Cautiva por la Mafia.

Matteo.

Tenerla trabajando a mi lado es genial, puedo estar con ella todos los días, ella parece muy concentrada en su trabajo, veo que ya terminó la jornada, mirándola aquí tan cerca de mí, tengo ganas de besarla.

Matteo: Bueno, por hoy es todo. Terminó la jornada.

Stella: Vaya, ni siquiera vi pasar el tiempo.

Matteo: Bueno, Fausto te llevará a ti y a papá a casa.

Stella: ¿Y tú?

Matteo: Terminaré aquí, tengo un compromiso, llegaré tarde.

Stella: Está bien.

Ella se levanta y yo también.

Stella: Me voy.

Me acerco a ella, que da pasos hacia atrás y se apoya en el escritorio.

Matteo: ¿Tienes miedo de mí, Stella?

Stella: No.

Me acerco más a ella y acaricio su rostro.

Matteo: Entonces, ¿por qué te alejas, hum?

Me acerco más, a su rostro y miro su hermosa boca.

Stella: Este es tu despacho.

Matteo: Y tú eres mi mujer.

Stella: Pero...

Antes de que pueda decir algo, me lanzo a esa boca que tanto deseaba besar, al principio ella se asusta y se muestra reacia golpeando mis manos en mi pecho, pero al no aliviar la presión de nuestros labios, termina cediendo a mí y qué dulce y maravilloso sabor tiene, la beso con ganas, con hambre, deseo, nuestras lenguas luchan en una batalla perfecta, la siento cálida en mis brazos, mi miembro está pulsando dentro de los pantalones, un deseo incontrolable surge dentro de mí, no sé cuánto tiempo podré soportar esta tortura, nos separamos por falta de aire, miro en sus ojos y veo el mismo deseo que tengo en ellos, ¿por qué no se entrega a mí?, me alejo y ella coge su bolso y sale apresurada de la habitación, yo me siento en mi silla y disfruto del sabor de esos labios.

Stella.

Paso apresurada por la recepción, ni siquiera digo buenas noches a esa insoportable, entro en el ascensor y veo la cara de ella mirándome, dan ganas de sacarle la lengua, pero sería demasiado infantil, ignorarla es suficiente, las puertas se cierran y puedo volver a respirar, llevo mis dedos a mis labios, ¿qué fue eso?, ¿qué beso fue ese que me incendió por completo?, al principio no lo quería, pero no pude resistirme, lo besé y lo besé con ganas, con Gabi nunca fue así, nunca me sentí así, y él estaba excitado, podía sentir su rigidez rozándome, es tan masculino y grande, muy grande, el ascensor se abre y veo a papá y a Fausto.

Jorge: ¿Qué pasó, hija?, estás un poco roja.

Miro a Fausto, que mira hacia otro lado y sonríe, él sabe muy bien de lo que su jefe es capaz.

Stella: No es nada, papá, vámonos, vamos Fausto y quítate esa sonrisa de la cara.

Fausto: Sí, señora.

Odio cuando me llama señora, dejamos a papá en su casa y nos fuimos a casa.

Stella: La reunión es en la mafia, Fausto.

Fausto: ¿De verdad quiere saber, señora?

Stella: Ya que estoy metida en esta mierda y no puedo salir, me gustaría saber.

Fausto: Está bien, tenemos una entrega de armas que hacer hoy, el Don a veces va porque las cosas se han complicado últimamente.

Stella: ¿Con el traidor?

Fausto: ¿Cómo lo sabe, señora?

Stella: Luca me contó que la otra secretaria es la mujer del traidor y no me llames señora.

Fausto: Disculpe.

Stella: Está perdonado, pero sigue contando.

Él suspira y habla.

Fausto: Hace unos días, cuando íbamos a entregar un cargamento, fue robado antes de su entrega y el Don quería descubrir quién lo hizo porque nunca había sucedido antes.

Stella: Claro, ¿quién desafiaría a un Don?

Fausto: Descubrimos quién traicionó y le tendimos una trampa, que cayó perfectamente.

Stella: Y con eso descubrieron que era solo un chivo expiatorio.

Fausto: ¿Qué es un chivo expiatorio?

Stella: Ah, perdón, una persona enviada por alguien más poderoso para hacer las cosas malas y que el mandante no reciba castigo.

Fausto: Así es, fue enviado por alguien.

Stella: ¿Quién?

Fausto: Miguel.

Stella: ¿Miguel?

Fausto: Sí, siempre ha querido tener el cargo del Don y está haciendo todo lo posible para conseguirlo, ahora que los viejos de la familia no aceptaron el matrimonio de ustedes y Miguel está aprovechando eso, ellos querían que se casara con una de sus hijas y Miguel y su padre querían que el Don se casara con Lena, porque así cuando estuvieran casados, lo matarían y tomarían el poder.

Stella: Qué trama tan organizada, ya lo tenían todo preparado.

Fausto: Sí, pero cómo nuestro Don te encontró, sus planes no salieron como esperaban.

Stella: Él no me encontró, me obligó.

Fausto: Nuestro Don no es malo, Stella, intenta verlo de otra manera, sin el lado mafioso, sin ser el sombra. Es muy honorable y respetado por todos.

Stella: Está bien, Fausto, ya estoy aquí. No tiene sentido llorar sobre la leche derramada ahora, hay que seguir adelante.

Fausto: A él le gustas, Stella. Lo tienes en la palma de tu mano y aún no te has dado cuenta. Desde que llegaste, ya no ve a otras mujeres. No ha ido a la discoteca a trabajar, solo va a chequear documentos y firmar, luego regresa a casa. Nunca ha sido alguien que se quedara en casa, pregúntale a Ana, apenas lo veía.

Stella: Quiero que me enseñes todo lo que sabes, Fausto. A disparar y a defenderme, ya que no hay vuelta atrás y él no me permitirá irme. Quiero estar preparada por si algún día me pasa algo. En cuanto a hablar con Matteo, déjame a mí, pronto te daré una respuesta.

Fausto: Está bien, buenas noches, Stella.

Stella: Buenas noches, que descanses.

Entro a casa, si terminé aquí es porque Dios tiene algo que ver con esto. Si no, no habría dejado Brasil por Sicilia, ¿verdad? Confío en que Dios guiará el camino, veremos qué sucede.