La Súplica De Heran

No podía dormir, esperé hasta que todos despertaran. La mayoría de los invitados se habían ido. Sentí que muchos vehículos abandonaban la propiedad

Preparé el desayuno, tenía listo mi bolso para partir.

En cuanto llegó Andrés a la cocina le dije que quería hablar con él.

--En cuanto se levante le diré.

Al rato llegó a la cocina, al parecer tampoco había dormido muy bien. Venía sin afeitar.

--Ana?

--Me voy!

--Adonde? Estamos lejos de ciudades grandes.

--Señor no se preocupe por mí, se cuidarme muy bien.

--Te vas por el problema de anoche?

--Por varios motivos, pero es lo mejor.

--Nada de lo que te diga te haría cambiar de opinión?

--No señor, mi decisión está tomada. Por favor pida a alguien que me lleve lo más cerca para tomar un bus.

--Tu sabes que me buscan.

--Jamás diría nada sobre usted. Soy tan ignorante que no se dónde estamos, usted decida a dónde me pueden dejar.

No quería mirarlo pero mi orgullo era más fuerte y de frente le daba la cara.

--Eres única, lo sabes verdad?

--Mis padres jamás te dejarían ir, pero yo confío en ti Ana.

Cada vez que pronunciaba mi nombre me derretía.

No quería ponerme nerviosa, pero sabía que si me seguía hablando podría cambiar de opinión.

--No sé si única Señor. Las mujeres Valle somos así, decididas y no damos un pie hacia atrás cuando tomamos una decisión.

Se calló y estuvo varios minutos mirándome, pero yo no bajé la mirada. Me habían criado así de dura.

--Está bien, le diré a Andrés que te lleve y si en algún momento necesitas de mí. Búscame Ana.

--Tengo una deuda que saldar contigo.

--Andrés te dará tu finiquito. No te preocupes se te pagará todo.

--Jamás se me ocurriría dudar de su honestidad Señor.

--Gracias.

Me di la vuelta y parti a buscar mi bolso.

El auto me estaba esperando. Lo vi parado en la ventana mirando, yo no miré. Me subí y puse la distancia que había que poner.

Cada kilómetro que avanzaba me sentía morir. No sé porqué me duele.

Llegamos a un pueblo pequeño.

Andrés me fue a sacar un pasaje.

--Ana, fue un agrado trabajar contigo, y creo es la mejor decisión que podías tomar. Francisco me habló para que te convencieras a quedarte.

--Pero no acepté.

--Vete lejos pequeña Ana y no mires hacia atrás.

--Le sirvo hace muchos años a los Fiore y antes lo hizo mi papá. Son gente orgullosa de lo que hacen. Y.....

--Pero tú no eres para ellos. No encajarías jamás en su mundo.

--Toma, es el dinero que él me pidió darte.

--Sigue igual Ana, nunca cambies, sé fiel a tus valores y principios. Se que estás sufriendo y se el dolor que tiene tu corazón, pero eso te hace más grande y más valiosa. Compré dos pasajes, tú elije dónde quieres ir.

Me tendió la mano, nos despedimos y sé fue.

Elegí partir al norte.

Tenía razón como me dolía, pero un dolor extraño y potente, no sabría cómo describirlo.

No tenía a quien preguntar ni a quien contar lo que me pasaba.

Llegué a esa ciudad, y arrendé un cuarto en una casa vieja. Le pregunté a la dueña dónde podía conseguir trabajo de casa.

El cuarto era barato, pero cuando llovía se mojaba por todos lados.

Me dió varios datos, encontré trabajo de inmediato.

Pero al parecer el mundo estaba lleno de gente desagradable.

Que no querían una trabajadora, querían una esclava. Lo pasé mal estuve cinco meses soportando el trato infame, hasta que renuncie.

Busqué trabajo esta vez en un hotel. La paga era mala, pero nadie me molestaba, hacía mi trabajo y me iba. Y así pasaron los meses.

Hasta que uno de los huéspedes creyó que era servicio completo.

--Te gustaría ganarte unos billetes extra bonita?

Era un hombre viejo y sucio, olía mal. Que asco.

--Gracias señor le contesté. Pero al salir me lo impidió.

--Déjeme salir señor!

--Vamos chiquita, todas se hacen las difíciles para que les paguen un poco mas.

--Si te mueves bien te subo la tarifa. Tengo dinero.

Llevaba en mis manos los útiles de aseo, la escoba fue mi aliada.

Le dí un solo escobazo por la parte baja, se dobló de dolor y dejó la puerta libre.

--Ni con todo el oro viejo cochino te aceptaría nada.

--Me las pagarás bruja

Fuí de inmediato a hablar con el administrador para reclamar, pero me despidió de inmediato.

Y sin dinero.

Volví a mi cuarto indignada. Había trabajado seis meses ahí... Era muy poco lo que había podido ahorrar.

Era tiempo de partir, tenía aún el ahorro de los Fiore, en una ciudad más grande sería más fácil encontrar un trabajo.

Pero el destino quería otra cosa.

El viejo asqueroso me denunció por robo. Dijo que yo había tratado de robarle y que al tratar de detenerme yo lo había golpeado.

Me detuvo la policía y me llevaron detenida. Lo primero que encontraron era la gran cantidad de dinero que tenía guardada. Me preguntaron de dónde había salido tanto efectivo.

Les respondí que era de distintos trabajos. No podía decir que había estado al servicio de los Fiore. Y no tenía direcciones para decir dónde trabajé.

Había dado mi palabra de guardar silencio y no la rompería, a pesar del alto costo para mi.

El dueño del hotel dijo que seguramente estaba acostumbrada a robar a los clientes y que no se habían dado cuenta. Y que en el fondo el dinero era de él.

Me encontraron culpable, no sabía que hacer, el abogado que defendió mi caso lo vi quince minutos antes. Con tremenda defensa me hallaron culpable solo con la acusación del infame minero.

Me trasladaron de inmediato a una cárcel pequeña en otra ciudad, me habían condenado a tres meses de reclusión.

Ahora sí que estaba mal. Sin dinero, sin trabajo y con los papeles manchados.

Pero como me decía mi abuela, sigue tranquila, no desesperes, Él te protegerá.

En la cárcel no fue todo tan mal. Le pregunté de inmediato a uno de los gendarmes si había trabajo en la cocina. Me respondió que preguntaría.

Al otro día me mandaron a llamar. Me ofrecieron el puesto de cocinera, la que ocupaba ese puesto hacía un tiempo había cumplido su condena y se había ido. Desde ese momento el puesto estaba vacante.

Me hice cargo de inmediato tenía tres ayudantes para cocinar a trescientas internas y veintiocho gendarmes.

Era una gran población, nunca lo había hecho para tantos. Pero saqué un cuaderno y lápiz y comencé a multiplicar las cantidades.

Le presenté a el Alcaide un menú para siete días. Revisé todo lo que tenía y lo que podía preparar con lo que había en las despensas. Habían muchas legumbres, verduras, frutas, pero poca carne.

Con tal de salir del problema el jefe estuvo de acuerdo en todo y así pasó mi condena.

Cocinando para las presas de la región.

Cada día era un desafío, pero todos los días salía airosa. Los platos regresaban limpios.

Me fuí de ahí con la satisfacción que me había desempeñado bien.

Me fuí directo a la pieza que arrendaba. La mujer me entregó todo. Y dijo que nunca creyó nada de lo que decían de mi

--La gente buena se conoce y tú lo eres muchacha.

Salí de inmediato de esa amarga ciudad. Estaba sin ni un peso, vendí un pequeño reloj que me había comprado para poder viajar.

Estaba en la estación esperando, mi bus salía de noche y eran las tres de la tarde, tenía hambre y no quería gastar mi dinero, no era mucho lo que me dieron por la venta.

Me quedé traspuesta, hasta que alguien me habló.

--Cada vez mi deuda sigue creciendo Ana.

Creí soñar, pero era su voz.

Lo miré y era él, miré hacia todos lados por la policía que lo buscaba.

--Ya no tengo que esconderme, soy libre.

Lo miré sorprendida, y alegre por él.

Me tomó de la mano y me levantó, me abrazó fuerte..

--Te he buscado tanto, por todas partes. Nunca creí que te habían encarcelado injustamente.

--Como lo supo?

--Hace un mes que te busco.

--Pero nunca se me ocurrió que estabas en el lugar menos apropiado para ti. La cárcel.

--Luego uno de mis hombres que se alojó en un hotel, se enteró de una mucama que habían descubierto robando.

--Su nombre era Ana.

--No te preocupes querida lo solucionare, tu nombre será limpiado.

--Vamos! Tomó mi bolso y mi mano.

Estaba tan sorprendida, que solo lo seguí.

No quería mirarlo, no era vergüenza era asombro.

Por las noches me quedaba pensando en él, en el día no tenía tiempo para hacerlo. Y era mejor, era tan inalcanzable.

Yo era una mujer vulgar, sin educación.

Era tan estúpida y cometí un pecado imperdonable.

Me atreví a soñar.

Que ilusa, en que cabeza cae que él, Francisco Fiore, se fijaría en mi.

Ahora me llevaba de la mano y él cargaba mi viejo bolso.

¿Sería verdad, lo que me estaba sucediendo en estos momentos? O estaba soñando?

No quería reconocer, pero me sentía tan feliz. Sabía que solo era una quimera, pero no pisaba, me deslizaba a su lado.

Nos subimos a un auto, él me abrió la puerta y me hizo entrar. No tenía la menor idea dónde íbamos.

Llegamos a un hotel, entramos por el ascensor, me abrió la puerta de un cuarto.

--Entra por favor, estaremos esta noche aquí. --Mañana nos iremos, yo estoy al frente. Descansa y hablaremos al desayuno.

--Reposa Ana, todo se arreglará. Se agachó y me dió un beso delicado en la mejilla y se fue.

Al cerrar la puerta me quedé ahí, no se cuánto rato. Me había besado?

Si, lo había hecho, llevé mi mano al lugar donde me besó y cerré los ojos dando rienda suelta a mi imaginación.

Llené la tina y me bañé, sacando de mi cabeza esos malos pensamientos.

Despierta Ana, si en algún momento él tiene alguna intención contigo. Ni siquiera serás la rubia ni la morena, esas mujeres se pueden lucir. Tú siempre ante los ojos de todo serás la chica de la cocina. La que limpia los platos.

Él solo te usará unos días y luego se deshacera de ti. Él en estos momentos él siente lástima por ti.

Pero cuando abra sus ojos te verá como eres. La cocinera, la de las manos ásperas de tanto fregar.

Sentí lastima de mi misma y tomé una decisión que iba en contra de todos mis principios y valores. Me pondría una venda en los ojos y aceptaría esas migajas de atención. Y cuando viera que él no me necesitaba a su lado, me iría.

Que tonta de mi tener esos sueños.

Sentí un golpe en mi puerta, eran las ocho y yo ya estaba lista hacía una hora.

--Ana?

Abrí la puerta y ahí estaba él, tan guapo como siempre. Con esa sonrisa que me llevaba a las nubes.

--Estás lista?

--Claro.

Me tomó del brazo y me condujo caminando hacia el ascensor.

El hotel tenía un restaurante y ahí fuimos. Me abrió la silla y me senté.

Él lo hizo frente a mi.

--Pide lo que quieras.

Sentía nervios, pero los disimulaba muy bien. Comimos en silencio. A pesar del hambre comí poco. Él me observaba.

--Quiero decirte que lo sé todo. Lo del dinero, la acusación y la cárcel.

Tomó mis manos y las apretó con firmeza.

--Pudiste delatarme, pero no lo hiciste, preferiste guardar silencio y aceptar que te metieran presa.

--Pero como siempre eres una mujer sobresaliente. Cualquier mujer en tus mismas condiciones se hubiera puesto a llorar día tras día. Y mira tú.

--Te hiciste cargo de la cocina. Tomaste el puesto vacante de la cocinera.

--Eres asombrosa Ana.

--El Alcaide solo tiene elogios para tu desempeño.

--Yo limpiare tu nombre, el infeliz que te acusó ya probó la mano de uno de mis nombres. En unos días mi abogado declarará nulo tu juicio anterior.

--Y tus papeles serán limpiados. Te lo prometo.

--Gracias Señor.

Estuvo callado unos minutos.

--No se cómo empezar, tengo treinta años y mira, estoy nervioso por lo que te diré.

--Tú sabes quién soy, o al menos has escuchado, de mi, un jugador, mujeriego, me gustan las fiestas.

--Pero cuando estás a mi lado, me siento diferente.

--Eres la primera mujer que ha hecho sacrificios por mí sin pedir nada a cambio.

--Te quiero ofrecerte un trato No quiero faltarte el respeto.

-- Pero tú me gustas Ana

--Nunca me he enamorado, las mujeres que han estado en mi vida únicamente son entretención. No son importantes.

--Mi Madre, las esposas anteriores de mi Padre, mis cuñadas, ella sólo son figuras, solo eso. Sin voz ni voto en nada, solo preocuparse de dar hijos a la familia Fiore.

--Tú no encajas, suena duro, pero no quiero engañarte, quiero hablar con la verdad y se que tú lo prefieres así. Esa diferencia te hace irresistible ante mis ojos.

--Cuando estás a mi lado me siento seguro.

--Siento que nada me va a pasar.

--Quiero hacerte una proposición Ana.

--Pero antes de hacértela quiero decirte que nunca escucharás de mi boca la palabra amor. Los Fiore no la usamos. No nos enamoramos.

--Pero hacemos felices a nuestras amantes.

--Déjame seducirte, déjame enseñarte a amarme. --A disfrutar de la vida.

--Acompañame a mi casa, no a la de la familia.

--Lo que te propongo es sin compromiso, ni ataduras, ni tuyas ni mías. Disfrutemos el amor mientras exista una llama entre los dos.

--Se que existe esa chispa cuando estamos juntos.

--Acepta Ana.

--Tu eres la mujer perfecta para mí.

--Tengo la certeza que cuando llegue el momento, ambos sabremos que llegó el fin. Y que tú no serás como la larga lista de amantes que he tenido. Que no lo aceptan y siguen rogando migajas.

--Eres diferente y amo esa diferencia que te hace tan especial.

--No te obligare, si no aceptas lo comprenderé pero se que no arrepentirás.

--Esperare tu respuesta hoy en la tarde.

--Ven conmigo Ana....

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