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En Blanco

En Blanco

Status: En proceso
Genre:Romance / Yaoi / Pérdida de memoria / Traiciones y engaños / La Vida Después del Adiós
Popularitas:805
Nilai: 5
nombre de autor: Marianitta

Cuando Aiden despierta en una cama de hospital sin recordar quién es, lo único que le dicen es que ha vuelto a su hogar: una isla remota, un padre que apenas reconoce, una vida que no siente como suya. Su memoria está en blanco, pero su cuerpo guarda una verdad que nadie quiere que recuerde.

NovelToon tiene autorización de Marianitta para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

La ventana que se cierra

El reloj de pared en la sala de juntas marcaba las 3:45 de la tarde, pero para Leo parecía llevar ahí más de un día entero.

La mesa de madera oscura estaba cubierta de carpetas, documentos legales y tazas de café a medio beber.

Frente a él, los dos abogados de su defensa repasaban por tercera vez las mismas frases que tendría que repetir en el tribunal, como si fueran un mantra que pudiera salvarlo.

—Doctor Valmont, entienda— dijo la abogada principal, con un tono seco que parecía perforar.

—El juez no va a interesarse en si usted tenía una agenda personal. Necesitamos que se concentre en explicar que siguió el protocolo—

—Nada más—

Leo asintió, aunque apenas estaba escuchando.

Sentía la mandíbula tensa, los dedos crispados sobre el bolígrafo.

El aire de la sala estaba denso, cargado con el olor de papel viejo y café rancio.

La palabra negligencia se repetía una y otra vez en su cabeza, como un eco que no podía apagar.

Mientras hablaban, su teléfono vibró en el bolsillo. La abogada lo vio inclinarse hacia un lado.

—Por favor, doctor, no ahora —dijo con impaciencia.

Pero Leo ya había visto en la pantalla un nombre que lo heló: Maia.

Se disculpó sin esperar respuesta, salió de la sala y cerró la puerta tras de sí.

Caminó hasta el pasillo desierto del piso y contestó, intentando mantener la voz baja.

—Maia… ¿qué pasa?

Al otro lado, el sonido de respiraciones rápidas. Luego, la voz de ella, apretada y urgente:

—No puedo hablar mucho. Lo vi—

Leo sintió que todo a su alrededor se apagaba.

—¿Aiden?

—Sí —confirmó ella, casi en un susurro—. Está aquí… pero no por mucho tiempo. Su padre planea llevárselo de la isla. No sé a dónde, pero escuché que será pronto, muy pronto.

Leo apoyó la espalda contra la pared fría, como si necesitara sostenerse.

—¿Estás segura?

—Tan segura como puedo estar.

—No llames aquí y no me busques todavía. Si Thomas se entera de que hablé contigo, lo negará todo.

—Solo… solo actúa rápido.

La llamada se cortó antes de que pudiera responder.

Por un instante, Leo se quedó quieto, el teléfono aún pegado al oído.

Podía escuchar el pulso retumbándole en las sienes.

Las palabras de Maia eran pocas, pero tenían el peso de una bomba cayendo. “Está aquí… pero no por mucho tiempo.”

Volvió a entrar en la sala de juntas, pero apenas cruzó la puerta, el aire se volvió irrespirable.

Los abogados seguían discutiendo sobre cómo manejar las preguntas de la prensa.

—Doctor Valmont, necesitamos...—

—No —interrumpió Leo, recogiendo su portafolio con un movimiento seco—. Tengo que irme.

—¿Irse? —la abogada frunció el ceño—. El juicio preliminar es en menos de una semana, y—

—No puedo quedarme —dijo, sin dar más explicaciones. Y, por primera vez en días, no sintió la más mínima duda en su voz.

Salió del edificio casi corriendo.

El cielo estaba cubierto por nubes bajas, y un viento frío le golpeó el rostro.

Caminó rápido hacia su auto, con la mente en una sola imagen: Aiden, en algún lugar de esa isla, sin saber que el tiempo se agotaba.

Mientras conducía, sus pensamientos se agolpaban como una tormenta.

El caso, la prensa, su reputación… todo eso era ahora un ruido lejano.

Lo único que podía escuchar con claridad era el eco de la voz de Maia.

En un semáforo, detuvo el coche y apoyó la frente contra el volante.

No tenía un plan exacto, ni siquiera sabía por dónde empezar.

Pero la sensación de urgencia le quemaba en el pecho.

Si Thomas planeaba moverlo pronto, cualquier demora podía significar perderlo para siempre.

El semáforo cambió y volvió a arrancar, sintiendo que cada segundo que pasaba era un ladrón quitándole oportunidades.

No podía llamar directamente a Thomas ni acercarse al hospital sin levantar sospechas. Tendría que moverse con cuidado, pero rápido.

Esa dualidad —prudencia y urgencia— lo estaba destrozando.

La imagen de Aiden le vino a la mente: la última vez que lo vio, su sonrisa apenas contenida, el cabello cayéndole sobre la frente mientras se inclinaba sobre un lienzo.

...

Una mañana de invierno, en su apartamento de Auckland.

Afuera llovía, pero adentro el olor a café y pintura lo envolvía todo.

Aiden le había pedido que no lo interrumpiera mientras terminaba “la parte más importante”. Leo había fingido que obedecía, pero en realidad se quedó en el marco de la puerta, mirándolo como si esa escena pudiera grabarse en su memoria para siempre.

...

Y ahora… esa memoria era lo único que tenía.

Aceleró por la carretera que bordeaba la costa, con el mar gris a su izquierda.

El viento azotaba fuerte, y por un momento tuvo la sensación de estar persiguiendo algo que siempre iba a estar un paso delante de él.

Pero no importaba.

Si esa era la última oportunidad, no pensaba dejarla pasar.

Cuando llegó a su apartamento, apenas entró para tomar una mochila.

Dentro, guardó lo mínimo: cartera, documentación, una muda de ropa, su teléfono y el pequeño estuche metálico donde guardaba una copia de la primera carta que Aiden le había escrito, doblada y algo desgastada.

No podía explicar por qué, pero sentía que necesitaría tenerla consigo.

Antes de salir, miró un instante el interior del apartamento.

El lugar donde tantas veces habían desayunado juntos, donde Aiden había dejado libros y pinceles tirados… ahora vacío y silencioso.

Cerró la puerta sin mirar atrás.

De camino al puerto, revisó en su teléfono los horarios de los ferris hacia la isla.

El último salía en menos de dos horas.

Si perdía ese, tendría que esperar hasta la mañana siguiente, y para entonces tal vez ya sería demasiado tarde.

A medida que se acercaba, la ciudad quedaba atrás y el cielo se oscurecía.

Podía sentir que todo en su vida estaba suspendido en ese momento: el juicio, su reputación, su futuro… nada de eso importaba si no lograba encontrarlo.

Al llegar al muelle, el viento era más fuerte y el olor a sal se mezclaba con el del combustible de las embarcaciones.

Compró el billete sin intercambiar más de dos palabras con el vendedor.

Subió al ferri, buscó un asiento junto a la ventana y se quedó mirando el mar.

El motor rugió y la embarcación comenzó a alejarse lentamente de la costa.

Leo apoyó la frente en el vidrio frío, sintiendo que cada ola que golpeaba el casco era como un latido más cerca o más lejos de Aiden… no podía saber cuál.

El cielo empezó a lloviznar y las gotas empañaron la vista.

Cerró los ojos, aferrándose a la voz de Maia, al recuerdo de Aiden, y a una sola certeza: si no lo encontraba ahora, tal vez no tendría otra oportunidad.

A lo lejos, la silueta de la isla comenzó a dibujarse entre la niebla.

Leo respiró hondo.

La ventana se estaba cerrando.

Y él estaba dispuesto a atravesarla, aunque se rompiera en el intento.

1
Maru Sevilla
/Frown/
Maru Sevilla
El capitulo está interesante /Smile/
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