Desde un balcón teñido de rojo, una mujer observa el mundo con la certeza de quien ya lo domina.
No necesita tronos ni coronas. Su reino se construye con secretos, lealtades quebradas y pactos sin retorno.
Quien cruza su camino no sale ileso. Porque esta no es una historia de amor, sino de tentación, herencia y cicatrices que arden en silencio.
En un imperio tejido de sombras, el amor es una debilidad.
La venganza, un motor.
Y el poder… siempre cobra su precio.
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CAPITULO 19: "Silencio, conspiración, legado y redención".
Dentro del apartamento.
Aunque no está presente en la mansión, Elyrah no está ausente. Solo observa y todo lo que ha dejado pasar es parte de una trampa cuidadosamente tejida.
Ahora, tras ver la fuerza, la intuición y la alianza de los jóvenes, ella admite por fin su verdadero propósito: usar esa unión para vengar la muerte de sus hijos a través de Mireya.
Departamento en penumbras.
Cae la noche. Ventanas con vista a la ciudad.
En el centro, el tablero de ajedrez sigue sobre la mesa. Faltan piezas: las más importantes ya están en movimiento, lejos, en la mansión.
Elyrah camina lentamente, una copa en la mano. Su hombre de confianza permanece junto a la pared, revisando en la tablet cada uno de los registros recientes: grabaciones, movimientos, conversaciones susurradas.
—¿Y bien? —pregunta él, sin levantar la vista—. ¿Los sigue considerando endebles?
Ella no responde enseguida. Se detiene frente al ventanal. Desde allí, la ciudad parece arder en silencio.
—No. —No son endebles. —Fueron puestos al límite y eligieron confiar. —Eligieron la lealtad verdadera.
Él la observa, esperando algo más.
Ella gira apenas la cabeza, dejando que la luz tenue marque sus pómulos afilados.
—Nunca quise que se destruyeran entre ellos. —Quería saber si eran capaces de reconocer al verdadero enemigo, sin que yo tuviera que señalarlo.
Una pausa incómoda. Bebe un sorbo.
El silencio en la habitación es denso como humo antiguo.
—¿Y ahora qué hará con Mireya?
Ella deja la copa sobre la mesa. Camina hasta el tablero de ajedrez. Toma una pieza: una reina negra. La mira un largo rato… luego la deja caer de lado.
—Mireya mató a mis hijos —dice con una calma que hiela la sangre—. No con sus manos. Pero con su traición.
—¿Y los jóvenes?
—Van a ser la razón por la cual ella va a pagar.
Se gira lentamente hacia su fiel hombre. Sus ojos brillan con una mezcla de orgullo y dolor congelado.
—Le dejé creer que tenía el control. Que todavía es útil. Pero esta vez, la venganza no vendrá de mis manos... Vendrá de aquellos, que ella intentó destruir sin calcular que uno de ellos también tiene sangre de mi sangre.
Su hombre asiente, sin agregar nada. Sabe que el destino ya está trazado.
La mujer se sienta, al fin, como si soltara un peso largamente cargado.
—Mis hijos no murieron solos. Y Mireya tampoco lo hará.
El silencio es como una calma antes de la tormenta.
El tablero de ajedrez queda iluminado bajo la lámpara. Las piezas están puestas. La última jugada está por empezar.
En la noche, después de pasar el día tanto Iker como Ainelys. Necesitan enfocarse en lo que seguirá.
Deciden ir a descansar después de una supuesta cena de grandes amigos con Mireya.
Ainelys, al entrar a su dormitorio, cierra la puerta y, apoyándose en ella, se desliza hasta quedar en bolita abrazando sus piernas. Siente la necesidad de hablar con él. Pero sabe que eso alertaría a Mireya.
Observo durante el día cómo los vigilaba y no daría el mínimo detalle para que los descubriera.
Resignada, toma un baño de inmersión donde trata de borrar ese pesado día.
Iker, no esta diferente a ella.
Esa mujer era de temer y prefería también no forzar un encuentro. Decide pegarse un baño y más fríamente.
Al otro día trataría de seguir buscando pistas.
Cuando había estado Mireya en la biblioteca interna, observó que estaba muy nerviosa cada vez que miraba el escritorio de la señora.
Ese sería el primer lugar que al otro día vería el momento de buscar.
Día 5 de 7:
El día apareció un poco nublado, aunque se podía notar que en algún momento llovería.
También habían notado que Mireya estaba callada, como perdida en sus pensamientos.
Desayunó y se retiró a su habitacion.
Bajó para el almuerzo; pidió que le llevaran la merienda a su dormitorio. Y solo bajo para la cena.
Los dos jóvenes, estaba preocupados por su actuar.
Ailenys con su cara angelical y un tono de dulzura.
Demostrando preocupaciones fingidas.
—Mireya, ¿te encuentras bien?
Mireya la mira a los ojos. —Sí, solo que el volver a estar aquí con los hijos de mis amigos me trajeron viejos recuerdos y temo que ustedes cometan los mismos horrores.
Y la frase que prometió no decir, después de ver algunas actitudes de ellos. Esa seria como clavar el último puñal, la estocada final.
Y bajando la mirada, en señal de dolor.
—Saben, lo peligroso no es el enemigo. "Es quien duerme al lado y aún no mostró todas sus cartas".
Después de tirar esa frase, pide disculpas y se retira.
Dejando a los jóvenes sin poder reaccionar.
Llegando al umbral del comedor, se gira con sutileza y les da las buenas noches.
Ellos asienten con su cabeza, haciéndole creer que ni una palabra saldría de su boca.
Ella pasa para el gran salón y, de espalda, se dibuja una gran sonrisa. Creyendo que esto sí los alejaría y tratarían de alejarse, uno del otro.
Ya cada uno en su cuarto.
Mireya preparaba su equipaje. Su trabajo ya estaba hecho. Una vez que se asegura de tener todo listo.
Se pega un baño y se acuesta con la seguridad de haber cumplido con el pacto de Elyrah.
Para los jóvenes solo fue un aliciente más.
Esperaron en sus habitaciones la hora señalada de los dos. Una vez que están seguros de que la mujer descansa. Los dos llegan a una biblioteca secundaria.
Donde Mireya había ido a buscar un pedido de Elyrah.
Afuera, el cielo amenaza con tormenta. Adentro, todo es sombra y papel antiguo.
Iken y Ailenys llegaron casi juntos a buscar ese lugar que incomodó a Mireya; están revisando documentos ocultos en el doble fondo del escritorio de la abuela.
Lo hacen en silencio, rápidos, sincronizados. Han descubierto que una de las cajas de archivo con símbolos marcados coincide con la letra de la carta que Mireya trajo el primer día.
—¿Qué es esto? —pregunta Iken, abriendo una carpeta con iniciales en clave.
La joven pasa los dedos por los sellos. Y de pronto se detiene. —Acá, mira esto.
Sacó una hoja más pequeña, vieja, amarillenta.
Un parte de comunicaciones internas de hace más de dos décadas.
Encabezado con las siglas del "Proyecto Medianoche", uno de los programas que su abuela había clausurado tras una traición interna.
Y allí, entre los nombres codificados, uno está tachado. Y a mano, aparece otro.
“Contacto asignado: S.M. (sustitución directa por neutralización operativa)”
Iker frunce el ceño. —¿S. M.? ¿Salazar Mireya?
Ella asiente, el corazón latiendo le fuerte. —Acá dice que fue asignada como sustituta tras una ‘neutralización’. ¿De quién?
Siguen hurgando. Encuentran un segundo documento. Más directo. Una carta manuscrita. Está incompleta, pero una frase queda clara:
“…eliminación ordenada desde adentro. Dos halcones y un águila caídos. No fue un accidente. M. S. aceptó la reestructuración. “No debe quedar registro”.
El silencio pesa como la carga de la verdad; cae como una piedra.
— Ella estuvo tras la muerte del otro hijo de tu abuela y probablemente también en la desaparición de nuestros padres.
Aunque un poco perdidos.
Iker, asombrado: —Pero dice que dos halcones, eso quiere decir que también otro hijo de tu abuela. —dice Iker, con la mandíbula tensa. ¿Tenías un tío?
Ailnys se sienta lentamente, aún sosteniendo el papel.
—Nunca supe de él—. Pero estoy segura de que ahora quiere terminar lo que empezó. Pero esta vez no va a poder.
Iker guarda los papeles en el doble fondo, junto con su cuaderno de notas. Se miran.
—¿Vamos a decírselo a ella? —pregunta él.
—No todavía. Primero vamos a mostrarle a Mireya que no estamos rotos. Y que somos más peligrosos de lo que ella cree.
Continuará.