En el reino nórdico de Valakay, donde las tradiciones dictan el destino de todos, el joven príncipe omega Leif Bjornsson lleva sobre sus hombros el peso de un futuro predeterminado. Destinado a liderar con sabiduría y fortaleza, su posición lo encierra en un mundo de deberes y apariencias, ocultando los verdaderos deseos de su corazón.
Cuando el imponente y misterioso caballero alfa Einar Sigurdsson se convierte en su guardián tras vencer en el Torneo del Hielo, Leif descubre una chispa de algo prohibido pero irresistible. Einar, leal hasta la médula y marcado por un pasado lleno de secretos, se encuentra dividido entre el deber que juró cumplir y la conexión magnética que comienza a surgir entre él y el príncipe.
En un mundo donde los lazos entre omegas y alfas están regidos por estrictas normas, Leif y Einar desafiarán las barreras de la tradición para encontrar un amor que podría romperlos o unirlos para siempre.
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Expectativas
Lo observé mientras su respiración se volvía más pausada, como el murmullo tranquilo de una marea al retirarse. La luz de las velas danzaba sobre su rostro, destacando esos pequeños detalles que siempre me habían fascinado: la curva suave de sus labios, la línea de su mandíbula, la forma en que su cabello caía desordenado, como si cada hebra fuera un secreto que solo yo podía entender.
Había algo hipnótico en él, una dualidad que nunca dejaba de intrigarme. Leif era una tormenta disfrazada de calma, un hombre que, aunque aparentaba despreocupación, cargaba con más peso del que dejaba ver. Esta noche, por fin, lo había visto vulnerable. Y esa vulnerabilidad era mía.
Me incliné hacia él, dejando que mis dedos trazaran un sendero delicado por su frente hasta su mejilla. El calor que irradiaba su piel era embriagador, como si toda su esencia estuviera al alcance de mis manos.
—Siempre tan fuerte, tan seguro —susurré, casi para mí misma—. Pero incluso tú necesitas descansar, ¿no es así, Leif?
No esperaba una respuesta, pero en el silencio de la habitación sus palabras anteriores resonaban en mi mente: "Esto no es normal." Había una verdad en ellas que no podía ignorar. Nada de esto era normal, ni el vino, ni la tensión que había tejido entre nosotros durante semanas, ni el papel que Einer jugaba como una constante sombra entre los dos.
Einer.
Pensar en él era como un golpe frío en medio del calor de la habitación. Sabía que había visto a través de mí, que su lealtad hacia Leif lo hacía desconfiar de mis intenciones. Pero no importaba. Lo que había comenzado esta noche no era algo que Einer pudiera detener.
Me levanté, caminando lentamente hacia la ventana. El aire fresco de la noche se coló por la rendija, acariciando mi piel y despejando mi mente. Afuera, las estrellas brillaban como diminutos fragmentos de un secreto que el universo intentaba revelarme.
¿Qué estoy haciendo realmente?
La pregunta surgió como un eco incómodo en mi interior. Había planeado todo con precisión, calculando cada movimiento, cada palabra, cada mirada. Y, sin embargo, ahora que Leif estaba allí, rendido a mi lado, no podía evitar sentir una punzada de duda. ¿Era esto lo que realmente quería? ¿Controlarlo, manipularlo, asegurarme de que siempre dependiera de mí?
Volví la vista hacia él. Dormía profundamente, sus labios entreabiertos en un gesto que tenía algo de niño y algo de hombre. No, esto no era solo control. Era más.
—Te necesito, Leif —murmuré, con una intensidad que casi me sorprendió—. No lo sabes aún, pero tú también me necesitas.
El peso de esa verdad me golpeó con fuerza. Lo necesitaba, no como un medio para un fin, sino como alguien que llenaba un vacío que ni siquiera sabía que existía. Y, aunque mis métodos podían ser cuestionables, mis sentimientos eran reales.
Me acerqué a él, dejando que mis dedos jugaran con un mechón de su cabello. Una sonrisa suave se dibujó en mi rostro.
—Cuando despiertes, todo será más confuso para ti. Te prometo que lo entenderás.
Me incliné, dejando un beso fugaz en sus labios antes de dormirme. Cada paso que daba por el pasillo era una mezcla de confianza y duda, de seguridad y un miedo que no quería admitir.
Al cerrar los ojos sabía que esta noche era solo el comienzo. Había plantado una semilla en mi, y ahora solo quedaba esperar a que creciera. Pero el verdadero desafío sería enfrentar no solo a Leif cuando la verdad saliera a la luz, sino también a mí misma.
*Tiempo presente.
Perspectiva de Leif.
Su vientre crecía cada día más, y la presencia de los gemelos se hacía aún más palpable. Aunque mi relación con ella y Einer seguía tensa, había algo en el aire que cambiaba. A veces sentía que mis pasos y los de Astrid, aunque marcados por traiciones y secretos, estaban de alguna manera entrelazados. No sabía si esa conexión era lo que ella había mencionado, pero no podía negar que algo dentro de mí respondía, incluso si no entendía del todo qué era.
El castillo parecía aún más frío, si eso era posible. La distancia entre los muros de piedra y la gente que habitaba en él se sentía cada vez más abismal. Yo mismo me encontraba atrapado en un mar de dudas y resentimientos, sin saber cómo navegar.
Un día, mientras paseaba por los pasillos, me encontré con Einer, quien me observaba desde el umbral de una de las puertas. Su rostro estaba tenso, pero su mirada era de sincera preocupación.
—Leif, sé que no hemos hablado mucho últimamente, pero… —comenzó, dando un paso hacia mí.
Lo interrumpí.
—¿Qué quieres, Einer?
Él vaciló por un momento, pero luego habló con una sinceridad que no había mostrado antes.
—Quiero enmendar mis errores. Quiero que, al menos, podamos empezar de nuevo. Sé que te he fallado y no puedo cambiar el pasado, pero si me das la oportunidad, haré lo que sea para ganarme tu confianza.
Mis ojos se entrecerraron, sintiendo el peso de sus palabras, pero también la resistencia que se había instalado en mi pecho.
—No sé si quiero seguir adelante con esto, Einer —respondí, con la voz más baja de lo que pensaba—. Me has dejado solo en algo que... que no puedo perdonarte tan fácilmente.
Él dio un paso atrás, claramente herido, pero no se fue.
—Lo sé. Y no espero que me perdones de inmediato, Leif. Pero quiero estar a tu lado. Y si me das la oportunidad, demostraré que no soy el hombre que crees que soy.
Lo miré, buscando algo en sus ojos, algo que me dijera que realmente había cambiado. Pero lo único que vi fue dolor. Y, tal vez, un poco de esperanza.
—No prometo nada —murmuré, dándome la vuelta—. Pero lo pensaré.
Einer asintió, en silencio, mientras me alejaba. El eco de mis pasos resonó en los pasillos vacíos del castillo. Y el solo me siguió hasta llegar seguro a mi habitación.