Algo que pertenecia al pasado ha resurgido con fuerza como el ave Fénix. Haciendo tambalear la estabilidad de una familia bien avenida. Una llamada misteriosa, que obvio nadie se esperaba. Y menos Octavio Saldaña.
Una trama muy expectante, sin saber lo que les depara el destino.
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Eres muy fuerte, Andy.
Vamos Andrea, confiesa, ¿anda mal algo?
Sí.
¿Qué cosa?, dime.
A quitar al quitarse los anteojos de sol y cubrirse la cara con la mano, Damaris pudo ver que había estado llorando.
¿Qué ha pasado?, preguntó alarmada.
Octavio tuvo una aventura amorosa.
Andrea lo dijo en voz baja y con rapidez. Luego, bajó la cabeza.
¡Oh Dios!, Andrea, no puedo creerlo. Sencillamente, Octavio no es para eso. Él piensa que es Adán y tú Eva. No lo haría, créemelo, querida. Yo percibo las vibraciones. Octavio no es capaz de eso.
Lo hizo, reafirmó Andrea, con vos apenas perceptible.
¡Vamos, Andy! Ya he leído sobre este síndrome en una revista. Es común a tu edad.
A nuestra edad, opuso Andrea, sonriendo.
De acuerdo, concedió Damaris.
Ella estaba a mitad de sus "treintas" y se proponía permanecer así por algún tiempo. Luego, añadió:
Las mujeres cercanas a los cuarenta sufren esta clase de pérdida de confianza. Empiezan a imaginar...
No es mi imaginación.
¿Entonces?
Andrea levantó la cabeza.
Él me lo dijo.
¡Oh!
Damaris miró a su antigua compañera de cuarto y, con tono de auténtica emoción en la voz, comentó:
Es realmente perturbador, Andy.
Lo sé.
Andrea había esperado que Damaris fuese un poco menos emotiva y que adoptara una actitud reconfortante más desapasionada.
Déjame decirte, continuó la amiga, a veces mienten. Cuando le dije a mi esposo que sostenía una aventura amorosa con un hombre, me dijo que él también estaba viendo a alguien. Se trataba de un invento absurdo. Era una "muñeca" ficticia, a cambio de mi "muñeco" muy real. ¿Te imaginas?
Hizo una pausa, y después de reflexionar, prosiguió:
Bueno, claro que Octavio es más maduro que mi esposo. Es recto como una flecha. ¿Por qué habría de decirte algo tan hiriente si no fuera cierto? Andy, debe de estar diciendo la verdad.
Así es.
Pero, ¿por qué?, ustedes siempre habían sido tan felices...
Damaris observó la cara de cansancio de Andrea.
La luna de miel se acabó, Damaris.
Al decir esto, Andrea no pudo evitar el tono de amargura en la voz.
Andrea, esto es por completo devastador.
Con esta observación, Damaris quería expresar que esa noticia destruía también "sus propias ilusiones" las pocas que todavía abrigaba.
¿Con quién demonios fue a caer?
Era una estadounidense de Wisconsin.
¡Ah! ¡Debí haberlo sabido!, exclamó Damaris, demasiado alterada para notar el uso del pasado. Tenía que ser estadounidense , ¿no es cierto?
Sí, dijo Andrea con serenidad.
Buenas noches se quedó callada un momento, sin saber qué decir. Al fin, rezongó:
Lo siento de veras, Andrea.
Entonces, esta dio rienda suelta a su mayor agonía.
Tuvieron un hijo.
¡Eso no es posible! ¿Estás segura?
Sí, muy segura.
¡Dios mío!
La exclamación de Damaris fue tan moderada como le fue posible, pero luego preguntó.
Y, ¿por qué?
Octavio asegura que él no lo sabía.
¿Tú le crees?
Sí, creo que sí.
¿Y cuál es la disculpa de la tal estadounidense?
No sé, musitó Andrea, está muerta.
¿Qué cosa?
Damaris había llegado al colmo de la confusión.
Será mejor que me expliques todo, desde el principio.
A medida que Andrea relataba los acontecimientos, su indignación subía de punto. ¡Eso es tan monstruoso! ¿Qué estoy haciendo en medio de esta pesadilla? Damaris asimiló todos los datos. Los ojos se le salían de las órbitas. Cuando Andrea llegó a la muerte de Lourdes y a la confusión de Octavio, Damaris ya no pudo sufrir en silencio.
¡Dios mío! Andrea, esto sobrepasa todo lo que he oído en mi vida. Siempre pensé que Octavio era perfecto.
Yo también, confesó Andrea, con tristeza.
Se produjo una pausa. Ninguna de las dos supo exactamente qué decir.
Bueno, empezó al fin Damaris, tratando desesperadamente de encontrar un lado bueno, por lo menos no tienes que preocuparte de perder a Octavio. ¿La madre dio al hijo el nombre de Octavio?
No.
Bien. Tal vez tú puedas hacer de cuenta de que fue la Segunda Guerra Mundial y que Octavio era soldado de Infantería en Europa y...
¿Y...?
Y olvidar el asunto, muchas mujeres lo hicieron en esos años.
Yo no puedo, Octavio quiso ver al chico.
Damaris se sintió ofendida; esa era una violación de la propiedad privada.
¡Dios mío! Los hombres son un desastre. Se obsesionan con la idea de los hijos varones. Espero que sientes bien tus bases, Andrea: o él o tú.
Es precisamente lo que no quería hacer, Damaris.
Si lo obligo a elegir, siempre habrá una posibilidad de que lo pierda.
Damaris observaba a Andrea con ansiedad creciente.
¿Y qué diablos hiciste?
Andrea le narró el resto de la historia.
Andrea, te has vuelto loca por completo... ¡y sin remedio!
Al contrario, me he vuelto "realista" por completo, y sin remedio. Tengo que pensar en las niñas.
Pero, en tu propia casa, Andy... ¿En qué puede acabar esto?
Mira, hicimos un trato. Un mes y el chico vuelve a Estados Unidos. Allá hay alguien que está tratando de hacer arreglos para su futuro. Es mejor tener treinta días de sufrimiento que toda una vida de incertidumbre.
Pero, ¿cómo rayos puedes soportarlo?
Andrea se encogió de hombros.
No sé, a veces no puedo. A veces, cuando estamos sentados, pretendiendo escuchar a Bach, pretendiendo leer y pretendiendo que todo es como siempre ha sido, me entra una furia tal, que podría matar a Octavio.
Tal vez es lo que deberías hacer, interrumpió Damaris con sarcasmo.
Sin embargo, hay otras ocasiones en que siento necesitarlo más que nunca. Es extraño, ¿no crees? Aún después de lo que ha hecho, sigue siendo el único que puede en realidad reconfortarme.
Damaris la miró y sacudió la cabeza.
No consigo entenderte, Andy.
Yo tampoco me entiendo, convino, pero por lo visto el amor y el odio no aparecen excluirse. Pueden coexistir y volverte loca.
Damaris volvió a sacudir la cabeza y suspiró:
¿Y crees realmente que todo quedará bien concluido al final del mes?
Sí. Ese fue nuestro pacto.
En el fondo del corazón, Andy temía que Damaris pudiera tener razón, ya no se sentía segura de nada.
¿Qué piensan las niñas?
No les hemos dicho quién es; creen que es simpático.
¿Y lo es?
No sé.
¿No lo ves?
Con toda franqueza, procuro verlo lo menos posible, y cuando lo hago, mi única reacción es "¿a quién se parece? ¿Crees que estoy loca Damaris?".
No, querida, respondió estirando los brazos sobre la mesa, para acariciar con afecto la mano de su amiga. Tú eres la mujer más sensata que yo conozco. Si alguna vez mi esposo me hiciera eso, lo único que sería capaz de hacer es salir yo también en busca de una aventura amorosa, o ir de compras..., ¡o las dos cosas! Yo nunca tendría la fortaleza para enfrentarme al problema como lo has hecho tú. Es un juego de azar; pero, conociéndote, tú avergonzarás a Octavio hasta reducirlo al orden, con tu generosidad. Ahora, ¿puedo ayudar?
¿En qué forma?
En la que quieras. Dios sabe que tú me has visto pasar bastantes crisis; puedo ir contigo...
No. La situación es bastante mala tal como está. Yo tengo que regresar.
¿Tienes que volver? ¿No quieres quedarte unos días en mi casa?
Andrea negó con la cabeza.
Damaris, eres una buena amiga, pero es preciso que yo haga frente a todo esto.
¡Oh Dios! ¡Cómo te envidio!, enfatizó Damaris. Distaba mucho de ser la conclusión que Andrea esperaba.
¿Que puedes envidiar? ¡Por amor de Dios!
Quisiera poder amar a un hombre tanto como tú amas a Octavio.
Gracias, Damaris. Gracias por entenderme.