Brenda Sanches es una mujer de 29 años que después de descubrir a su enamorado con quien pensaba ser madre decidí irse y hacerse madre mediante inseminación artificial lo que no sabe que el donante no es humano por error a ella le llegó su donación y el reclamara a sus hijos que pasara entre ellos ? estarán juntos por amor oh llegarán a un acuerdo por sus hijos ven a leer esta historia facinante
NovelToon tiene autorización de Aye Simbron para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
capitulo 20
Dos semanas después
Estaba bañando a Camila —sí, así la llamamos— cuando ella me tomó un dedo con su manita pequeña. Me miró con sus ojos verdes, que de pronto comenzaron a aclararse hasta volverse de un verde más claro, con líneas azuladas hipnotizantes. En ese instante, vino a mi mente una imagen: primero vi al papá de Santiago, luego otra donde yo estaba acostada en una cama con una sábana manchada. Parpadeé atónita. ¿Qué fue eso?
La miré y le dije suavemente:
—¿Camila… qué fue eso, pequeña?
Ella se sonrió. Después de bañarla, le puse un enterito rosa y fui a buscar a Santiago.
—Amor —le dije—, estaba bañando a Camila y ella me tomó un dedo, me miró fijamente y sus ojos cambiaron de color… vi unas imágenes, pero no sé qué significaban. Desde que nació pasan cosas extrañas.
Él sonrió y dijo:
—¿No me digas que mi cachorra tiene un poder?
—¡José, amor! Tú eres el que sabe más de eso —dije entre risas—. Fue bonito, ¿tú crees que me mostró eso la bebé?
—Todo es posible, amor. Tal vez pueda transmitir recuerdos… y eso fue lo que hizo.
—No sé, amor… pero pasar, pasó —dije, riéndome.
En eso, llegó James un poco alterado.
—Mi luna, Alfa… ella despertó —dijo, agitado.
—¡Qué lindo! Voy a verla —respondí de inmediato, pero Santiago me detuvo del brazo.
Lo miré extrañada y me dijo:
—Amor… no creo que sea bueno que vayas con el bebé a verla. Déjala en su cuna —dijo con preocupación.
Fruncí el ceño.
—Amor, ella no la va a dañar. Déjame ir. Después de todo, la salvó.
—Sé que no fue su intención, pero… esa maldición era para el bebé —respondió serio.
Lo miré atónita. No sabía que era para Camila. Dios mío… miré a mi hija con preocupación. Ella me miró con esos ojos hermosos y sentí un cosquilleo recorrerme. Sentí una paz, una tranquilidad que no podía explicar… justo así me sentía con Alexa. Era extraño. Salí de esa confusión y le dije a Santiago:
—Bueno… no la llevaré hasta saber que está bien. —Fui a dejarla en la cuna, pero Camila empezó a llorar.
La sostuve de nuevo y la acaricié mientras le susurraba:
—Ya, mi querida Camila… cálmate. No dejaré que te pase nada. Pronto se conocerán… hoy no, pero tendrán su oportunidad.
Camila dejó de llorar, me miró y sonrió. La acomodé con cuidado en la cuna. Era tan linda.
Después de dejarla, fui a ver a Alexa. Al entrar en la habitación, la vi sentada en la cama. Me vio y sonrió.
—Estaba tratando de entender cómo llegué aquí, cuando te vi entrar… pensé que no volvería a verte. —Me abrazó. Me miró extrañada y preguntó—: Amiga… ¿y el bebé?
—Está en la otra habitación, amiga. Ya la tuve, hace dos semanas —dije, sonriendo.
Alexa pareció aliviada, pero luego preguntó:
—¿Y por qué no la trajiste? —preguntó algo triste—. ¿Crees que le haría daño?
Vi su tristeza y le respondí:
—Lo siento, amiga… pero la maldición que te tocó era para ella.
Me miró confundida y luego asintió.
—Tuve un sueño… vi a Ariel atacándome, y una chica apareció. Tenía ojos verdes hermosos, piel muy blanca y cabello oscuro. Se arrimó a Ariel y lo golpeó con fuerza. Le pregunté quién era, y me dijo que se llamaba Camila, que se encargaría de ese inútil. Él se levantó para irse y ella lo siguió… se transformó en un lobo gris. Le grité que no lo hiciera porque era peligroso, pero no me escuchó. Perdí de vista a ambos entre los árboles. Perdón por contarte esto, amiga… solo necesito conocer a tu bebé.
Escuchar que nombraba a mi hija me puso en alerta, pero traté de sacar esa idea de mi mente. Es solo un sueño. Después de hablar un rato, decidí dejarla descansar.
Justo entonces, entró James.
—Necesito ver a mi mate —dijo, mirándola intensamente.
Alexa lo miró sorprendida.
—¡Oh, no puede ser! Tú… ¡tú estabas tras el mago!
Él la miró confundido.
—¿Qué dices?
—En mi sueño, cuando luchaba con Ariel, tú también estabas allí… luchando con un mago. No te vi bien, pero eras tú —dijo ella—. Bueno… al menos saliste en mi sueño —añadió entre risas.
Yo me despedí y salí para darles privacidad.
---
Alexa
Ya a solas, le dije:
—Antes de que me atacaran, me perseguía alguien con una túnica negra… me decía que si no mataba a Brenda y a su bebé, me mataría a mí. Era Ariel. Me negué, y él dijo que lo haría él mismo. Me puse enfrente y recibí la maldición. Brenda dice que era para el bebé… y tiene razón. Era muy fuerte. Yo solo sobreviví por mi don de protección. Si no… hoy no estaría aquí.
James señaló mi hombro.
—Esa marca… no parece común. ¿Sabes qué es?
Miré mi hombro y abrí los ojos sorprendida.
—¡No…! Es una runa de muerte para los no nacidos. Mis abuelos hablaban de ella… pero es muy rara. Y costosa de curar. Es mejor que el bebé no esté aquí. Si la daña… jamás me lo perdonaría. Tengo que irme lejos.
Él me miró con tristeza.
—Eres mi mate, Alexa… mi pareja destinada. No quiero alejarme de ti.
Me sorprendió.
—¿Tu mate…? —repetí, con tristeza.
—Sí. Y si decides irte lejos, me iré contigo. A donde tú quieras, solo dime —dijo con firmeza.
Lo miré. Su rostro se iluminó al verme aceptar.
—¿Irías conmigo?
—Sí. Eres mi amada. Jamás te dejaría sola.
Después de esa charla, decidimos irnos sin avisar a nadie. Me llevó a su moto.
—¿Lista, amor?
—Lista —respondí, sonriendo.
Viajamos durante horas hasta llegar a un pequeño pueblo. Parecía tranquilo y alejado. Había casas sencillas y negocios pequeños. Creo que aquí estaremos bien, hasta que la maldición desaparezca.
Mientras caminábamos por el pueblo, una mujer con una túnica verde que cubría su rostro se acercó.
—Alexa… ¿eres tú?
Esa voz… no lo podía creer. Me detuve y la miré.
—¿Li… Lina?
Ella asintió, quitándose apenas la capucha.
Era ella. Mi hermana.