Melanie Harper quiere disfrutar de unas merecidas vacaciones antes de enfrentar su dura realidad y tomar una decisión que afectará, sin duda, el resto de su vida, sin embargo, no contaba con que Conor Sullivan apareciera en su vida, y la hiciera vivir todas las aventuras que alguna vez soñó con experimentar.
Conor Sullivan guarda un secreto, es el Capo de la mafia Irlandesa, pero no dejará que Mel se aleje de él por su trabajo, antes peleará con la misma muerte de ser necesario.
Porque si encuentras a la persona que te hace feliz tienes el derecho a hacer lo que sea para conservarla a tu lado, incluso si aquello implica que sangres.
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¿Sentimientos? +18
Melanie
–¡Sobre mi cadáver sales de esta habitación vestida así!
Me giro al escuchar a Conor, quien viene saliendo del baño muy disgustado.
Miro mi bikini, y mi pareo rosa casi transparente, sin entender.
–¿No te gusta el color rosado? –pregunto curiosa.
Pasa ambas manos por su rostro.
–No es eso, Mel. Te ves… –calla y traga ruidosamente–. Te ves hermosa y tan… No quiero que estés vestida así frente a Nowak y sus amigos.
Pongo los ojos en blanco antes de hablar: –No repararán en mí, Conor. Además, deben subirse decenas de mujeres en toples, alguien como yo no llamará su atención, créeme.
Se acerca y mira mi cuerpo por varios segundos. Luego, cuando su mirada conecta con la mía, puedo ver hambre y dolor en ella.
Sonrío internamente. Todavía le afecto de alguna manera.
–Ninguna mujer se ve como tú, Mel.
Coloco la palma de mi mano sobre su enorme bíceps. –Conor, ya hablamos de esto. Iremos a un yate, sería raro si llegara con ropa de oficina o cualquier otra ropa. Además, me encanta mi bikini.
Vuelve a tragar ruidosamente. –A mí también me encanta –susurra con voz ronca–. ¿Cómo se supone que pueda seguir durmiendo al lado tuyo cuando lo único que quiero es hacerte mía? No estás siendo justa –me acusa mientras sus ojos vuelven a pasear por mi cuerpo.
Ahora la que traga ruidosamente soy yo.
Siento como mi cara enrojece y mi respiración se acelera.
Conor me desea tanto como yo a él.
–Si te hace sentir mejor, yo también estoy sufriendo.
Enreda sus dedos en mi cabello y acerca su rostro al mío. –Entonces, ¿qué estamos esperando?
Ahora siento lo que sintió Eva cuando fue tentada con la manzana. Creo que nunca lo entendí tan bien como ahora.
–Conor –susurro implorante–. Ahora el que no está siendo justo eres tú.
Acaricia mi mejilla con su nariz y no puedo evitar soltar un gemido. Toda mi piel arde y hormiguea de la mejor forma.
Coloco la palma de mi mano en su vientre con la intención de alejarlo, pero no puedo evitar suspirar al sentir esa masa de músculos debajo de mis dedos.
–Mel, por favor –pide suplicante.
Suelto un grito de frustración antes de ceder y besarlo.
En cuanto sus labios rozan los míos sé que tomé la decisión correcta. Esta atracción que sentimos el uno por el otro hace que todo se sienta con más intensidad.
Hay más calor, hay más necesidad, hay más de todo.
Conor gruñe en mi boca como una fiera antes de matar a su presa, y yo me derrito contra él. Es abrumador sentirse tan deseada.
Toma mi muslo desnudo y lo sube hasta su cadera, dejándome sobre el suelo con una sola pierna, muy inestable.
Suelto un gruñido al sentirlo duro contra mi estómago. Maldita sea, quiero sentirlo contra mi centro, pero es demasiado alto.
Conor camina conmigo hasta la pared al lado de la puerta y me levanta como si no pesara nada.
–Abrázame con tus piernas, cariño –exige y yo obedezco de inmediato.
Sube la tela rosada del bikini que cubre mis pechos y maldice antes de bajar su boca y comenzar a comerme.
Enredo mis dedos en su cabello y resisto sus fuertes succiones.
–Frambuesas –masculla entre cada mordisco.
El calor que siento comienza a concentrarse en la parte de mi cuerpo que lo necesita con locura.
–Conor, necesito… –susurro, pero me callo cuando sus dedos mueven la tela que cubre mi sexo y sin decirme nada entierra dos dedos en mí–. ¡Oh, sí! –grito extasiada.
Dejo caer mi cabeza hacia atrás contra la pared mientras disfruto de todo el calor que comienza a tensar mi cuerpo de la forma más maravillosa.
Me siento muy llena con tan solo sus dedos, no quiero ni imaginar lo que sentiré cuando me tome de verdad.
–Oh, preciosa –masculla entre mis pechos–. Te aferras con tanta fuerza a mis dedos… Me estás volviendo loco.
–Necesito más de ti, Conor, mucho más –suplico mientras sujeto su rostro con mis manos–. Te quiero sentir en todos lados.
Pasa su pulgar por mi montículo mientras sus dedos siguen bombeándome con la presión y la velocidad justa.
Comienzo a dar gritos cada vez más altos. Me sujeto con fuerza de sus brazos enterrando mis uñas en sus bíceps.
–Conor, Conor –repito su nombre sin poder detenerme.
Sé que esto no está bien, pero no puedo evitar pensar que hace siglos no me sentía así de bien.
Su boca vuelve a mis pechos y alterna entre succiones y suaves mordiscos. Es como si hubiese leído el manual de mi cuerpo antes de tomarme en sus brazos. Sabe exactamente qué es lo que me gusta y de qué manera.
–Tan hermosa, tan deliciosa –susurra.
Sus dedos siguen empujándome al borde, sin detenerse, sin darme espacio a esconderme.
–Mi Mel, mía –dice antes de besarme nuevamente.
Me ahogo en su sabor, en su tacto y en la forma de tomarme y hacerme sentir que pertenezco aquí, a su lado.
Su boca baja y muerde la piel de mi garganta y todo mi cuerpo se contrae bruscamente, latiendo de necesidad por este maravilloso hombre.
–Déjate ir, Mel –susurra cariñosamente contra mi cuello y es justo lo que necesito para saltar al precipicio de cabeza, sin miedo, porque sé que él estará abajo esperando por mí.
Todo mi cuerpo se agita contra el suyo mientras trato de controlar todo el placer que estoy sintiendo. Está por todas partes. En mi pecho, en mi vientre, en mis pechos, en mi centro y hasta en las puntas de los dedos de mis pies.
El placer avanza por todo mi cuerpo, relajando cada músculo tenso.
Es maravilloso. Es sublime. Es lo mejor que me ha pasado últimamente.
–Eres maravillosa. No te guardas nada –susurra sobre mis labios–. Quisiera ver como te corres por el resto de mi vida.
Sonrío y me obligo a ignorar a mi corazón, que comienza a latir más rápido ante sus palabras.
Abro mis ojos y me recibe su mirada oscura, hambrienta y tan orgullosa.
–Eres preciosa –me asegura–. Cada parte de ti lo es.
–Yo… gracias –digo en un susurro.
Sonríe y acaricia sus labios con los míos.
Mira el reloj sobre la mesa auxiliar al lado de la cama y maldice.
–¿Qué pasa? –pregunto preocupada–. Todavía falta para ir al yate.
–Lo sé, pero Renji llegará en unos minutos.
–¿Qué?, ¿por qué? –pregunto asustada.
Ese hombre me aterra. Ni siquiera tengo que preguntar porque sé que es uno de sus socios, como sé que Mauro Farina también lo es.
Mierda. Quizá el esposo de la hermana del presidente también lo es.
–Porque viene a prepararnos y… Esto no puede estar pasando. No ahora –se lamenta haciendo un adorable mohín.
Beso su mejilla y luego sus labios con una sonrisa.
–Imagino que tendremos más tiempo –digo, aunque una parte de mí sigue preguntándose si no es mejor dejar las cosas como están.
–Ni lo pienses, Mel.
–¿Pensar qué?
–Te conozco. Estás pensando que esto es un error nuevamente.
Miro el nacimiento de su cuello, incapaz de mirarlo a los ojos.
–¿Y si estamos cometiendo un error? ¿Y si solo estamos complicando todo un poco más? ¿Y si mañana, a la luz del día, nos arrepentimos?
Me calla con un beso que hace que la sangre vuelva a bombear en mis venas.
–No lo sabremos si no lo intentamos.
–Pero…–me detengo cuando no sé cómo explicarle lo que siento.
No soy una mujer que se acueste con alguien solo porque siente un poco de atracción. No soy así. Y estos días he comenzado a desarrollar sentimientos por Conor, sentimientos que me aterran más que la presencia de Renji. Sentimientos que sé no debería sentir, no por un hombre como él, pero no puedo evitar sentirlos.
Sé que me estoy exponiendo a mucho sufrimiento y no sé si vale la pena por tan solo unas horas de placer.
–Mel, habla conmigo –pide.
Respiro profundamente antes de atreverme a mirarlo a los ojos. –Yo... yo estoy sintiendo…
–¿Estás sintiendo qué? –pregunta ansioso.
Un golpeteo en la puerta nos hace mirar hacia ella.
Conor maldice mientras ordena mi bikini.
–Es Renji –me explica–. Tengo que abrir. Si no lo hago tirará la puerta –agrega con una sonrisa.
Besa mi frente antes de dejarme en el suelo.
Antes de que Conor abra la puerta, corro a esconderme al baño. Necesito unos minutos para reponerme y pensar qué es lo mejor para mí.