Josiane no quería estar allí, pero se vio obligada a ir a terapia debido a las reglas del refugio en el que vive.
Patrícia, su psicóloga, estaba acostumbrada a tratar casos difíciles, pero nada la preparó para Josiane.
Entre la ética y el amor ¿cuál prevalecerá?
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Capítulo 22
Patricia llegó a casa después de un largo día. La conversación con Caroline, y los besos intercambiados con Josiane, aún resonaban en su mente. Se sentó en el sofá, una taza de café en las manos, y comenzó a reflexionar. El progreso era real, de eso no había duda. Josiane había compartido cosas que probablemente nunca le había dicho a nadie. Pensamientos, miedos, deseos, todo había fluido como si finalmente hubiera encontrado un espacio seguro. Y eso era lo que Patricia quería proporcionar.
¿Pero a qué precio?
Colocó el café en la mesita de la sala junto a los sillones, se pasó las manos por el rostro y suspiró profundamente. Caroline tenía razón, renunciar ahora sería un error.
Josiane confiaba en ella como no había confiado en nadie más. Eso no era poca cosa, teniendo en cuenta que tantas otras personas se habían rendido con ella, por ser inaccesible.
Ella demostraba, mejoras, estaba riendo, hablando sin ataduras.
Psicólogos experimentados, de renombre, todos habían fallado donde Patricia estaba logrando avanzar. No se trataba del ego. No se trataba de ser la única. Se trataba de ayudar a alguien que, claramente, estaba cargando un peso inmenso.
Pero entonces venía la pregunta que Patricia evitaba: "¿Por qué Josiane confiaba en ella?" Ella confesó estar sintiendo algo por ella.
La respuesta parecía obvia a primera vista. Era el método, la paciencia, el esfuerzo por romper el silencio. "Pero, ¿y si hubiera algo más?" ¿Algo que Patricia no quería admitir ni para sí misma? Josiane parecía proyectar en ella algo mayor, más íntimo. Una figura de seguridad, ¿tal vez? ¿Una madre, una amiga? ¿O... algo más? Sí, ella estaba empezando a enamorarse de Patricia, y ella, se preguntaba varias veces, si ella también no se estaba enamorando de Josiane.
Patricia sacudió la cabeza, tratando de alejar tales pensamientos. No podía permitirse confundir las cosas. Josiane la necesitaba como terapeuta, y ese era el papel que ella debía desempeñar.
Recordó las primeras sesiones, cuando Josiane apenas decía una palabra. El silencio era absoluto, casi opresivo. Muchos se habrían dado por vencidos, pero Patricia insistió. Y ahora, Josiane hablaba. No solo sobre lo superficial, sino sobre las partes más dolorosas de su alma. Eso era una victoria profesional, sin duda. Sin embargo, ¿por qué aquello parecía una victoria personal también?
Lo que realmente la incomodaba era la vulnerabilidad que empezaba a surgir dentro de ella misma. Siempre había sido la profesional que mantenía las barreras firmes, que sabía cómo separar el trabajo de lo emocional. Pero con Josiane, todo parecía diferente. Tal vez porque Josiane también era diferente. No era solo una paciente difícil; era alguien que, de alguna forma, hacía que Patricia se cuestionara.
Mientras Patricia se sumergía en sus pensamientos, empezó a enumerar mentalmente las señales. Josiane, en varias ocasiones, había demostrado un apego inusual. Era como si Patricia fuera un puerto seguro, alguien en quien ella podía confiar sin reservas. Eso era bueno. Era eso lo que Patricia quería. Pero... ¿sería solo eso?
Patricia comenzó a rememorar los momentos en que Josiane la miraba de una forma que parecía atravesar las barreras profesionales. Los momentos en que ella dudaba antes de hablar, como si estuviera eligiendo cada palabra cuidadosamente. Y, principalmente, los besos.
No podía ignorar el hecho de que Josiane estaba proyectando algo en ella. Tal vez fuera una búsqueda por seguridad, por cuidado, por amor. Y, al mismo tiempo, Patricia se preguntaba: ¿Será que estoy proyectando algo en ella también?
Patricia sabía que necesitaba ser honesta consigo misma. Había un vínculo formándose allí que iba más allá de lo profesional. Eso era peligroso, pero también era real. No podía renunciar a Josiane. No ahora, cuando la confianza estaba establecida. Pero tampoco podía ignorar los riesgos. Necesitaría ser cautelosa, mantener los pies en el suelo, no dejar que las líneas entre terapeuta y paciente se cruzaran.
Patricia aún seguía, sentada en el sofá de la sala, perdida en sus pensamientos. La conversación con Caroline aún resonaba en su cabeza, junto con los fragmentos de la última sesión con Josiane. El peso de la situación empezaba a apretar de una forma que ella no podía ignorar.
De repente, su madre entró en la sala, notando la expresión distante de su hija.
— Estás tan callada hoy, hija. ¿Está todo bien? — preguntó, sentándose a su lado.
Patricia dudó por un momento, sabía que no podía revelarlo todo, pero sentía necesidad de desahogarse, al menos un poco.
— Es una paciente... — comenzó, mirando a la nada. — Una paciente misteriosa, como tú siempre dices. — Ella rió nerviosa, su madre le devolvió la sonrisa.
— Hum... ¿la paciente misteriosa volvió a surgir, entonces? — provocó la madre, de forma leve, pero claramente interesada.
Patricia suspiró, recostándose en el sofá.
— Mamá, creo que me estoy involucrando emocionalmente más de lo que debería. Algo que puede ser poco ético.
— Puedes ser más clara, hija. — dijo Helena.
— Siento que el vínculo, el mío con ella, está creciendo de una forma que me preocupa. Hoy, pensando en la conversación que tuve con Caroline, me quedé pensando... ¿realmente la estoy ayudando, o me estoy dejando llevar demasiado? Consigo que se abra, pero ¿a qué precio?
Su madre se inclinó un poco hacia el lado de su hija, observando atentamente.
— ¿Entonces hablaste con Caroline?... — preguntó.
Patricia asintió.
— ¿Puedes explicarme con más calma, sobre esta conexión con esta paciente misteriosa?
— Sí. Es como si fuera la única persona en la que confía. No se abrió con nadie antes. Y, al mismo tiempo, siento que esa responsabilidad me atrapa. Debería alejarme, pero ¿qué pasaría con ella, entonces? Me preocupo, pero más de lo que debería.
La madre reflexionó por un instante antes de responder.
— Entiendo lo que quieres decir. Este peso de ser la única persona en la que confía es inmenso. Parece que, si te vas, vas a dejar que algo se derrumbe... Pero, hija, eso no es verdad, ella lo logrará, solo depende de ella. Y piensa, amor, si tú no estás bien, ¿cómo puedes ayudar a alguien? — Ella tocó levemente la mano de Patricia. — ¿Has pensado en hablar con tu propia psicóloga sobre esto?
Patricia miró a su madre, considerando la idea.
— Es una buena idea. Pero solo tengo una consulta dentro de 15 días. Intentaré concertar una cita antes — respondió.
La madre sonrió de vuelta, tratando de animarla.
— Siempre has sido muy responsable, Patricia. Lo que estás sintiendo es normal, y aprovecha el apoyo que tienes. Úsalo, para que te ayude.
Patricia asintió de nuevo, sintiendo un pequeño alivio por poder compartir parte de lo que estaba sintiendo. Sabía que su madre tenía razón, y que necesitaba organizar sus pensamientos antes de que la situación se saliera de control.