La novela trata de la vida de Rouse y Henry, él es profesor de la universidad de letras y ella su alumna, ambos se embarcan en un romance prohibido. Él le enseña un nuevo mundo de morbo y pasión, cumpliendo todas sus fantasías, pero no todo siempre es color de rosa. El padre de Henry y su ex se unirán para cambiarlo todo por un propósito egoísta.
Traiciones, engaños, malentendidos y más tendrán que vivir y decidir si vale la pena seguir juntos o no.
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Capítulo 21
Los tres ya estaban en un cuarto privado, pero no era como los demás, este tenía espejos por todos lados, en las paredes y en el techo.
-Este es el cuarto de espejos amor, estés en la posición que estés, podrías verte gozar y como nosotros gozamos de vos - la provocó Henry sonriendo
El aire en la habitación vibraba, denso y cargado de una anticipación que se reflejaba en cada superficie pulida. Las paredes, el techo, todo era un lienzo de imágenes duplicadas, multiplicando la presencia de Rouse, Henry y el hombre que los acompañaba. Cada movimiento, cada gesto, se desdoblaba en un eco visual, creando un laberinto de intimidad donde las miradas se cruzaban y se perdían en un juego de infinitos reflejos. La experiencia previa, esos minutos cargados de roces compartidos y la entrega mutua de Rouse, flotaba en el aire, un preludio que ahora encontraba su escenario perfecto.
Henry se acercó a Rouse, su voz un susurro que resonaba en el espacio, cargado de la complicidad que habían forjado hacía instantes.
-Recuerdas lo que sentimos allá afuera - dijo, señalando con la cabeza hacía el hombre que los observaba desde el centro de la habitación - Esto es para amplificarlo. Para verlo todo.
El hombre asintió lentamente, su mirada recorriendo a ambos, deteniéndose en cada detalle reflejado. Una sonrisa se dibujó en sus labios, una sonrisa que se repitió en innumerables versiones a su alrededor, una sonrisa que entendía la profundidad de lo que buscaban.
-Lo siento - respondió, su voz grave y calmada - La conexión ya está hecha. Ahora solo la exploramos en cada ángulo.
Rouse sintió la mirada de Henry sobre ella, una mirada que conocía bien, pero que ahora se sentía amplificada, observada desde todos los ángulos posibles. El hombre dio un paso hacia ellos, su presencia llenando el pequeño claro que habían creado en medio de los espejos, una presencia que ya les resultaba familiar y deseada.
-Acércate más - le indicó Henry a Rouse, su mano rozando la suya, un gesto que se sentía como una continuación de lo anterior - vamos a hacer que cada reflejo cuente.
Se giraron juntos, invitando al hombre a unirse a su círculo, una invitación que él aceptó con una mirada que prometía más. -Quiero que sientas cómo se multiplican las sensaciones, cómo cada roce se duplica - susurró Henry, su voz ahora más intensa - Quiero que veas mi deseo en sus ojos, y el suyo en los míos, una y otra vez.
El hombre se unió a ellos, su cercanía una nueva capa de intensidad, una intimidad ya probada que se profundizaba.
-Empecemos por aquí - dijo, su mano extendiéndose hacia el brazo de Rouse, un gesto que se reflejó en múltiples direcciones, cada uno invitando a un nuevo contacto - Sintamos el calor que se crea cuando nos unimos, sin importar cuántas veces nos veamos, cuántas veces nos sintamos.
El espacio se sentía a la vez íntimo y expansivo, un escenario privado donde la realidad se distorsionaba y las percepciones se agudizaban. Los contornos de sus cuerpos se perfilaban en el cristal, delineados por la luz, cada uno un reflejo del otro, creando una danza de formas y sombras que se entrelazaban en la multiplicidad de los espejos. La tensión en el ambiente era casi eléctrica, una corriente que recorría la piel, invitando a explorar los límites de esa experiencia compartida, donde cada sensación se veía multiplicada y cada deseo, amplificado por el eco visual de sus propios reflejos.
-Rouse, quiero que te recuestes encima mío, boca arriba - Ordenó Henry acostándose en la cama boca arriba también.
Ella le obedeció, su espalda estaba pegada al pecho de él, podía sentir como su miembro rozaba sus partes.
-¿Que haremos? - preguntó curiosa Rouse
-Tu pareja te está entregando a mí - respondió el desconocido con una voz cargada de placer - ahora abre las piernas
Ella las abrió, pero Henry tomó sus rodillas abriendolas aún más, él la entregaba a otro.
De pronto el desconocido se agachó, se arrodilló frente al cuerpo entregado de Rouse y comenzó a devorarlo, chupo y mordisqueo, era completamente salvaje y desenfrenado. Usaba sus dedos al ritmo de su lengua. Cuando sintió que ya estaba lista, se colocó un preservativo y entró, soltando un fuerte suspiro.
-Amigo, que rica está tu mujer - murmuraba jadeante, para luego comenzar a bombear dentro y fuera de ella con todas sus fuerzas.
Rouse gritaba de placer, y al echar el cuello hacía atrás, pudo verse reflejada en el techo, inmediatamente conectó su mirada con Henry, quien la observaba, veía como ese hombre entraba y salía de ella, como él la abría de piernas y se balanceaba sobre su cuerpo. Era erotismo puro.
Por otro lado mientras ellos tres disfrutaban, Morgana solo planeaba sus siguientes maldades junto a su madre, que la había criado para ser como ella, una arpía.
-Te digo la verdad, Henry se está cogiendo a una estudiante - volvió a decir histérica Morgana a su madre
-Es que me parece extraño eso viniendo de Henry, pero de ser así, sabes que significa ¿no? - sonrió venenosamente la madre de Morgana
-Que tengo que destruir a esa mujer - dijo altiva Morgana
-¡No! - negó sin paciencia su madre - Quiere decir que ahora tenemos de dónde agarrar a ese estupido, si de verdad le importa esa mujer, no va a querer que nadie revele su relación prohibida - explicó como si se lo dijera a un niño
-¿Y si no le importa la mujer? - pregunto molesta Morgana
-Si no le importará no se habría metido con ella, sea como sea, su carrera corre peligro. De cualquier manera, ahora está en nuestras manos - rió fuertemente la madre de Morgana, estaba feliz de que las cosas salieran como ella lo quería.