Raquel Castellano es una adolescente de 15 años, muy dulce y noble.
Le encanta montar a caballo y practica equitación en su hacienda.
Vive con su papá, su mamá y su hermana Laila que es 3 años mayor que ella.
Tobias Lombardi es un magnate de la industria alimentaria, le gusta tener el control de todo lo que le rodea.
Es amargado, tiene un corazón frío, manipulador y despiadado.
Es caprichoso y tiene el Ego por las nubes.
Tobias conocerá a Raquel y quedará enamorado a primera vista, al ser Raquel tan joven tendrá que esperar 3 años para poder hacerla su esposa.
Su matrimonio no empezará de la mejor manera y eso dejara cicatrices emocionales en Raquel.
(El contenido de está novela fue editado, las personas que la lean por primera vez pensaran que algunos comentarios no coninciden con lo que dice en el capítulo, eso es porque tuve que editarla para que no la quitaran de la plataforma)
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No lo haré. No llores más.
...Justin....
Desde que Raquel se casó me deprimí horrible.
Sandra siempre estuvo ahí para mí.
Mi madre me convenció de que ella era la mujer indicada.
Le pedí que fuera mi novia.
Pero a pesar de que ella no es como Raquel yo no la amo.
Me tomé unos días para pensar bien las cosas, me vine a Estados Unidos con mi padre.
Mi amigo Antonio me pidió que le comprara un anillo de compromiso, le va a proponer matrimonio a su novia.
Hoy fui a enviar el anillo.
Me encontré a Raquel.
Cuando la ví sentí ganas de correr a abrazarla, la había extrañado tanto.
Raquel me abrazó.
Quería hacer lo mismo pero mi maldito orgullo no me dejó.
En lugar de hacer lo que mi corazón me decía le dije que para mí estaba muerta y salí de ahí.
No entiendo porque sigue tratando de jugar conmigo.
Es una mujer casada y veo que es peor de lo que imaginé.
...Raquel....
Caminé por el parque un rato.
Después de tomar aire regresé a la jaula.
Cuando llegué Tobías ya estaba ahí.
— ¿Te viste con el?. — Se acercó a mi muy enojado.
— Si ya lo sabes ¿para que preguntas?.
Para que preocuparme si aunque le diga que no hago nada nunca me cree.
— Bueno, supongo que sí tienes ganas de abrazarte con otro hombre también tienes ganas de cumplir tus deberes de esposa. — Me pegó a su cuerpo.
Mis ojos se llenaron de lágrimas y traté de apartarlo pero no me soltaba.
-- No, no quiero, suéltame.
— Aunque no quieras tendrás que cumplirlos porque yo si quiero.
— No. Suéltame. — El me cargó hasta una habitación de la planta baja y me aventó sobre la cama. — ¿Ya olvidaste tu promesa?
— Tú tampoco cumples las tuyas.
— Déjame. ¿Cómo piensas que voy a quererte si siempre que te enojas reaccionas cómo un loco?
— Es lo que tú provocas.
— Por favor déjame. Yo estoy empezando a tomarte cariño. — Mentí.
— Estás mintiendo.
— No. Te aseguro que si te estoy tomando cariño. — Le dí un beso en la mejilla. El me devolvió uno en los labios, uno tan largo que me dejó sin aliento.
— Sí me estas tomando cariño no te va costar mucho cumplir tus deberes de esposa. — Apretó mis manos contra la cama.
— Déjame por favor. No quiero.
— Pero yo si. — Me besó y rompió mi ropa.
— Por favor suéltame. — Moví mis manos y piernas pero el se sentó encima de ellas y no logré nada. — Déjame. Por favor déjame. — Seguí suplicando pero el no me escuchó. Tomó mi cuerpo a su antojó hasta que estuvo satisfecho.
— Tenía muchas ganas de estar contigo. — Todavía se atrevió a decirme eso. No tiene vergüenza. Es un animal. — ¿Qué pasa amor?, no me digas que no te gustó. — Limpió unas lágrimas que bajaban de mis mejillas.
— No me toques. — Quité sus manos de mi rostro. — Ya hiciste lo que querías ahora déjame en paz. — Me di la vuelta y traté de no llorar pero era imposible. Mi cuerpo y mi corazón me dolían.
— No llores. No me gusta verte así.
— Si eso fuera verdad no tomarías mi cuerpo contra mi voluntad.
— Tengo necesidades.
— Busca una amante y a mi déjame en paz.
— Si me casé contigo es porqué quería que tú cumplirás esas necesidades.
— Pero a mí no me gusta. Lo odió. Lo odió tanto cómo te odió a ti. — El me dió la vuelta y besó de una forma que odie.
— No vuelvas a decir esas palabras.
— ¿O si no qué?, ¿me vas a violar otra vez?. — Mis ojos no paraba de tirar lágrimas.
— ¿Eso quieres?. — Se puso encima de mí de nuevo.
— Déjame.
— Pensé que era lo que querías. — Una sonrisa malévola estaba en su rostro.
— Ya no por favor. — Suplique. — Me duele mucho mi cuerpo. Por favor no lo hagas. — Agaché la cabeza. El me pegó a su pecho y acarició mi espalda.
— No lo haré. No llores más.