Adrián, un joven creativo lleno de entusiasmo, comienza a trabajar en una agencia publicitaria donde conoce a Héctor, su exigente y distante director creativo. Lo que comienza como una relación profesional llena de tensiones se transforma en un vínculo inesperado cuando Adrián descubre la vulnerabilidad detrás de la fría fachada de Héctor. Juntos, enfrentarán prejuicios y sus propios miedos mientras intentan encontrar el amor en medio del caos .
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cap:3
Pero algo no salió como esperaba. Mientras hablaba, Héctor frunció el ceño y lo interrumpió.
—Eso no era lo que habíamos acordado, Adrián.
El comentario cayó como una losa sobre el ambiente. Adrián parpadeó, confundido.
—Pero… es el diseño que revisamos juntos anoche. Pensé que…
—Pensaste mal —respondió Héctor, cortante. Luego, sin mirarlo, continuó la presentación como si nada hubiera pasado.
Adrián se sintió humillado. Al terminar la reunión, salió de la sala rápidamente, evitando las miradas curiosas de sus compañeros. Se refugió en la pequeña terraza del edificio, con la respiración agitada y un nudo en la garganta.
—¿Huyes del trabajo ahora? —La voz de Héctor lo hizo girar de golpe.
Adrián lo miró con los ojos llenos de rabia y algo más profundo: decepción.
—¿Qué fue eso, Héctor? ¿Por qué me expusiste así frente a todos?
Héctor suspiró, pero su expresión seguía siendo fría.
—No fue personal. No puedo permitir que algo salga mal en una presentación tan importante.
—¿No fue personal? —repitió Adrián, con amargura. Dio un paso hacia él, sin importarle la distancia que normalmente mantenían.
—Anoche trabajamos juntos en esto. Me dijiste que iba bien, que estaba listo. ¿Y ahora finges que no? ¿Por qué haces esto?
Héctor lo miró fijamente, y por un momento pareció dudar. Pero luego desvió la mirada.
—Es parte del trabajo, Adrián. Si no puedes manejar la presión, tal vez este no sea el lugar para ti.
Las palabras de Héctor lo golpearon como un puñetazo en el estómago. Adrián sintió que el aire se volvía pesado, como si el hombre que había comenzado a admirar y, tal vez, a querer, lo estuviera alejando intencionadamente.
—Sabes qué, Héctor, tienes razón. Tal vez este no sea el lugar para mí.
Sin esperar respuesta, Adrián se marchó, dejando a Héctor solo en la terraza.
Esa noche, mientras Adrián empacaba algunas cosas en su escritorio, Clara, una de sus compañeras, se acercó.
—Oye, siento lo que pasó hoy. Héctor puede ser duro, pero creo que está lidiando con algo más.
Adrián negó con la cabeza.
—No importa lo que esté pasando con él. No justifica cómo me trató.
Clara suspiró, pero no insistió.
—Solo digo que a veces la gente no sabe cómo manejar sus propios sentimientos.
Adrián no respondió, pero las palabras de Clara se quedaron en su mente mientras caminaba hacia casa.
Por otro lado, Héctor permanecía en su oficina, mirando la maqueta que Adrián había preparado. La verdad era que sabía que el trabajo de Adrián era excelente, pero el miedo a reconocer lo mucho que confiaba en él lo había llevado a reaccionar mal. Héctor golpeó la mesa con frustración, maldiciéndose a sí mismo por arruinar algo que apenas estaba empezando a construir.
Al día siguiente, Adrián evitó a Héctor lo mejor que pudo. Pero al final de la jornada, Héctor lo detuvo antes de que pudiera salir.
—Necesito hablar contigo.
Adrián lo miró, cansado.
—Si es otra crítica, no quiero escucharla.
Héctor negó con la cabeza, su mirada más suave de lo que Adrián había visto antes.
—No es eso. Quiero disculparme.
Adrián se detuvo, sorprendido.
—¿Disculparte?
—Fui injusto contigo. Estaba… lidiando con mis propios problemas, y tú no tenías por qué cargar con eso. Lo que hiciste fue excelente, y el cliente quedó encantado.
Por primera vez, Adrián vio a Héctor bajar la guardia. Y aunque la herida aún dolía, algo en su interior le dijo que valía la pena intentarlo de nuevo.
—Está bien, Héctor. Pero si vuelves a hacer algo así, no me quedaré callado.
Héctor sonrió levemente, y Adrián supo que, a pesar del malentendido