Alexander y Sofía. dos enemigos mortales que acaban con sus vidas al mismos tiempo. sin imaginarse que sus destinos se unirá en una época diferente, en un siglo moderno, como el XXI
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Capitulo 21: incendio
Al llegar, Bonet vio el auto de Iván estacionado, un modelo de lujo que solo le llevaría como dos vida en conseguir. Ahora sabía que era lo que quería pedirle a su jefe. Aquello significaba que ya habían llegado, y la sensación de presión comenzó a acumularse en su pecho.
Con paso firme, se aseguró de llevar al periodista adentro, ese hombre que no tenía idea de lo que le esperaba. Subieron las escaleras, la madera resonando bajo sus pies. Mientras cruzaban el umbral de la oficina de Iván, Bonet dejó al periodista dentro. En la oficina, se encontró con Sofía, que emanaba un aura de peligro, aunque ella era el peligro.
Llevaba la espada que Iván le había regalado.
Con una sonrisa maquiavélica, Sofía lo miró y le indicó con un gesto que tomara asiento. El periodista, sin embargo, frunció el ceño y trató de huir disimuladamente, pero la puerta estaba cerrada. La atmósfera se tornó tensa y tenebrosa.
— Siéntate. Hay mucho que hacer y menos que discutir —dijo Sofía, su voz suave pero amenazante.
Él se sintió acorralado, su cuerpo en tensión mientras su mente buscaba una salida.
— Yo… yo no he hecho nada. Solo vine a ver al señor Iván —intentó justificar su presencia.— señor Bonet...— miró y ya ni estaba aquí.
— Qué pena, yo seré tu anfitriona… —replicó ella, disfrutando del malestar del periodista.
En ese momento, un grito resonó a sus espaldas, y Bonet murmuró para sí mismo que no quería ser el próximo. Fue entonces cuando Elena hizo su entrada, y, poco después, Iván reapareció, su presencia tan seria como siempre.
— Yo me encargaré de Elena. Vete, has hecho un buen trabajo. —le dijo a Bonet, quien asintió rápidamente y se dio la vuelta, sintiendo un alivio momentáneo al salir de esa casa que pronto será un infierno.
Elena, buscando consuelo en Iván, se lanzó hacia él intentando abrazarlo y besarlo. Sin embargo, Iván se apartó sutilmente, manteniendo una sonrisa en su rostro.
— Aquí no. Vamos a mi oficina…
Gritó el periodista, su voz recorriendo en los pasillos.
— ¿Qué fue eso? —preguntó Elena, confundida.
— El nuevo entrenador de perros de mi esposa. Son caninos rabiosos e indisciplinados. No le hagas caso y vamos. —dijo Iván, tomando la mano de Elena, y ella, sin más, se dejó llevar.
Subieron las escaleras juntos, y cuando Iván abrió la puerta de su oficina, lanzó a Elena a los pies de Sofía. La mirada de Elena se alzó y se encontró con los ojos llenos de malicia de Sofía, sus ojos brillando con un tipo de emoción que nunca había visto antes.
— Bienvenida... Acompaña a tu querido amigo... —dijo Sofía señalando al periodista con su espada, que relucía ominosamente bajo la luz tenue.
— Oh, le cortaste los dedos... Interesante.—mencionó Iván mientras se acomodaba al lado de Sofía.
— Es hacerlo sufrir, mientras que a esta.—dijo Sofía, señalando a Elena— la torturarte peor.
Hasta ese momento, el escenario que se estaba presentado era uno donde el miedo dominaba. Sofía tomó a Elena por los cabellos, quien comenzó a llorar, lo que intensificó aún más el ambiente de desesperación. La escena le recordaba a Iván el pasado de Sofía, un mundo donde había sido una figura temida y respetada.
— Siempre... —comenzó Iván, interrumpiendo el comienzo de la tortura.— siempre quise verte torturar a alguien. De enemigos supe que eras alguien de temer.
La confesión dejó a Sofía sorprendida, un sentimiento de cariño brillando en su mirada.
— ¿Por qué le hicimos caso a nuestros padres de odiarnos? —preguntó Sofía, buscando respuestas en su mente. — Desde niña, ya sabía que no podía tener piedad contigo para matarte.
— Ni yo tampoco. Pero supongo que solo éramos marionetas en su juego. Aún así, eso se acabó... Porque si estuviéramos en nuestra época, te protegería incluso si eso significara asesinar a nuestra familia.
— y yo buscaría la forma de hacerte mío otra vez.
Al oírlo, el corazón de Sofía sintió una emoción que no había anticipado. Abandonando su papel de verdugo por un instante, corrió a abrazar a Iván, quien le devolvió el gesto con la misma intensidad, sin preocuparse por la presencia del periodista o de Elena. Donde se besaron con pasión.
— Bien, ahora que estoy de mejor humor, creo que lo mataré aún más lento. —anunció Sofía, preparándose para retomar el control de la situación. Pero justo en ese momento, un olor a quemado comenzó a filtrarse en el aire.
Iván también notó el olor, y ambos se dirigieron rápidamente hacia la planta baja para averiguar qué estaba pasando. Las sirvientas corrían desconcertadas hacia la parte trasera de la mansión, presas del pánico. La situación se tornó caótica; el fuego se había desbordado y ahora todo estaba en llamas. La escena era desastrosa y aterradora. Todo se quemaba rápidamente, ya no había salida de la mansión. De repente, lo aullidos de los tres perros negros de Sofía resonaron como una ayuda.
— Vamos a seguirlos... —dijo Sofía, con determinación mientras empezaban a buscar la salida.
Cuando llegaron a la oficina de nuevo, Elena y el periodista estaban temblando de miedo. Los perros ladraban, saltando hacia el marco de la ventana.
— Hay que saltar... —mencionó Iván, buscando una solución rápida. Abre la ventana y ve la altura.— Creo que podemos sobrevivir.— le dice a Sofía— Ven, yo te cargo...
Pero los perros habían saltado a los brazos de Iván e hizo que él dijera molesto.
—¡Ustedes no! —gritó con firmeza.
— Llévalos... Yo puedo bajar sola.—respondió Sofía dirigiéndose hacia los rehenes— Hubiese tenido una vida tranquila si no se hubieran metido ni conmigo ni con mi esposo.
Iván, tratando de calmar a los tres perros inquietos.
— ¡Que ya se queden quietos!... —pero uno de ellos, comenzó a lamerle la cara, lo que solo sirvió para aumentar el caos —¡Chocolate, deja!
En un segundo de rapidez, Sofía abrió mas la ventana. Iván, con la adrenalina del momento, logró saltar hacia la seguridad afuera. Luego fue el turno de Sofía, quien, antes de saltar, dirigió una mirada a los rehenes.
— Adiós y espero no verlos nunca más. Oh, es cierto, se van a morir, jajajajaja —se rió, dejándose caer y ser atajada por Iván.
Los perros ladraba y contento estaba de ver a su dueña feliz. Pero chocolate seguía detrás de Iván.