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El Loto Negro —el Renacer De Un Jade—

El Loto Negro —el Renacer De Un Jade—

Status: En proceso
Genre:La Vida Después del Adiós / Reencuentro / Apoyo mutuo / Amor eterno / Demonios / Reencarnación
Popularitas:801
Nilai: 5
nombre de autor: Xueniao

Tras haber ganado la guerra entre los tres reinos y revivido al loto blanco, Liú Huó, rey del inframundo , se verá envuelto en una nueva travesía lleno de obstáculos en sus camino.

Nuevos enanemigos amenazara la paz de la corona en busca de venganza y poder. Pero esta ves será la prueba del Loto Blanco, quien tendrá que tomar el poder que por sangre siempre le correspondió y, poner fin a las calamidades de atormentan la tranquilidad y el equilibrio entre los imperios.

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Lágrimas doradas, una espina el corazón.

Los días habían pasado lentamente; la relación con mi progenitor había mejorado fluidamente con el transcurso del tiempo. Incluso por un segundo, olvidé en medio de qué estábamos. Pero la desgracia y los malos sucesos me perseguían desde el día en que nací.

Caminaba lentamente por los pasillos. Mi padre había reunido a sus aliados, aunque fuera sorprendente que, aun luego de miles de años, aún tuviera seres leales a él. Sabíamos que la guerra se acercaba. No me había aparecido en el plano celestial y mis informantes traían noticias cada vez más catastróficas del aquel imperio. Y aunque resurgir y tomar el trono era importante, sacar a mi madre de la Torre Yánluó lo era mucho más. Por lo tanto, no había vuelta atrás ni segundas opciones. Sabía que Liu Huó estaba débil, que las esporas lo consumían día a día y, con un poco de paciencia, acabarlo no sería un gran problema. Todo habría sido perfecto si no fuera porque un pequeño rumor llegó a mis oídos.

Desde que Feng Xù entró en nuestros planes, siempre sentí aquella aura penetrante y podrida a su alrededor. Y aunque decir eso de mi parte podría ser hipócrita, en aquel ser no podía encontrar ni una sola pizca de humanidad. Pero ¿qué podía hacer cuando se mostraba como mi única opción? Mi padre lo había traído y de alguna forma me estaba dando todo lo que necesitaba para combatir contra los tres reinos. Tenía el plano mortal totalmente a mis pies; el plano celestial era un caos y DíYú, solo era cuestión de tiempo que perdiera a su rey. Luego de ello, tomar el reino infernal bajo el mandato de mi padre sería totalmente sencillo. El plano celestial estaría en su punto más débil con el regreso del antiguo rey infernal, y yo podría ascender al punto más alto sin ninguna sospecha. Claro que era un sueño muy dulce. Porque luego de analizar cuidadosamente, no había nada que le favoreciera y sin nada a su favor, ¿qué es lo que lo motivaba a liberar nuestro camino?

Debí ser demasiado ingenuo para no ver sus planes; eran tan evidentes que casi caía en la ridiculez. Fue el rumor de que habían profanado Yánluó lo que me alertó de sus actos. La curiosidad es una cuchilla de doble filo; tal vez si no hubiera indagado, habría llegado al final creyendo que tenía todo en la palma de mi mano, justo para dejar todo a sus pies. Dos guardias sombras de Wun Zheòn llevaban meses vigilando las tierras de Heiyu. Fue al tercer día de la profanación que uno de ellos llegó frente a mí casi sin vida. Sus palabras helaron mi alma como si hubiera muerto en ese instante. Corrí abruptamente hacia la habitación que tiene la puerta a su dimensión. Negué todo el camino los sucesos, rogué porque fuera mentira, pero todo quedó claro cuando abrí aquella puerta.

Ante mis ojos estaba él, Feng Xù, sentado elegantemente en un extremo de la mesa de la habitación. En una de sus manos tenía una pequeña taza de té que zarandeaba suavemente, jugando con el líquido en su interior; en su otra mano tenía una cadena espiritual, las mismas cadenas forjadas en Yánluó, y aquellas cadenas estaban firmemente enredadas al cuello de mi madre. Ni una sola palabra salió de mi boca, mis músculos se congelaron al igual que mis pensamientos. Intenté respirar, pero todo el aire de mis pulmones se había esfumado. Mi madre estaba amordazada y me miraba con terror y dolor en sus ojos. Su ropa sucia, su cabello desarreglado y su cara magullada hacían que mi corazón doliera de una forma indescriptible. La única persona que me había amado y protegido toda mi vida estaba en manos del ser más despiadado de la existencia misma. Él tenía mi corazón en sus manos y su sonrisa no hacía más que decirme que lo sabía.

—Veo que aquella sombra escurridiza llegó anticipando las noticias. ¿Vamos, por qué me ves así? ¿No estás feliz de ver a tu madre? Creí que estarías emocionado de saber que está viva aún.

Di dos pasos al frente y mi mano se movió involuntariamente hacia ella, como si intentara alcanzarla, pero el terror a que desapareciera congelaba mi cuerpo. Él sonrió con más altivez ante mi acto y negó suavemente, jalando la cadena y haciendo que mi madre cayera bruscamente al suelo. Sentía mi corazón desgarrarse y el miedo consumiéndome no hacía más que empeorar mis actos.

—D-déjala ir...

Me miró levantándose lentamente de su asiento, rió carcajeándose y tiró con fuerza de la cadena, tomando el brazo de mi madre con brusquedad. A pesar de la mordaza, aún pude escuchar claramente el gemido lastimero que provocó su agarre en la piel magullada de su cuerpo. La sangre brotó de su brazo y un grito ahogado hizo que todo mi ser se entumeciera. Las lágrimas cayeron sin aviso, levanté las manos en un ruego de paz, pero sus palabras y actos me apuñalaban con fuerza.

—¿Dejarla ir? No puedo hacer eso, mi pequeño Loto dorado. Si la dejo ir, ¿cómo podré garantizar que hagas lo que quiero?

Un portal se abrió a su lado, sonrió con zozobra y empujó con fuerza haciéndola entrar. No había fuerza en su cuerpo para luchar, su estado era lamentable y comparado con el poder del ser frente a mí, no había nada que pudiera hacer.

—Haré lo que quieras, solo déjala ir. Ella no tiene nada que ver en todo esto, es una mujer, ella... es mi madre...

Caminó lentamente hacia mí, acarició mi mejilla mirándome fijamente y guió sus dedos a mi mentón levantando mi mirada.

—Mi pequeño Fu Ming, deberías relajarte. No le haré nada mientras cumplas con tu trabajo, justo como hasta ahora.

Sonrió, agarró mi cabello acomodándolo tras mi oído y caminó hacia la mesa, sirviéndose una copa de vino. —No puedo matar a Liu Huó, porque mi sello tiene limitaciones, pero necesito que muera antes de que aquel pequeño Loto Blanco ascienda al trono.

Lo miré fijamente sin decir nada. El portal seguía abierto, el cuerpo de mi madre estaba al otro lado inconsciente, mi corazón resonaba tan fuertemente que no me dejaba pensar con claridad y mucho menos entender sus motivos. —¿Quieres el trono del jade?...

—¡No! Quiero al Loto.

Él rio estruendosamente al terminar aquellas palabras, me miró y caminó nuevamente hacia mí, puso sus dedos en mi mentón y negó sonoramente, chasqueando su lengua. —Vamos, eres más inteligente que eso, mi pequeño Fu Ming. No me hagas arrepentir de dejarte vivir. ¿Para qué querría yo algo como el trono celestial cuando tengo todo el plano dimensional para mí?

—Pero estás solo, tienes todo el plano dimensional, pero no tienes a nadie a quien gobernar, y estás completamente prisionero en tu propio reino.

Su mirada se ensombreció, sus ojos plateados se fijaron sombríamente en los míos y sus dedos se endurecieron en mi quijada, pero al cabo de unos segundos sonrió macabramente sin soltarme. —No importa la limitación que tenga, siempre seré más fuerte que tú, Fu Ming. Eres solo un simple peón en mi juego, no tientes tu suerte.

—¿Tentarla? Tienes a mi madre, con ello tienes mi lealtad aun si te odio. Sabes que no podré hacer nada, solo no entiendo una cosa ¿Siendo tan poderoso, ¿qué es lo que te hace sentir tan vacío, Feng Xù?

Soltó mi mentón sonriendo, llevó sus manos a la espalda y se volteó caminando hacia la puerta dimensional que había abierto. —Luego de vivir tanto tiempo, no hay nada que te llene por completo, y es solo el poder lo que hace el tiempo más llevadero, pequeño Fu. El trono celestial solo es una burla a mi encierro, una vez libre, tendré el control del equilibrio mismo.

—¿Y realmente a quién quieres gobernar? ¿Si ya eres el ser más fuerte, qué es lo que quieres probar? Aun causando el caos en el equilibrio, destruyendo todo, ¿cuál es el motivo de ser el ser supremo, si no tienes a nadie?

—Pequeño Fu, aún no entiendes nada. ¿Acaso necesitas un motivo, cuando tienes el poder de la existencia en tus manos?

—Todos necesitamos una razón, sin ella nada tiene significado.

La carcajada resonó en mis oídos y su mirada llena de altivez me seguía con burla. —Es por ese sentimentalismo que todos ustedes son tan débiles. Eres igual a cada uno de los seres con los que luchas constantemente. Te crees diferente, te sientes diferente, pero no eres más que una réplica exacta de ellos. Totalmente abrazados del sentimentalismo e ideologías, soñando constantemente, jamás lograrán nada, porque aquellos sentimientos, cada una de aquellas emociones que incluso estás sintiendo ahora, justo ellas son las que te hacen un ser débil, las que les hacen iguales.

Sus palabras eran un eco en mi mente, pero aun así no entendía cómo aquel ser que en algún punto había nacido para guiar y establecer el equilibrio mismo había terminado en un círculo de descontrol, esperando tranquilamente para destruir todo lo que sus ancestros y él mismo construyeron con tantos años de esfuerzo. —Sin aquello, eres solo un cascarón vacío, Feng Xù. No importa cuán poderoso seas, si estás solo y no tienes una razón, solo eres un cascarón hueco que jamás será llenado.

Lo sentí bufar, me miró fijamente y luego caminó hacia el portal, sonrió y tomó con brusquedad la cara de mi madre, que yacía inconsciente en el suelo. Mi cuerpo se estremeció frente a la imagen, di un paso hacia el frente y me detuve abruptamente cuando vi sus dedos apretar con fuerza su mentón. —Es mejor estar vacío, que mostrar la debilidad que estás mostrando ante mí, Fu Ming. No importa qué tanto alardees, el ser más fuerte siempre es quien merece ser venerado y obedecido. Solo mírate, tengo a tu madre en mis manos y tú no puedes dar un solo paso sin que te falte el aire y tu corazón se acelere dolorosamente. Eres débil, amar te hace débil y es por esa debilidad que no importa cuánto lo intentes, siempre estarás en las sombras.

Se inclinó levemente soltando el mentón de mi madre, deslizó su brazo por su nuca y el otro lo pasó entre sus piernas, alzándola lentamente. Me miró dedicándome una sonrisa socarrona y se dio vuelta lentamente, caminando hacia lo que parecía ser un templo. —Prepara todo para la guerra, en dos días uno de mis hombres aparecerá frente a ti y tu padre. Quiero que todo esté listo para cuando él se presente. No pienses en hacer nada estúpido, Fu Ming. Tengo ojos en todos lados...

El portal tras él se cerró lentamente hasta dejar solo una pared terrosa frente a mí. Mis piernas temblaron y flaquearon, dejándome caer. Mi cuerpo entero se sacudía en respuesta al miedo. Apreté fuertemente mis puños y golpeé con impotencia el piso, una y otra vez hasta que mis manos sangraron. Había luchado toda mi vida por ser alguien, por ser algo más que una sombra a la cual humillan, utiliza y descartan. Luché toda mi vida por la aceptación y por ser notado como algo más que un mestizo, pero aun cuando me había esforzado tanto, aun con todo lo que había hecho, solo terminaba en el mismo lugar una y otra vez. Siempre atado a algo y a alguien, siempre con un grillete que me condenaba a ser un simple peón en el tablero. El aire de mis pulmones se contraía, las lágrimas fluían y el dolor punzante en mi pecho me confirmaba cada palabra que salió de su boca. Nací en las sombras y moriré en ellas, porque no importa lo que haga, soy el ser que nació de la desgracia, siempre seré el pecado que no puede ser corregido. —¿Por qué me dejaste vivir, emperador jade? ¿Por qué?

Me levanté lentamente intentando recobrar mi compostura, limpié mi rostro y me miré fijamente ante el espejo de cobre frente a mí. Las marcas doradas en mi rostro, los ojos dorados y las lágrimas brillantes contrastando con mi piel. No soy ni un demonio ni un dios. No hay lugar para mí en los cielos ni en el infierno, y aun cuando lo sé, sigo intentando constantemente encajar entre ellos. —¿Cargar con todo el peso? Yo no pedí nacer, madre. No me puedes culpar por esta decisión...

Caminé lentamente por los largos pasillos. El sol ya se había ocultado, miré la luna brillante por la ventana y respiré profundamente, aceptando mi destino. Dos caminos, ambos llevarían a mi muerte, pero tal vez, solo tal vez, pueda conseguir una nueva oportunidad en mi próxima vida si elijo el correcto. —Pequeño Loto Blanco... nos vemos pronto.

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