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capitulo 21 Félix de Thalnor.
El peso del nombre y una voz que no se calla”
Félix de Thalnor.
Archiduque. Noble de sangre pura. Señor de uno de los ducados más antiguos del imperio. El "joven hielo", como lo llaman a sus espaldas. No solo por su carácter sino también por qué el tiene la magia del agua pero lo que no saben algunos es que posee el poder de hacer hielo de él congelando a su enemigos con solo la mirada si se descontrola .
Pero antes que todo eso, fue solo un niño.
Y esa noche, mientras el silencio del estudio lo envolvía, con el aroma del vino sin tocar aún en su copa, recordó.
Recordó a su madre, con su voz suave, enseñándole a leer entre rosas del invernadero.
A su padre, el anterior archiduque, imponente y respetado… que lo miraba con orgullo en los pasillos del consejo.
Y luego, la enfermedad. La fiebre. El veneno.
En un invierno, los perdió a los dos.
Tenía solo 20 años. Y un hermano pequeño de 1 año : Ehitan.
Desde entonces, el ducado fue suyo. Las decisiones, los enemigos, los tributos, las reuniones, los compromisos. Aprendió a ser hielo para que no lo quebraran. Aprendió a caminar entre lobos con la cabeza en alto.
Ehitan no recordaba mucho de sus padres. Pero Félix sí. Y por eso lo cuidaba como una promesa.
No como un hermano. Como un heredero que aún puede sonreír.
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Su única paz real había llegado con Adriek. El príncipe.
Lo conoció a los catorce, en una reunión entre nobles. Nadie se atrevía a hablarle al príncipe sin filtros.
Félix lo hizo.
Adriek respondió con una sonrisa. Desde entonces, fueron amigos. No solo por afinidad, sino por respeto. Se entendían sin necesidad de palabras. Ambos cargaban con nombres más grandes que sus edades.
La familia imperial confiaba en Félix. Lo veían como un equilibrio entre los extremos del trono. Alguien que no se dejaba seducir ni por el poder, ni por el caos.
Hasta que apareció ella.
Dahiana Sherlock.
Una hija ilegítima. Una chica que se peleó con la hija de un duque en medio de la calle. Que no sabía inclinarse bien. Que hablaba más rápido que lo que pensaba.
Y aún así...
En el palacio solo quiero darle descanzo ala emperatriz es por eso que decidió dar esa idea no . O sí. Pero no lo admitiría.
Cuando la llamó a su estudio, pensaba reprenderla. Mantenerla a raya.
Pero en lugar de eso…
Ella le preguntó si la castigaría.
Le confesó que usaba sarcasmo como defensa emocional.
Y dijo “ Larga vida al ducado ” como si le hubiera salvado la vida por no gritarle.
Y por primera vez en años, quiso reír.
No por cortesía. No por política. Sino porque ella era absurda, irreverente, impredecible… y genuina.
Algo que en su mundo, ya casi no existía.
Apoyó la cabeza contra el respaldo de su sillón. Cerró los ojos.
No podía distraerse. El ducado tenía enemigos. Ehitan aún era un niño. Adriek necesitaba su lealtad más que nunca. Los ministros esperaban cualquier error para saltar.
Pero esa chica…
Con su personalidad , su mirada desafiante y su boca sin filtro…
Podía ser un problema.
O una tormenta.
O quizás… Noo.
Y eso, le asustaba más que cualquier guerra.