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El Loto Negro —el Renacer De Un Jade—

El Loto Negro —el Renacer De Un Jade—

Status: En proceso
Genre:La Vida Después del Adiós / Reencuentro / Apoyo mutuo / Amor eterno / Demonios / Reencarnación
Popularitas:826
Nilai: 5
nombre de autor: Xueniao

Tras haber ganado la guerra entre los tres reinos y revivido al loto blanco, Liú Huó, rey del inframundo , se verá envuelto en una nueva travesía lleno de obstáculos en sus camino.

Nuevos enanemigos amenazara la paz de la corona en busca de venganza y poder. Pero esta ves será la prueba del Loto Blanco, quien tendrá que tomar el poder que por sangre siempre le correspondió y, poner fin a las calamidades de atormentan la tranquilidad y el equilibrio entre los imperios.

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Las dos caras de un Loto dorado, recuerdos del ayer.

Dos días habían pasado rápidamente. Feng Xù no había aparecido durante este tiempo, pero aún si no estaba físicamente presente, podía sentir sus ojos siguiéndome en la oscuridad a todas partes.

Necesitaba hablar con mi padre, contactar a Liu Huó y urgentemente alejar al Loto Blanco de Feng Xù. Sin embargo, sabía que, dentro de todo el mundo, los únicos lugares a los que él no tenía acceso con su poder eran el salón imperial celestial y el palacio Hei Lián de DíYú. Esto significaba que tendría que enfrentar el riesgo de ser descubierto o caer en manos de Liu Huó, quien seguramente tendría más de un motivo para tomar mi vida.

Suspiré frustrado mientras observaba por la ventana cómo las horas pasaban lentamente. La guerra estaba a punto de comenzar. Sabía que Liu Huó había preparado todas sus tropas para esta batalla, y por más débil que estuviera físicamente, con tal poder en sus manos, sería una lucha muy difícil contra los pocos seres que mi padre había conseguido.

Sentí un suave golpeteo en la puerta y cómo esta se abría lentamente. No me volteé para mirar, sabía que era mi padre, y desde que supe que Feng Xù tenía a mi madre, no podía enfrentarlo, no después de ser totalmente inútil para protegerla. —Estás despierto. Deberías descansar. Mañana será un día largo...

Bufé fríamente, ignorándolo. Apreté mis puños fuertemente alrededor de mi copa y la llevé a mis labios, bebiendo lentamente. Me sentía totalmente presionado. No había nada que pudiera hacer. Era solo un peón, un títere en un juego siniestro lleno de codicia y veneno filial. Negué, espantando mis pensamientos, cuando escuché sus pasos acercarse. Tomó una copa y la llenó lentamente, acercándose a mí y mirándome fijamente a través de la oscuridad de la noche. —¿Aún no soy digno de recibir una respuesta de tu parte? Fu Ming, sé que hay un gran peso y dolor en tu corazón. Sé que gran parte de ese dolor es culpa mía, pero si no me das una oportunidad, jamás podré expiar mis pecados hacia ti... Fu Ming, no quiero ir a la guerra sin el perdón de mi único hijo...

Sentí cómo el líquido caliente del vino bajaba lentamente por mi garganta y cómo mi respiración resecaba mis labios cada vez que inhalaba. Miré mi copa, intentando ordenar mis pensamientos, pero mis ojos iban de un lado a otro sin encontrar un punto muerto. Y el reflejo en el líquido solo me mostraba la mediocridad de mi ser. ¿Qué derecho tenía a odiarlo? ¿Qué derecho tenía de exponer sus pecados? Sabía que no tenía la culpa de nada. Sabía que el culpable estaba muerto y lo que quedaba con vida era mi propio odio y recelo por no ser aceptado por aquel ser que con todas mis fuerzas deseaba que fuera mi verdadero padre. Ahora, frente a mi verdadero progenitor, ¿cómo podía enfrentarlo? No me sentía capaz. No me sentía correcto. Y sus arduos intentos eran un puñal en mi corazón que cargaba con más peso a mis hombros. —No necesitas mi perdón. No hay nada que deba perdonarte...

Lo oí suspirar y lo vi dar dos pasos hacia adelante, sosteniéndose del balcón. Miró hacia el cielo nocturno y bebió el vino de un solo trago. —Aunque no lo creas, si hubiera tenido una sola oportunidad de traerte a ti y a tu madre conmigo aquel día que supe que eras mi hijo, lo habría hecho sin pensarlo.

Él se dio la vuelta, mirándome desde el mismo lugar. Sus ojos estaban rojos, mostrando dolor arraigado por demasiado tiempo. Aquella mirada ya había dicho más de lo necesario, pero aun así continuó con sus palabras. —Cuando supe que eras mi hijo, estábamos en medio de la guerra. Estaba a punto de destruir el imperio de Wun Yao, tenía el poder en la palma de mi mano... Pero ese mismo día, justo cuando habíamos logrado destruir la matriz y entrar en el imperio celestial, una bandada de fénix dorados se alzó en el aire.

Bajó su mirada como intentando acomodar sus palabras. Vi cómo tragaba duro y cómo sus manos sudaban. —El corazón se me cayó en mil pedazos cuando el cielo brilló anunciando tu nacimiento. No había visto a tu madre en seis meses por precaución de que él le hiciera algo.

Volvió a voltearse y apretó tan fuerte la pequeña copa que se rompió en miles de fragmentos, haciendo sangrar su mano. Yo solo podía mirarlo, mi cuerpo estaba congelado por alguna razón. —Creí que eras suyo, pero aun así detuve el ataque en plena batalla. Convoqué a los ministros celestiales y proclamé una tregua si él se presentaba ante mí para formar un pacto.

Negó levemente, apretando sus puños sobre el cemento frío del balcón. —No me importaba si no eras mío. Eras de ella, y yo realmente amaba a tu madre. La amaba tanto que te crie y amé como si fueras mi propio hijo, aunque no lo fueras. Habíamos planeado escapar, desaparecer, pero ella quería poder. Quería ser la emperatriz y jamás se saciaría solo siendo la reina de DíYú...

Sentí cómo mi corazón se estremecía. Amaba a mi madre, pero durante tanto tiempo vi cómo la codicia carcomía su corazón hasta el punto de humillarse delante de ese hombre mientras mantuviera su poder y estatus. —Es por eso que decidí tomar el poder de Wun Yao. Jamás había ambicionado el imperio celestial, jamás ambicioné nada de lo que Wun Yao tenía, pero por alguna razón, la primera vez que adoré y amé con todas mis fuerzas algo, se fue entregada a él. Perdí la cabeza y jamás pude renunciar a tu madre.

Él se volvió a mirarme nuevamente y se acercó a mí, solo a dos pasos de distancia, mirándome fijamente. —Quería tomar el trono de Wun Yao y luego sentar a tu madre en lo más alto de los cielos. Quería adorarla y amarla como el único tesoro existente. Pero el día que naciste, Wun Yao descubrió que no eras suyo. Y aunque él sabía muy bien que tu madre y yo nos amábamos, jamás podría aceptar que tú no fueras suyo. Así que tomó la calamidad como el regalo más grande que el destino pudo darle, y tomó tu vida como un seguro para controlar todos los reinos.

Sentí cómo mi corazón se rompía. Los ojos del hombre ante mí eran el dolor vivo de los recuerdos. Una lágrima corrió por sus mejillas cuando cerró los ojos en un intento vano de controlar sus emociones. No pude evitar sentir que una parte de mi corazón se calentaba ante el cariño que sus recuerdos rebelaban. —Él te trajo ante mí, y al estar frente a mí, las marcas que revelaban tu procedencia empezaron a recorrer tu cuerpo completamente. Tu piel se oscurecía y tus ojos brillaban como el sol. Eras mío y no había duda de ello. Eras la prueba verdadera del amor que nos juramos tu madre y yo. Y aunque mi corazón volvió a latir, se detuvo abruptamente cuando él te puso en medio del caos que era aquella guerra. Te amé desde el primer momento que te vi, Fu Ming. Te amé a ti y a tu madre e hice lo único que estuvo a mi alcance para protegerlos... juro que fue mi única opción. Si hubiese habido solo una, aunque sea muy pequeña oportunidad de hacer algo diferente y asegurar sus vidas, te juro que lo habría hecho sin pensarlo, porque ustedes son mi única razón...

Sus ojos dorados brillaron al verme. No había mentira en sus palabras; podía verlo, podía sentirlo. Y por primera vez en mi vida, sentí aquel amor que siempre había esperado. Metí la mano en la manga de mi túnica, sacando la horquilla que él me había dejado con mi madre, y lo miré fijamente. —Yo... Necesito tu ayuda, padre.

Él abrió los ojos en sorpresa, y sentí cómo mi corazón latía fuertemente ante aquellas palabras y ante lo que estaba a punto de decir. —Feng Xù tiene a mamá. Él nos traicionó y va a destruir todo si no lo detenemos...

La mirada de Wun Zheòn se ensombreció, soltó lentamente el aire que estaba conteniendo y cerró los ojos, calmado su ira. —¿Desde cuándo?

Negué suavemente, mirándolo, y le tendí la horquilla, tomando su mano y mirando en dirección hacia Heiyu. —No lo sé. Lo descubrí hace dos días. Me amenazó con la vida de mamá. Seguramente sabrá que te he dicho esto, por lo que tenemos que actuar antes de que intente detenernos o lastimarla.

Los ojos de mi padre estaban rojos por la ira acumulada, su piel pálida se volvía oscura y elegantes marcas doradas adornaban su rostro, resaltando la oscuridad de su ser. —Feng Xù... veamos si realmente es capaz de traicionarme...

Lo miré en silencio mientras él tomaba la horquilla en mi mano y caminaba tras de mí, colocándola en mi cabello. Mi piel cambió, imitando la suya, y me volteé para verlo. Él agarró la tetera y vertió el vino en un círculo perfecto alrededor de él. Llevó sus dedos a su boca, susurrando unas palabras, mordió la punta de su dedo dejando caer una fina hila de sangre, y escribió en su palma un conjuro, golpeando el círculo hecho con el vino. Toda la habitación quedó cubierta; había sellado por completo el lugar. Miré en silencio hasta que él se volteó hacia mí. —Él restauró tu núcleo, ¿no es así?

Asentí levemente mirándole y levanté mi palma mostrando la energía que fluía en mí. —No se puede comparar al poder de Liu Huó, ni al tuyo, pero aun así está completo y es suficiente para mantenerme vivo en la batalla.

—Bien, dime todo ahora.

Asentí y le conté rápidamente todo lo que había pasado ese día, la ira de Wun Zheòn era palpable, pero aun así reprimió todos sus comentarios y mantuvo un semblante frío e imponente. —Iras con el Rey Huó y no importa lo que hagas, tienes que unir fuerzas con él...

Me miró fijamente como si analizara mis pensamientos y dejo caer sus brazos pesadamente. —Es hora de parar Fu Ming... Tú y tu madre, es hora de dejar ir...

Sabía a lo que se refería con sus palabras, todo esto no era más que un chiste absurdo. Jamás había querido el poder y mis deseos jamás se harían, no porque él estuviese muerto, sino porque ni siquiera yo sabía a estas alturas, que era lo que realmente deseaba. Tenía a mi verdadero padre frente a mí, si recuperábamos a mi madre, ya no había nada por lo cual luchar, solo desaparecer y vivir, vivir todo lo que jamás se me fue permitido. —Lo sé... ¿Qué es lo que planeas hacer?

—Yo retendré a Feng Xù y liberaré a tu madre, tú...

Se acercó a mí mirándome a los ojos y deslizo sus dedos por la horquilla. —Usarás esto para salir de este lugar e ir hacia Huó, Feng Xù no sabe que puedes cambiar de esta forma, te harás pasar por una de mis sombras e iras junto con dos sombras hacia DíYú. Tienes que convencerles, no podemos dejar que ese ser tome el control de los tres reinos, tienes que evitar a toda costa de que él tome el control del Loto Blanco...

Asentí mirándole a los ojos, camine lentamente hacia el balcón y mire fijamente en dirección a Heiyu. Era irónico pensar que luego de tanto tiempo luchando, luego de tanto resentimiento, seria yo quien fuese el primero en bajar la cabeza ante aquel. Pero por alguna razón, por algún motivo, no había nada que amargara mi corazón cuando pensaba en ello, después de perder tanto, me sentía realmente avergonzado y dolido en mi corazón. Había perdido demasiado en esta guerra, había perdido demasiado por un poder que jamás codicie realmente. —Haré todo lo que esté en mi alcance... para detener esta guerra sin sentido, después de todo, él es realmente el único que debería sentarse en el trono...

Sentí la mano de mi padre palmear mi hombro, era el momento de poner fin a todo de una vez por todas. —Preparémonos, saldré con los primeros rayos.

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