En "Lazos de Fuego y Hielo", el príncipe Patrick, marcado por una trágica invalidez, y la sirvienta Amber, recién llegada al reino de Helvard junto a sus hermanos para escapar de un pasado tormentoso, se ven atrapados en una relación prohibida.
En un inicio, Patrick, frío y arrogante, le hace la vida imposible a Amber, pero conforme pasa el tiempo, entre los muros del castillo, surge una conexión inesperada.
Mientras Patrick lucha con su creciente obsesión y los celos hacia Amber, ella se debate entre su deber hacia su familia y los peligros que acarrea su amor por el príncipe.
Con un reino al borde del conflicto y un enemigo poderoso como Ethan acechando, la pareja de su hermana Jessica, enfrenta los desafíos de un amor que podría destruirlos a ambos o salvarlos.
(Historia basada en la época medieval)
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Capitulo 22
Amber intentó moverse, pero el cuerpo aún le pesaba como si estuviera atrapado en una bruma. La fiebre había disminuido, pero la debilidad permanecía, impidiéndole hacer más que observar a Patrick.
Él seguía a su lado, sin despegarse ni un momento, con los ojos cargados de preocupación pero también de una ternura inesperada.
—No deberías estar aquí así conmigo—susurró ella, su voz apenas un hilo. No tenía la fuerza para decir más, pero sabía que estaba mal que un príncipe, alguien tan importante, hubiera pasado toda la noche cuidándola.
Patrick la observó detenidamente, su expresión endureciéndose solo un poco, como si intentara esconder sus emociones.
—Debería estar donde quiera estar —replicó con suavidad, pero su tono firme dejaba claro que no iba a permitirle objetar. Él no era de los que pedían permiso para nada, y esta vez no sería diferente.
Amber trató de sonreír, pero su cuerpo la traicionaba. Aún se sentía vulnerable, y la mirada intensa de Patrick sobre ella no ayudaba a calmar sus nervios.
—Debes descansar —continuó él—. No quiero que vuelvas a enfermarte, ¿entiendes?
Ella asintió levemente, agradecida pero también incómoda por la situación. No podía entender por qué alguien como él, tan arrogante y distante, se preocupaba tanto por una sirvienta.
Y sin embargo, aquí estaba, mostrándole un lado completamente desconocido.
El silencio entre ellos se volvió denso, cargado de preguntas sin responder y sentimientos que ni uno ni otro podían expresar abiertamente.
Finalmente, Patrick rompió ese silencio, bajando la mirada hacia las manos de Amber, que él aún sostenía entre las suyas.
—No puedes imaginar lo mucho que me preocupaste anoche —confesó en voz baja, casi como si hablara para sí mismo—. No podía… no puedo perderte.
Amber lo miró con sorpresa, sin saber qué decir. Jamás había pensado que el príncipe pudiera sentirse así hacia ella.
Siempre lo había visto como alguien inalcanzable, distante, alguien que la veía solo como una simple sirvienta. Pero sus palabras ahora eran diferentes, cargadas de una vulnerabilidad que lo hacía casi humano.
—Patrick, yo… —comenzó a decir, pero se detuvo, sin saber cómo continuar.
Antes de que pudiera responder, el sirviente entró en la habitación con una bandeja de comida y algo de té caliente. Patrick soltó las manos de Amber, pero no apartó su mirada de ella.
—Quiero que comas algo —ordenó con suavidad, mientras el sirviente colocaba la bandeja a un lado de la cama—. Necesitas recuperar fuerzas.
Ella asintió de nuevo, sintiendo cómo su mente trataba de procesar todo lo que había sucedido.
Mientras tomaba un sorbo del té caliente, notó que Patrick no dejaba de mirarla, como si quisiera asegurarse de que cada bocado que tomaba la fortaleciera.
A pesar de la incomodidad de ser cuidada tan intensamente, Amber sintió algo que no podía negar: la seguridad que Patrick le brindaba era una especie de refugio que nunca había tenido.
Y, en el fondo, a pesar de sus intentos de resistirlo, comenzaba a sentir algo más que simple gratitud hacia él.
Mientras saboreaba el té caliente, me di cuenta de lo mucho que lo necesitaba en ese momento. El calor del líquido se extendió por mi cuerpo, aliviando un poco el frío que aún se sentía en mis huesos.
Pero, más que eso, la presencia de Patrick a mi lado me brindaba una sensación de seguridad que nunca había experimentado antes.
Observé cómo su mirada seguía fija en mí, con una intensidad que me hacía sentir expuesta, pero no incómoda.
Era como si pudiera ver a través de mí, leyendo mis pensamientos y emociones sin que yo dijera una sola palabra. Nunca antes había visto ese lado de él, tan vulnerables y cercanos, y algo en su expresión me hizo querer abrirme más.
—Gracias por cuidarme —dije, intentando romper el silencio que se había vuelto denso entre nosotros—. No debiste hacerlo.
Patrick se encogió de hombros, una leve sonrisa asomando en su rostro, como si mis palabras le resultaran absurdas.
—Si me preocupo por alguien, no puedo quedarme de brazos cruzados.
Sus palabras resonaron en mi mente. Para él, esto no era solo un deber, sino algo más profundo.
Y en ese instante, una oleada de emociones me invadió. La forma en que me miraba, con tanto cuidado y afecto, me hacía sentir que era más que una simple sirvienta.
Aun así, la realidad me golpeó. Era un príncipe y yo solo una sirvienta. ¿Qué derecho tenía a desear más de él?
Era una línea que no debía cruzar. Aun así, me sentía tan atraída hacia él, no solo por su apariencia, sino por la conexión que comenzaba a formarse entre nosotros.
—Me asustaste anoche —continuó él, su tono volviéndose más serio—. No sabía qué hacer cuando te vi tan pálida y débil.
Mis manos temblaron al recordar la sensación de desvanecerme en su cama, la fiebre ardiendo en mi piel. Pero también recordaba cómo él no se apartó de mi lado. Era un gesto que significaba más de lo que las palabras podían expresar.
—Lo siento —dije, sintiendo la necesidad de disculparme por preocuparlo—. No quise ser una carga.
Patrick frunció el ceño, sus ojos verdes y azules penetrando en los míos con una intensidad que me dejó sin aliento.
—No me digas eso. No eres una carga. Eres… importante para mí —admitió, como si le costara pronunciar esas palabras.
Me quedé paralizada ante su confesión. La forma en que sus palabras flotaron en el aire entre nosotros era casi mágica. ¿Importante? Para un príncipe, para alguien como él, esas palabras llevaban un peso enorme.
—¿Qué significa eso? —pregunté, temiendo lo que podría escuchar.
Él se quedó en silencio, mirándome como si estuviera decidiendo si debía seguir adelante. Finalmente, respiró hondo y dijo:
—Significa que no quiero perderte, Amber. No solo porque seas mi sirvienta, sino porque me importa lo que sientes y lo que piensas.
Esas palabras resonaron en mi corazón. No podía evitar sentir que algo profundo estaba cambiando entre nosotros, un vínculo que se formaba a través del cuidado y la vulnerabilidad.
Pero también sabía que debía tener cuidado, que estas emociones podían llevarnos a un lugar peligroso.
Con el rostro aún cálido por la fiebre, busqué sus ojos, intentando entender la magnitud de lo que me estaba diciendo. A pesar de la confusión y el miedo que sentía, había una chispa de esperanza en mi pecho. Quizás, solo quizás, lo que estaba empezando a florecer entre nosotros era más que un simple deseo.
—Patrick… —comencé a decir, pero él me interrumpió.
—No tengo respuestas, Amber. Solo sé que no quiero que esto termine. Quiero que estés aquí conmigo, no solo como mi sirvienta, sino como alguien que cuenta en mi vida.
Y, mientras me hablaba, me di cuenta de que la vida era un delicado equilibrio entre lo que deseamos y lo que creemos que merecemos.
Pero, en ese instante, todo lo que quería era estar a su lado, y la posibilidad de que él también lo deseaba llenó mi corazón de una calidez que la fiebre no podía apagar.