Emma, una chica carismática con una voz de ensueño que quiere ser la mejor terapeuta para niños con discapacidad tiene una gran particularidad, es sorda.
Michael un sexi profesor de psicología e ingeniero físico es el encargado de una nueva tecnología que ayudara a un amigo de toda la vida. poder adaptar su estudio de grabación para su hija sorda que termina siendo su alumna universitaria.
La atracción surge de manera inmediata y estas dos personas no podrán hacer nada contra ella.
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capitulo 9.1
Mientras ella se acomoda para su pronta salida, le mandó un mensaje al decano de la universidad avisando que le darán el alta a mi protegida y que luego iré para la universidad. No espero respuesta, después de todo, ella está, primero que nada.
Como lo había prometido el director de la clínica, enseguida volvió con el alta para mi mujer y con una lista de sus prontos turnos para la fisioterapia. Ya teniendo todo listo, salimos de la clínica y mientras conduzco a su casa, ella le manda mensaje a su padre dándole la noticia de su libertad.
La enfermedad del abuelo de mi mujer tiene a su padre y hermano atrapados en la ciudad, dejándome a mí como tutor de Emma, además de novio. La idea no es que no me agrade, al contrario, me encanta y más con su alta recuperada. Tenerla en casa, en su cama como la primera vez me tiene soñando todo el camino.
Llegamos pronto a su vivienda y luego de una despedida llena de besos calientes, a regañadientes me encamino a la universidad. Al llegar me encuentro con un revuelo que de lejos me vi venir.
Antes de pasar a procesar mi ingreso el rector de la Universidad me detiene he insiste en llevarme a su despacho, no dice nada, solo pide que lo siga. No sé qué pasa, pero algo me dice que no son buenas noticias las que tiene para mí.
Entramos al despacho y antes de cerrar la puerta el decano pide a su secretaria no ser molestados.
—Toma asiento, Michael —dice este antes de dirigirse a su propio lugar.
Hago lo que me pide y con cierto resquemor en el estómago, me siento en la silla frente al decano.
—¿Pasa algo? Tengo una clase que dar —murmuro.
—Eso está por verse, iré al grano —dice y siento que viene a mi esa pregunta que me hizo la amiga de Emma ¿Qué pasa si todo se complica? —. Hemos recibido una notificación al departamento disciplinario donde especifica que usted tiene una relación extracurricular con una de sus alumnas y que al parecer es menor de edad.
Frito, me siento frito.
Enseguida llega a mí las palabras del médico de esta mañana. Sus palabras no dejaban lugar a dudas de que él podría llegar a ser el denunciante y ahora me encuentro en la posición de defender mi relación.
—Cuento con la aprobación de su padre —digo, pero sé que no sirve de nada.
—Sigue siendo una menor, solo cuenta con veinte años —resopla y talla su cara—. No puedo creer que haya seducido a una alumna, o... ¿No fue así? —levanta la mirada esperanzada— Si ella lo sedujo, pude encargarme de ello y asunto resuelto, no tengo que porque perder a un buen profesor por una niña mimada.
—¡Cállese la boca! ¡No permitiré que insulte así a mi mujer! —doy un golpe en la mesa, escuchar semejante estupidez de la boca del hombre me llena de rabia—. Ella no me sedujo en ningún momento, las cosas se dieron porque así lo quiso el destino y ni usted ni nadie tiene el derecho de decidir sobre nuestra relación.
—Perfecto, entonces puede usted cesar de sus deberes como docente y haga de su vida privada lo que más le plazca, pero en esta institución tenemos principios, los cuales usted ha roto por más que la familia de la alumna esté al tanto, esto no es apropiado —finaliza y suelta el aire contenido, yo lo imito.
—Haré lo que me pide con una condición —murmuro ya mirando mis manos.
—No puede poner condiciones, pero seré benevolente y escucharé su petición —dice el hombre y su mirada me estudia por un largo minuto.
—Quisiera que no expulsen a mi alumna —pido, el decano me mira como si ya supiera que le pediría aquello.
—La decisión no es mía, pasará por el tribunal de diciplina académica y en bace a lo que se decida junto a los profesores se tomará una decisión justa —dice y asiento.
No insisto sé que no me escucharan, después de todo solo llevo unos meses como profesor. Antes de salir del despacho, firmo mi renuncia.
Al salir del edificio me dirijo a los departamentos, tengo que desalojar el que ocupo y solo sé que me llevara poco tiempo empacar todas mis pertenencias. Cuando logro hacerlo, meto todo a mi coche y después de dejar todo en orden con el conserje me dirijo la casa de mi pequeña gatita.