefan? Was wäre, wenn er sich dazu entschließen würde, etwas Rücksichtsloses zu tun? (¿Has perdido la noción, Stefan? ¿Y si él resolviera hacer algo imprudente?)

— Das würde er nicht tun. Ich würde ihn zu Tode foltern. (Él no haría. Yo lo torturaría hasta la muerte.)

Andreas guardó el arma y salió de la cocina. Stefan, sujetó la mano de Vini.

— Vamos a subir.

Después de subir para la habitación de Vini, el ambiente silencioso y cargado de tensión, Stefan hizo un gesto vago con la cabeza, llamando a Vini para la bañera. El muchacho, a pesar de dudar, no tuvo opción. A él no le gustaban los momentos en la bañera, pero sabía que era el menor de los males comparado con los momentos que se seguían cuando el sexo era acompañado de otras formas de tortura.

Cuando entraron en la bañera, las burbujas formaron pequeñas ondas alrededor de ellos. Stefan, con su cuerpo próximo al de Vini, lo dominaba con una mirada penetrante. Él se posicionó por encima de Vini, sus cuerpos tocándose en el agua tibia, y el beso, aunque suave al inicio, luego se intensificó. Los labios de Stefan eran firmes, exigentes, y luego Vini sintió la presión de sus manos en su cuerpo, un empujón que lo forzó para abajo, sumergiéndolo en las aguas calientes.

El pánico se apoderó de Vini así que sintió el agua invadir sus pulmones. Por un momento, su instinto de supervivencia asumió y él intentó debatirse, buscando la superficie, intentando desesperadamente respirar. Sus brazos se movían, sus ojos muy abiertos, pero Stefan permanecía inmóvil, controlándolo con una fuerza calma, como si supiera exactamente lo que estaba haciendo. La presión aumentaba y, antes de que Vini pudiera procesar completamente la situación, el cansancio y la falta de aire comenzaron a apoderarse de su cuerpo.

Stefan observó atentamente. Él sabía el momento exacto en que el muchacho comenzaría a perder la conciencia. Cuando percibió que Vini estaba a punto de desmayar, rápidamente lo trajo a la superficie. El aire, casi sofocante, fue aspirado con fuerza por los pulmones de Vini, que tosió y se atragantó, buscando recuperar la respiración.

Antes de que pudiera recuperarse completamente, Stefan lo empujó nuevamente para abajo del agua. Y no era solo eso, en el momento en que empujaba a Vini para el fondo de la bañera, Stefan forzaba la penetración y la mantenía durante todo el tiempo. El ciclo se repitió algunas veces más, hasta que Stefan eyaculó y salió de Vini.

Diferente de las otras veces, esta vez Stefan actuó de manera más suave. Él se sentó atrás de Vini, que estaba aún jadeante, su respiración descompasada por el susto. El agua tibia continuaba burbujeando alrededor de ellos. Stefan, sin decir una palabra, alcanzó la toalla próxima y la usó para limpiar el rostro de Vini con una extraña delicadeza.

El corte que Andreas había hecho aún estaba visible, un riesgo rojo en la piel pálida del muchacho, y aunque fuera superficial, la sangre aún escurría lentamente. Stefan miró para el corte por un momento, su mirada suavizándose, como si alguna cosa hubiera cambiado dentro de él.

Con la toalla húmeda, Stefan limpió la sangre que aún escurría, la presión de sus dedos siendo gentil, pero firme lo suficiente para no dejar nada escapar. Vini no sabía qué pensar. Aquella escena era extraña. Había algo reconfortante en la manera con que Stefan trataba el corte, pero el propio acto de ser cuidado por él – un hombre que normalmente dominaba sus acciones – estaba lleno de ambigüedad.

Después de limpiar bien el área, Stefan tomó una pequeña curita de la bolsa de primeros auxilios y aplicó sobre el corte. Cuando terminó, él aún mantuvo las manos sobre el rostro de Vini por un momento, sus dedos tocando la piel de forma casi imperceptible, como si estuviera evaluando algo más allá de la herida. Vini, aún sin saber cómo reaccionar, sintió el calor de la mano de Stefan contra su cara, un contacto que traía tanto desconforto cuanto una extraña sensación de acogimiento.

— Esto va a cicatrizar luego — dijo Stefan, finalmente rompiendo el silencio, su voz baja, pero firme.

Vini no respondió, pero la mirada que Stefan mantuvo sobre él estaba cargada de una intensidad que Vini no podía desvendar.

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