Adrián, un joven creativo lleno de entusiasmo, comienza a trabajar en una agencia publicitaria donde conoce a Héctor, su exigente y distante director creativo. Lo que comienza como una relación profesional llena de tensiones se transforma en un vínculo inesperado cuando Adrián descubre la vulnerabilidad detrás de la fría fachada de Héctor. Juntos, enfrentarán prejuicios y sus propios miedos mientras intentan encontrar el amor en medio del caos .
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cap:10
Los días que siguieron al encuentro con Héctor fueron un torbellino de emociones para Adrián. Aunque sentía que había dado un paso hacia adelante al abrirse a Héctor, la claridad que esperaba nunca llegó. En cambio, una confusión aún mayor se asentó en su mente. Clara intentó acercarse nuevamente, enviándole mensajes casuales, pero Adrián los ignoró. Ya no podía lidiar con más complicaciones.
Sin embargo, la tranquilidad no duró mucho. Una tarde, mientras Adrián revisaba unos diseños en su nueva oficina, recibió una llamada de un número desconocido. Dudó antes de contestar, pero finalmente deslizó el dedo por la pantalla.
—¿Adrián? Soy Clara.
El corazón de Adrián se detuvo por un segundo. No había guardado su número, pero reconoció su voz al instante.
—Clara… ¿por qué me llamas?
—Necesitamos hablar. Es importante.
Adrián quería decirle que no era el momento, pero algo en su tono lo detuvo. Acordaron verse en un parque cercano esa misma tarde.
Cuando llegó, Clara estaba sentada en una banca, con una expresión que no había visto antes en ella: insegura y al borde de las lágrimas. Adrián se sentó a su lado, manteniendo una distancia prudente.
—¿Qué pasa, Clara? —preguntó, intentando sonar amable, aunque su paciencia era limitada.
Ella lo miró con los ojos brillantes de emoción contenida.
—Adrián, cometí un error. Un gran error… y necesito que lo sepas.
El corazón de Adrián comenzó a latir más rápido.
—¿Qué clase de error?
Clara respiró hondo antes de responder.
—Cuando las cosas empezaron a complicarse en la oficina, alguien me dijo que podía hablar con Recursos Humanos sobre nuestra… amistad. Me dijeron que sería algo confidencial, que solo querían entender la situación. Pero… —Su voz se quebró—. Pero no lo fue. Terminé diciendo cosas que nunca debí decir.
Adrián la miró, incapaz de procesar lo que estaba escuchando.
—¿Qué dijiste, Clara?
—Que tú y yo… que tal vez teníamos algo más que una amistad. —Clara dejó caer la cabeza entre las manos, como si no pudiera soportar su propia confesión—. Pensé que eso me protegería, que demostraría que no estaba rompiendo ninguna regla, pero terminó volviéndose en tu contra.
Adrián sintió cómo una mezcla de furia y decepción se apoderaba de él.
—¿Te das cuenta de lo que hiciste, Clara? Eso fue lo que me costó mi trabajo.
Clara asintió, sus lágrimas cayendo libremente ahora.
—Lo sé. Y lo siento, Adrián. No hay nada que pueda hacer para arreglarlo, pero tenía que decírtelo.
Adrián se levantó, incapaz de quedarse más tiempo.
—No entiendo cómo pudiste hacerme esto. Me dijiste que éramos amigos, pero tus acciones demostraron lo contrario.
—¡Espera! —Clara se levantó también, intentando detenerlo—. Héctor lo sabía.
Esa última frase hizo que Adrián se detuviera en seco.
—¿Qué dijiste?
—Héctor sabía lo que iba a decir. Estaba en la misma reunión con Recursos Humanos. No dijo nada para detenerme.
Adrián sintió cómo el suelo bajo sus pies parecía desmoronarse. Clara lloraba mientras intentaba explicarse, pero él apenas podía escucharla. Héctor, la misma persona que lo había ayudado a encontrar un nuevo trabajo, ¿había permitido que lo despidieran sin intervenir?
Esa noche, Adrián no pudo dormir. Cada palabra de Clara seguía repitiéndose en su mente, cada mirada de Héctor parecía ahora teñida de una intención que no había querido ver. Decidió que no podía quedarse con la duda.
A la mañana siguiente, fue a buscar a Héctor. No lo llamó ni le envió un mensaje. Sabía dónde encontrarlo: en su oficina, en el mismo lugar donde todo había comenzado.
Cuando llegó, Héctor lo miró con sorpresa, pero no se levantó de su asiento.
—Adrián, ¿qué haces aquí?
Adrián cerró la puerta tras de sí, cruzando los brazos.
—Necesito respuestas, Héctor. Y las necesito ahora.
Héctor frunció el ceño, su postura rígida.
—¿De qué estás hablando?
—De lo que pasó en Recursos Humanos. De cómo sabías lo que Clara estaba haciendo y no hiciste nada.
El rostro de Héctor se endureció, pero no negó nada.
—Es verdad. Estuve allí.
Adrián sintió que el aire se escapaba de sus pulmones.
—¿Por qué? ¿Por qué no dijiste nada?
—Porque pensé que era lo mejor para ti —respondió Héctor, su voz cargada de una extraña mezcla de dolor y determinación—. Sabía que no eras feliz aquí, que estabas atrapado.
Adrián lo miró incrédulo.
—¿Eso crees? ¿Que destruir mi carrera era lo mejor para mí?
Héctor se levantó, acercándose a él.
—No quise destruir nada. Quise liberarte, darte la oportunidad de empezar de nuevo.
—¿Y creíste que podías tomar esa decisión por mí? —La voz de Adrián se quebró, cargada de una mezcla de ira y tristeza—. Héctor, confié en ti. Pensé que me ayudaste porque realmente querías lo mejor para mí, no porque quisieras manipular mi vida.
El silencio entre ellos era insoportable. Héctor bajó la mirada, derrotado.
—Tal vez tengas razón. Tal vez cometí un error.
Adrián dio un paso atrás, sintiendo que cada palabra de Héctor lo hería más profundamente.
—Esto… no puedo hacer esto. Necesito tiempo para pensar.
Salió de la oficina sin mirar atrás, dejando a Héctor solo, con una expresión que mezclaba arrepentimiento y desesperacion