Orien reencarnó en un mundo desconocido, luego de haber habitado por mucho tiempo en Goren y ahora siendo un mago de alto rango decide aventurarse por el inmenso continente Venus.
¿Qué nuevas aventuras descubrirá Orien Nadali?
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Fin de la Aventura
Darién llegó a Glassus, allí se enteró sobre el plan de matar al rey demonio, lamentablemente estaba bastante atrasado, el grupo principal había salido hace una semana.
—¿Deberíamos regresar a Goren?
—No. —Respondió secamente al soldado. Pensó que Orien no se había movido de Glassus, pero no lo encontró en la capital Hiel, suspiró cansado emprendiendo nuevamente otro viaje, sintiéndose todavía más preocupado.
En el castillo del rey demonio Orien sintió las vibraciones a través del piso, como había dicho el rey demonio se estaba desarrollando una guerra allá arriba. Él respiró hondo sintiendo su maná recuperarse de a poco, se acercó a los barrotes e intentó derretir el hierro pero le fue imposible.
—Ese acero no se derrite con fuego simple, —Atan dijo con voz ronca, él había despertado hace un momento. Orien frunció el ceño y luego observó a su dragón enrollado con su propia cola en el suelo.
—Happy ven acá. —El dragón se acercó y Orien le ordenó que usara fuego, sin embargo Happy no midió el alcance y por ello casi morían calcinados porque la potencia del dragón había crecido desde la última vez. El crecimiento del dragón era demasiado veloz.
—Papá, tengo pociones mágicas, —Después de que el dragón derritió el acero, necesitaban salir del castillo pero el estado en el que se encontraban era muy delicado; Zura estaba sin maná y Atan apenas se recuperaba. Orien miró al dragón con interés, sin embargo hizo una mueca de asco al saber donde Happy había guardado las pociones.
—Cochino, yo no te eduqué así.
—No importa, mientras el frasco siga intacto no hay problema. —Atan quería recuperar su fuerzas, no le importaba si Happy lo vomitara o le saliera por el otro lado. Esa respuesta hizo que Orien pusiera una cara algo traumada.
—¿Y si mejor robamos pociones en el castillo? —Zura sugirió, pero Atan negó rápidamente.
—No sé en dónde está el almacenamiento, y si lo buscamos perderíamos mucho tiempo. —Él los observó con una mirada seria, como si intentara convencerlos de elegir la opción de Happy.
Al final Orien y Zura tuvieron que observar como Happy vomitaba los frascos, ¿Por qué se los había tragado? Pensaron ambos al mismo tiempo. Sin embargo debían agradecerle a Happy, gracias a su escondite recuperaron sus fuerzas, además la escena no fue tan asquerosa como se lo imaginaron. El vómito de Happy simplemente era un líquido transparente viscoso, y aparte de las pociones mágicas, también Happy había vomitado piedras mágicas en perfecto estado.
Zura se encontraba algo nerviosa, tal vez debido a la reciente captura o por la apariencia de los demonios, ellos parecían salvajes que otra cosa. Se pusieron en marcha subiendo unas escaleras de piedras húmedas, las rocas brillaban en la oscuridad, alumbrando de a poco por una antorcha en el muro.
—¿Vamos a luchar con los demonios? —Happy preguntó en su forma humanoide desde atrás de Orien.
—No, solamente vamos a regresar a casa… ¿A dónde irás Zura? —Orien le cuestionó, de hecho no quería dejarla seguir viajando, Terra era un mundo bastante peligroso y más debido a las tantas razas que vivían en el continente Venus. Simplemente él había conocido a algunas de ellas como los elfos, pero existían los duendes, los gigantes y muchas otras bestias peligrosas regadas por el continente.
—No sé, alguien me ofreció ir a otro continente. —Ella miró a Atan pero él permaneció en completo silencio, haciendo que el ambiente se sintiera un poco incómodo.
Orien se adelantó notando esa tensión entre ellos, dejándolos para que conversaran un poco y de esa manera se reconciliarían.
—Oye Atan, siento lo de la otra vez. Orien tiene razón, tu no tienes nada que ver con lo que le sucedió a mi familia. —Zura se sintió algo extraña al disculparse, de hecho cuando estaba en Alfreimr siempre fue algo alejada de las personas; no tenía con quien expresarse y algo tan simple como querer tener un amigo se le complicaba.
El muchacho suspiró unos segundos antes de responder, su mirada estaba viendo al frente sin mirar tanto alrededor. Él se sentía un poco tranquilo a pesar de esa atmósfera tan densa del castillo.
—No te disculpes por eso, es normal que tuvieras dudas sobre mí y más si tengo sangre de demonio corriendo por mis venas, al final también les oculté la verdad sobre que era el sobrino del rey demonio. —Él subió los brazos acomodándolos detrás de su cabeza en forma de almohada. —La verdad quiero entrenar y ser más fuerte, dejaré el viaje al otro continente para el futuro, deberías hacer eso.
—¿Y a dónde vas a ir? Los elfos no te permitirán la entrada.
—Tal vez a Goren, me gusta Orien.
Zura hizo una mueca extraña, también se sintió un poco incómoda, pero Atan al ver su expresión aclaró rápidamente.
—No de esa manera, me refiero como un amigo.
Zura comenzó a reírse, aclarar ese punto hacía la situación más extraña.
—¿No conoces ningún atajo? —Le preguntó Orien mirando dos pasillos distintos, se veía indeciso.
—El de la izquierda, tendremos que saltar desde la ventana de mi antigua habitación, hay un agujero pero si logran sostenerse no morirán.
Orien giró a verlo con las cejas arrugadas. Pero Atan no dijo que era una broma y Zura se puso más nerviosa, le tenía miedo a las alturas. Luego de caminar por el pasillo por varios minutos no se hallaron con ningún demonio, eso les ayudó a llegar con más rapidez a la habitación de Atan.
La habitación era fría, los muros brillaban como la obsidiana, no habían tantos muebles; simplemente una pequeña cama y un escritorio. Eso hizo que Orien sintiera algo de lastima por Atan, con razón no quería relacionarse con el rey demonio. Parecía que lo tenía como un prisionero más que un príncipe. «Quizás tenga suerte de atraer a puros príncipes y princesas», Orien pensó embozando una sonrisa, meditando más en la parte del dinero que podría obtener de sus amistades. En ese momento él recordó todo lo que le debía a Darién y eso le cayó como un balde de agua fría.
Orien se asomó por la ventana observando el enorme abismo, aquello parecía un agujero sin fondo.
—¿Dónde rayos vamos a cruzar? —él se quedó mirando esa oscuridad con completo asombro.
—Ahí —Atan mostró el pedazo de superficie, aquello no media más de veinte centímetros. —Tenemos que sostenernos de las piedras o Happy debería llevarnos.
—¿Estás bromeando?, no es que le tenga miedo a las alturas, pero mierda si me caigo dejo de existir. —Orien chasqueó la lengua posando luego una mano debajo de su mentón. —¿Puedes volar?
—No, no puedo regresar a mi tamaño real, no tengo idea de que pasó. —El dragón mostró una mirada triste por no haber podido ayudar a su padre, sin embargo Orien simplemente le acarició la cabeza calmándola un poco. Lo más seguro era que Happy había sufrido un shock por ver como el rey demonio dejaba al grupo medio muerto.
—Bueno, no miren abajo. —Orien volvió a mirar el agujero con algo de nerviosismo. «En estos momentos desearía ser un mago de elemental aire».
Atan tomó el frente seguido de Zura y por último Orien, que llevaba a Happy cargado en su espalda. El sentimiento de todos por igual era nerviosismo, pero Zura era la que más se veía afectada estaba sudando bastante, incluso Orien juraba escuchar su corazón latir al mil o tal vez era el suyo resonando en sus tímpanos.
Mantenían silencio, evitando el desconcentrarse , sus respiraciones eran profundas, y las manos se aferraban a la pared con bastante fuerza. Atan cruzó ya llegando casi al otro lado pero un sonido de quiebre alarmó al grupo, él había agrietado uno de los bloques, sin embargo no pasó nada. Entonces Zura suspiró pesadamente, se sostuvo con desconfianza del bloque pero de la nada perdió el equilibrio y si Orien no la empujara haciéndola llegar a Atan iba caerse al vacío.
—¡Mierda! —Ella estaba respirando sin control alguno.
—No mires abajo —Atan le ayudó a pararse en el borde del abismo, luego se alejaron permitiéndole a Orien saltar sobre la otra punta que no parecía tan confiable, pero al final no sucedió nada.
—Eso fue extremo, creo que no me sentí así desde que salté en paracaídas. —Orien se secó con un pañuelo el sudor.
—¿Nos vamos?, desde aquí se escuchan las explosiones. —Atan seriamente miró los altos muros del castillo. —Cada era tiene su fin.
—Realmente, me gustaría participar, pero la última vez que participé en una guerra me dejaron sin un brazo. Y además ahora soy padre.
Zura se sorprendió por lo del brazo pero luego comenzó a reír por las cosas que Orien decía, Atan le palmeó el hombro preguntándole a él, cual había sido el brazo que le cortaron y quién era el mago milagroso de curación.