Si hubiera sabido el impacto que tendrías en mi vida, hubiera corrido en otra dirección que no fuese la tuya
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Game over
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Después de días de tensión y falsas pistas, parecía que todo iba a resolverse. April y Jota habían conseguido acercarse a lo que creían era la ubicación de Lucas, siguiendo indicios cada vez más oscuros, cada vez más desesperados. Sin embargo, algo no cuadraba; una sensación en el estómago de April le decía que estaban a punto de caer en una trampa.
La noche que creían haber logrado escapar fue un infierno. Perseguidos por hombres armados, habían logrado abrirse paso por las calles, saltando callejones, corriendo por túneles, siempre a un paso de sus captores. Finalmente, exhaustos, se refugiaron en una casa abandonada. El sudor les resbalaba por la piel mientras trataban de pensar en su próximo movimiento.
—Lo logramos… por ahora —dijo April, su voz apenas un susurro, como si el solo hecho de pronunciar esas palabras fuera suficiente para atraer la desgracia.
Jota la miró con preocupación. Sabía que no estaban ni cerca de salir de peligro, pero tenía que darle algún tipo de esperanza.
—Sí, por ahora. Pero no podemos bajar la guardia. Estamos cerca de Lucas, puedo sentirlo.
Las palabras de Jota no lograron tranquilizarla. Esa misma noche, cuando el cansancio finalmente los venció y bajaron la guardia por unos instantes, la tragedia golpeó con toda su fuerza. Un crujido en la puerta, seguido por sombras rápidas que envolvieron la habitación, y lo siguiente que Jota recuerda fue el impacto de un golpe seco en la cabeza que lo dejó aturdido.
Cuando despertó, todo había cambiado.
***
Horas más tarde, la realidad se estrelló contra él con la misma brutalidad que aquel golpe en la cabeza. El frío de la madrugada le calaba los huesos mientras corría hacia la puerta de la casa de los padres de April, apenas consciente del temblor que le recorría el cuerpo. Afuera, el aire se sentía pesado, como si el mundo mismo estuviera conteniendo la respiración.
Al abrir la puerta, lo primero que vio fue a Lucas, el joven que había estado buscando incansablemente durante días. Estaba tirado en el suelo, inconsciente, su cuerpo sucio y lleno de moretones, pero vivo. Jota cayó de rodillas a su lado, sintiendo una mezcla de alivio y horror. El alivio de verlo de nuevo, pero el horror de saber que esto no había terminado, ni mucho menos.
Entonces lo vio. La nota.
Arrancó el trozo de papel pegado al pecho de Lucas y lo leyó, su estómago retorciéndose con cada palabra:
**"Intercambio realizado. Suerte para la próxima. El tiempo ha acabado."**
Sus ojos recorrieron el mensaje una y otra vez, tratando de procesarlo. **Intercambio**. Una palabra que perforó su mente y su alma. De inmediato, lo entendió todo. El alivio de ver a Lucas ahí fue reemplazado por un miedo profundo que lo paralizó. April no estaba. Se la habían llevado. Ella había sido el precio por la liberación de su hermano.
—¡No! —gritó, su voz desgarrando el silencio de la madrugada, llena de desesperación y rabia. Las lágrimas ardían en sus ojos, pero no las dejaba caer. No podía permitirse el lujo de quebrarse, no ahora.
Tomó a Lucas en brazos y lo metió dentro de la casa, pidiendo ayuda a gritos. Sus padres corrieron a su encuentro, atónitos al ver el estado en el que estaba su hijo. Pero lo que no sabían, lo que Jota aún no tenía fuerzas para decirles, era que la pesadilla no había terminado. No del todo.
Mientras los paramédicos llegaban y llevaban a Lucas al hospital, Jota se quedó solo en el umbral de la puerta, mirando la nota una vez más. Sabía que lo que fuera que estaba detrás de todo esto no había terminado el juego. Se lo habían advertido. "El tiempo ha acabado." Pero para él, no había tal cosa como un final mientras April estuviera en manos de esos monstruos.
Sentía la ira crecer dentro de él, una furia tan potente que apenas podía contenerla. No era solo el miedo por April, sino la culpa. **Él debía haberla protegido. Debía haber sido más rápido, más fuerte. No debió haber permitido que la tomaran.**
De repente, todo a su alrededor pareció desmoronarse. Las paredes de la casa que hasta ese momento había considerado un refugio se volvían claustrofóbicas, y el peso de la pérdida caía sobre sus hombros con una fuerza aplastante. Sin embargo, en medio de la tormenta interna, algo más surgió. Una determinación feroz.
—Voy a encontrarte, April —murmuró entre dientes, su voz temblando con la mezcla de dolor y rabia. No sabía cómo, ni dónde, pero no descansaría hasta traerla de vuelta.
A lo lejos, el sonido de los autos y las luces de la ciudad contrastaban con la oscuridad en la que se encontraba sumido. Pero Jota sabía que, a partir de ese momento, no había lugar para la duda. Lo que fuera que viniera, lo enfrentaría. La habían arrebatado de él, y ahora, estaba dispuesto a darlo todo para recuperarla. Aunque el costo fuera su propia vida.
La próxima vez, no habría margen para el error.
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