En una pequeña ciudad dominada por las tradiciones, Helena se enfrenta a un futuro incierto cuando su padre es acusado injustamente de un crimen que no cometió. Desesperada por limpiar su nombre, acude a Iván del Castillo, un juez implacable y frío, conocido por su estricta adherencia a la ley. Sin embargo, lo que comienza como una simple búsqueda de justicia, rápidamente se convierte en un intenso enfrentamiento emocional cuando Iván, marcado por un oscuro pasado, se siente atraído por la apasionada Helena.
A medida que ambos luchan con sus propios demonios y los misterios que rodean el caso, Helena e Iván descubren que la verdad no solo pondrá a prueba sus convicciones, sino también sus corazones. En un mundo donde la justicia y el amor parecen estar en conflicto, ¿podrán encontrar el equilibrio antes de que sea demasiado tarde?
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Capitulo 24
El silencio en la sala de audiencias era ensordecedor. Helena mantenía la mirada fija en Iván, quien, detrás del estrado, parecía más distante y frío que nunca. El juez Iván del Castillo, reconocido por su implacable objetividad, se preparaba para pronunciar el veredicto que podría cambiar el destino del padre de Helena, y el suyo propio.
—Después de analizar las pruebas presentadas y considerar todos los testimonios —Iván hizo una pausa, su voz resonando en cada rincón de la sala—, este tribunal declara...
Las palabras parecían congelarse en el aire. Helena sintió cómo su corazón se detenía, esperando lo peor.
—... inocente.
Un suspiro de alivio escapó de los labios de Helena, pero lo que siguió no fue el final que ella había esperado. Iván, a pesar de haber dictado justicia, sabía que las consecuencias de ese veredicto irían más allá de la sala de audiencias. Sus ojos, sombríos, se posaron por un instante en Helena. Él había cumplido su deber, pero ¿a qué precio?
Cuando la multitud empezó a dispersarse, Helena se acercó a Iván. Sabía que el verdadero desafío no había terminado.
—Gracias —susurró, sus ojos llenos de una mezcla de gratitud y dolor.
Iván la miró, con el peso de la decisión aún sobre sus hombros. Las palabras que no se habían dicho colgaban entre ellos, como una barrera invisible que ninguno de los dos sabía cómo cruzar.
—Esto no ha terminado, Helena. Lo que sigue será más difícil aún —dijo Iván, su voz apenas un susurro, cargada de una gravedad que Helena no pudo ignorar.
Helena salió de la sala, todavía tambaleándose por las palabras de Iván. Aunque el veredicto había sido favorable, algo en su interior seguía pesando. La absolución de su padre no resolvía los conflictos que habían surgido a lo largo del juicio, especialmente los que habían surgido entre ella e Iván.
Mientras caminaba por el pasillo vacío del juzgado, sintió pasos detrás de ella. No necesitaba voltear para saber quién era.
—Helena —la voz de Iván era baja, pero firme.
Ella se detuvo, respirando hondo antes de girarse. Sus miradas se encontraron, y por primera vez desde que comenzó todo, las emociones que ambos habían reprimido estaban a punto de estallar. El juez impecable, siempre controlado, ahora parecía más humano, más vulnerable.
—Esto no termina aquí —dijo Iván, dando un paso hacia ella—. Sabes que fuera de esta sala, todo cambia. Nosotros...
Helena levantó la mano, deteniéndolo. No estaba lista para enfrentarse a lo que vendría después, a las consecuencias personales que ese juicio había dejado.
—Iván, ya no sé en qué creer —murmuró ella—. Mi mundo se desmorona y no sé si puedo confiar en lo que siento o en lo que he vivido estos últimos meses.
Helena mantenía la mirada baja mientras Iván pronunciaba las palabras que todos esperaban escuchar. El silencio en la sala del tribunal era sepulcral, roto solo por el eco de su voz firme.
—En el caso de la acusación contra Ramón Domínguez, declaro al acusado... inocente —Iván hizo una pausa, su voz resonando con autoridad, aunque en su interior, todo se tambaleaba—. El tribunal ha hablado.
Las palabras fueron como un golpe para Helena. La libertad de su padre había sido restablecida, pero ella no sentía alivio. Las semanas de tensión, la lucha por descubrir la verdad, y el torbellino de emociones que la conectaban a Iván, la dejaron exhausta y confusa.
Al salir de la sala, Iván se acercó a ella, sus ojos llenos de una mezcla de arrepentimiento y deseo. La tentación de romper la distancia entre ellos era innegable, pero la duda nublaba la mente de ambos.
—Helena, sé que esto no ha sido fácil... —dijo Iván, intentando encontrar las palabras adecuadas.
Helena lo miró, con el dolor y la confusión reflejados en su rostro.
—No solo es mi padre, Iván —respondió con voz entrecortada—. No sé qué hacer con todo lo que siento. No sé qué hacer con nosotros.
Helena se quedó en silencio, sintiendo que el mundo a su alrededor se desvanecía. Iván la observaba, una expresión de vulnerabilidad cruzando su rostro. La victoria de su padre no parecía suficiente; la tensión entre ellos aún persistía, como una sombra que se negaba a disiparse.
—¿Qué pasa ahora? —preguntó Helena, su voz un susurro lleno de incertidumbre.
Iván dio un paso hacia ella, como si quisiera cerrar la brecha entre sus mundos tan distintos.
—Ahora, tenemos que enfrentar lo que hemos creado, Helena. No puedo simplemente olvidarlo —dijo, la sinceridad de sus palabras resonando en el aire.
Helena lo miró, sus ojos llenos de lágrimas contenidas. Sabía que había algo profundo y complicado entre ellos, algo que iba más allá de la lucha por la justicia. Era un lazo frágil, tejido por la desesperación, la atracción y el dolor compartido.
—No sé si puedo —respondió Helena, sintiendo el peso de su elección—. No sé si puedo ser la persona que necesita tu corazón y, al mismo tiempo, seguir siendo la hija que defiende a su padre.
Iván la miró, comprendiendo la lucha interna que se desataba en su interior.
—A veces, lo que más tememos es lo que realmente necesitamos —dijo Iván, su voz llena de convicción—. Pero no puedo forzarte a elegir. Eso es algo que solo tú puedes hacer.