Nicolle Harrington es una chica recatada y conservadora, sumisa y dócil, o al menos para los hombres de su familia, quienes la tienen en una burbuja, pero fuera de casa es la espía más joven, despiadada y preparada de su organización. Es novia de un coronel llamado Massimo Moretti hace dos años y su amor no puede ser más bonito y perfecto; claro, él solo conoce su parte dulce y tierna.
Una enemiga de su madre regresará para cobrarse con ella mediante una traición que la aleja de su familia tras su supuesta muerte en frente de todos ellos.
Nicolle queda sin memoria durante dos años, sintiéndose perdida, y es encerrada como un animal en un infierno con recuerdos falsos, hasta que conoce a su nuevo amor, un mafioso, Aaron Rizzoli, que la ama como realmente ella es y no ese personaje que supo interpretar.
Su dilema será cuando recupere la memoria y deba elegir a uno de ellos; qué hará la pequeña Nicolle: se quedará con el amor bonito de Alessandro o elegirá la adrenalina de Aaron.
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Alegría antes del horror.
Nicolle pasó las horas en el avión deseando poder aterrizar de inmediato; era realmente desesperante estar sentada allí cuando lo que quería era estar con su familia. Por primera vez en mucho tiempo necesitaba de la sobreprotección de su familia.
Lo que Nicolle había vivido era realmente fuerte. Ella era un elemento excelente, pero eliminaba objetivos que se lo merecían, como violadores, pederastas, traficantes de órganos y asesinos seriales.
La joven le dejaba lo de las drogas a la elite, el tráfico de armas y la prostitución consentida.
A Nicolle no le importaban esos delitos siempre y cuando no fuera en contra de la voluntad del consumidor; lo único que no toleraba era el tráfico de personas y cualquier cosa parecida.
A la joven le perturbó haber matado a ese hombre con sus propias manos; se había convertido en un animal asesino a sangre fría a un hombre que no le había hecho absolutamente nada. La mujer de ojos, ojos, los cuales había recuperado en el avión al quitarse las lentillas y las trenzas, trenzas, también utilizó el líquido especial para tallar sus tatuajes y removerlos de su cuerpo.
Ahora era de nuevo la dulce Nicolle, la niña nacida en una burbuja. Una falda plisada de color azul marino que llegaba hasta debajo de las rodillas adornaba su parte inferior, mientras que en la parte superior tenía una camisa blanca de mangas abombadas en los hombros y larga hasta sus muñecas, un chaleco azul marino y sus lustrosos zapatos de tacón bajo, su cabello recogido en su moño de siempre y al final una trenza que le caía de lado.
*Debo descubrir lo que ocurre, pero ahora solo necesito el abrazo de mis padres y los mimos de mi familia*, pensó la hermosa Nicolle mientras miraba por la ventanilla del avión. Extrañaba a Massimo; ese hombre era muy protector y delicado, pero no estaba mal; ella era la que tenía gustos más rudos; debía ser por la vida de violencia que llevaba en su trabajo.
El teléfono de la joven comenzó a sonar; su familia le estaba enviando mensajes desesperados diciéndole que ya querían verla. Andrew quiso buscarla en el aeropuerto, pero ella, como siempre fue cubierta por sus dos hermosas cómplices.
El avión por fin aterriza y Nicolle baja mientras sus guardaespaldas ya la esperan. Es llevada a su casa y en el camino no se aguanta y llama de nuevo.
—Ya voy en el auto, los extraño muchísimo —exclama y la algarabía retumba del otro lado de la línea.
—Te estamos esperando, mi niña; todos estamos afuera esperando por nuestro bebé. La voz de Nicholas es la que le habla.
—Ya casi llego, papito —anuncia Feliz.
—Y no te volverás a ir jamás, mi niña —Nicolle suspira; tienen razón; quizá deba dejarlo por un tiempo, explicarle a su familia y algún día regresar. Ella era capaz de acabar con todo eso, pero se sentía oprimida. Algo no iba bien.
El auto se detuvo frente a la enorme mansión y la joven bajó del auto; no tuvo ni que entrar; su familia la esperaba afuera con pancartas, globos y su novio tenía un enorme oso azul.
Esa era su familia, grandes y poderosos militares y ex militares serios y temerarios, pero con ella eran unos caramelos; todos eran muy dulces.
—¡Mi princesa! Nicholas se adelantó y la giró. Besó sus mejillas mientras la joven solo se reía.
—Papito, te extrañé mucho —el abrazo era fuerte y con anhelo.
—Mi niña, hermosa —Andrew la arrancó de los brazos de su padre. —Mi pequeñita al fin llegó —dijo comiendo su cata con besos.
—Mi Niki —grito André mientras ella se le colgaba como una perra. Cada persona de su familia se tomó su tiempo para abrazarla: sus tíos, sus tíos, abuelos, Tomás, sus primos y hasta sus bisabuelos la estaban esperando.
Las mujeres de la familia solo sonreían viendo cómo se peleaban por abrazarla. Nicolle era el tesoro en esa casa; los gemelos, como siempre, la abrazaban juntos mientras saltaban de alegría; ellos parecían los hermanos mayores.
Massimo se acercó y la giró. Muchas veces, por primera vez, se olvidó de que los miraban, se olvidó de cualquier prejuicio; su bebé había regresado y no se iría más; él se encargaría de eso.
—Te amo, mi Niki, te extrañé mucho, no te vuelvas a ir. Besos, cayeron en sus labios, uno y luego otro; los hombres de su familia no se opusieron; luego, cuando no los viera le darían un reverendo zape en la cabeza.
—También te amo, mi amor, mi príncipe, mi todo; no, no me volveré a ir, lo prometo. Sus labios sellaron la promesa que ella no podría cumplir porque estaba a punto de marcharse de nuevo a un viaje que posiblemente no tendría retorno.
—Mi bebé, mi hermosa nena —Lia arropó en un abrazo a su hija. Sentía tanta tranquilidad, aunque la opresión en el pecho no desaparecía.
GIA también abrazó y besó a su nieta; todas las mujeres de esa familia la abrazaron.
—Mi pequeña y hermosa mariposa, no me importa el apellido; solo quédate —las palabras salieron de la boca de Gia en un susurro. Ella también sentía en su pecho lo que sintió antes de recibir el virus que casi la mató, el mismo que cuando su hija fue secuestrada y ahora lo volvía a sentir.
—Lo haré, abuelita, no pienso dejarlos —la joven Nicolle abrazó a su abuela. Desde lejos esto era observado por un gran grupo de desgraciados.
Antonella estaba en un auto, apreciando todo a la distancia; quería ver a esa perra sufrir. Lia le había robado a su hombre, según ella, y ella le robaría algo aún más preciado. Quería verla destrozada.
Una mujer con las características de la joven y vestida exactamente igual esperaba muerta en un helicóptero para hacer el cambio; tenía una bala donde Nicolle recibiría una.
El hombre que iba a disparar era Sambo, un experimentado francotirador y perro fiel. De Antonella, el escenario fue calculado con precisión; había muchos francotiradores posicionados para asesinar a los guardaespaldas de la familia de Nicolle.
El desgraciado saldría y la haría pararse frente a ellos para que la vieran morir.