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5.5
Carrie despertó de su letargo con un profuso llanto cortándole la respiración, mirando como sus compañeros bailaban y reían felices al tiempo que a ella se le partía el corazón. Aidan se había marchado sin dejarle nada más que recuerdos en compensación. Ni siquiera encontró su fotografía tirada en el piso. Ser consciente de que su fantasía había terminado fue peor que una bofetada en el rostro, lo único que deseaba en ese momento era correr y gastar sus energías en otra cosa que no fuese llorar, pero desgraciadamente, el dolor de sus ilusiones rotas pudo más, quebrantándose ahí mismo.
Sus gemidos lastimeros no fueron audibles para nadie debido a la música escandalosa que llenaba el lugar, además a nadie le sorprendía ver a una pobre chica desconsolada en su fiesta de graduación porque a más de una su acompañante le pulverizaba el alma abandonándola en medio de la celebración para fugarse con otra.
Comenzó a empujar a las personas abriéndose entre una multitud que la ignoraba y consiguió llegar al vestíbulo, donde planeaba echarse a llorar en el armario de los abrigos porque el baño de señoritas estaría demasiado ocupado y ella no quería incomodar a nadie con sus penosos alaridos.
—Carrie. —Estaba a punto de esconderse cuando escuchó aquella voz que le llamaba y sabedora de a quien pertenecía, se volteó a mirarla.
—Grettel. —Entonces, recordó también la estúpida razón de su distanciamiento. Sonrió negando con la cabeza, había sido por una insignificancia, una pelea absurda de orgullos infantiles y por primera vez, se alegró de encontrarse frente a su vieja mejor amiga después de tantos años—. Oh, Grettel, perdóname.
Grettel que nunca había visto a su amiga tan expuesta y vulnerable como esa noche, aceptó las disculpas sin rechistar ofreciendo las propias en un abrazo. Las dos se acurrucaron debajo de la mesita circular del vestíbulo y Carrie lloró en el regazo de su amiga hasta que se cansó de hacerlo. Sin embargo su corazón todavía dolía.
—Lloré igual el día que me resbalé en la pasarela, ¿verdad? —susurró Carrie—. Siento que hayas perdido el concurso por mi culpa.
—Ya no tiene sentido pensar en ello —suspiró Grettel acariciándole la cabeza—, he revisado el diseño con el que participamos hace poco y nunca tuvimos oportunidades de ganar. En realidad, tu torpeza no tuvo nada que ver.
—Te dije que no era modelo —se escudó Carrie—, no me sentía cómoda con tantas miradas sobre mi cuerpo y me resbalé. Luego te empujé por haberme hecho pasar tremenda vergüenza frente a todos y tú me dijiste que era una tonta, desde entonces, no nos dirigimos la palabra.
—De verdad que somos tontas —bromeó Grettel.
—Pero no pudo haber mejor momento para reconciliarnos —hipó Carrie, limpiando el rímel corrido de sus mejillas con la falda de su vestido.
—Yo sé lo que sucedió con tu novio y lo siento.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó horrorizada. Ella había firmado un contrato de confidencialidad, posiblemente sufriría algún tipo de tortura mágica por haber violado una de las clausulas.
—Un insecto… No, tu hada madrina me lo contó —se corrigió.
Carrie continuó sollozando tranquila después de saber que no sería convertida en rana y se limpió la nariz con el dorso de la mano.
—Aidan vive en mí, ¿verdad que sí?
—Por supuesto. —Grettel no podía negarle nada a su amiga de mirada mohína.
—Yo lo quiero…
—Él lo sabe, estoy segura.
A pesar de haber perdido al hombre que hacía vibrar sus sentidos con una palabra y que ponía a bambolear su raciocinio con un beso, Carrie tuvo un atisbo de felicidad por haber recuperado a su mejor amiga.