toda mi vida vivi una vida donde fui despresiada y sola pero ahora que e renacido en la hija de un duque disfrutaré esta segunda oportunidad como hija mimada del duque William valtorian
NovelToon tiene autorización de aylustar para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
capitulo 18 Papá
Astrix estaba triste, mirando el cielo por la situación que había pasado.
Pero bueno, ¿qué se le va a hacer? Ella es la protagonista.
Yo solo soy la villana que le tiene envidia, porque tiene algo que yo no tengo: amor.
—Creo que la vida de Astrix es igual que la mía en mi vida anterior… —susurró, observando el cielo azul.
Sin darse cuenta, una sombra cubrió la luz del sol. Era William, con su sonrisa brillante y su cabello blanco.
—¿Qué pasa, princesa? —preguntó curioso.
Astrix se puso roja al instante.
—Nada, señor William… pero, ¿por qué siempre me dice princesa?
—Bueno —sonrió él, sentándose a su lado—, porque para un padre, su hija siempre es su princesa.
—¿Señor William, no le da asco sentarse aquí, en el pasto? Su ropa es muy elegante… —preguntó, preocupada.
—¿A ti te molesta estar en el césped? —ella negó con la cabeza—. Bueno, a mí tampoco —respondió con una sonrisa.
El duque William, desde que prometió ganarse mi corazón, siempre estaba cerca.
No sé por qué, pero esto se siente tan cálido… como cuando, de bebé, sentí el calor de mi madre.
—Mi niña —dijo, tomando sus pequeñas manos.
Creí que las manos del señor William serían ásperas, porque fue a la guerra desde los quince años.
Pero no… eran suaves y cálidas.
—No tienes que hacer ese examen si no quieres. Somos Valtorian. El rey nos debe muchas cosas —sonrió.
—No, señor William. Yo demostraré que soy mejor que todos —se levantó con determinación—.
¡Soy Astrix Valtorian, la hija del Duque Tirano!
—¿Tirano? —repitió William, sorprendido y molesto—. ¿Dónde escuchaste esas cosas?
—¿Acaso no lo eres? —dijo ella, ruborizada—. Digo… todos te temen.
—¿Astrix? ¿Quién te dijo esas cosas? ¿Fue esa bruja de Mary? —preguntó con el ceño fruncido.
—No… lo supuse. Todos te temen —murmuró, jugando con sus manos.
—¿Acaso tú también me tienes miedo? —preguntó William con tristeza.
—¡No, no, señor William! —intentó cambiar de tema—. Fue solo una confusión…
Astrix se puso nerviosa y empezó a jugar con su vestido.
Entonces, William la abrazó con fuerza.
—Perdón, hija… por ser lo que fui —susurró entre lágrimas—.
Las circunstancias me hicieron así, pero te prometo que no volveré a serlo.
William estaba nervioso; se notaba que lo de “tirano” lo había afectado profundamente.
Aunque, si recordaba bien, la historia del señor William no había sido fácil.
Pasó una hora, y William observaba el techo de su despacho, pensativo.
—Señor, ¿qué pasó? —preguntó Julián, su asistente.
—Julián… mi hija me tiene miedo. Sabe mi pasado. Pero ¿cómo? Solo tiene tres años… —dijo frustrado.
—Señor, quizás algunos plebeyos hablaron de usted cuando la señorita salió a comprar —intentó darle una explicación.
William suspiró con cansancio.
—¿Cómo una niña de tres años puede ser tan inteligente…?
El gran salón del examen estaba lleno de luz y murmullos. Los candelabros reflejaban destellos dorados sobre los pisos de mármol, y el estandarte del Reino brillaba en lo alto.
Hoy era el día de la Prueba de Evaluación Infantil Real, donde los hijos de los nobles demostrarían sus habilidades ante el mismísimo Rey Bartolomeo y su hijo, el Príncipe Daniel.
En una esquina, Astrix Valtorian se encontraba de pie, con su cabello blanco trenzado y un lazo rojo que William le había colocado esa mañana. Frente a ella, Sophia la observaba con una sonrisa confiada.
—Oh… ¿bebé estás lista para perder? —dijo Sophia, con un tono dulce pero lleno de burla—. Espero que no llores cuando pierdas.
Astrix levantó una ceja y se cruzó de brazos.
—¿Por qué lloraría? No pienso perder contra alguien que solo sigue órdenes —respondió con una sonrisa inocente.
Un murmullo recorrió el lugar. Incluso los instructores se miraron entre sí sorprendidos por la audacia de la pequeña.
En el trono, el Rey Bartolomeo se inclinó hacia adelante, interesado.
—Vaya… la hija del Duque Valtorian tiene carácter. —Miró a su hijo, el príncipe Daniel, que observaba atento desde su asiento—. ¿Qué opinas, hijo?
Daniel sonrió ligeramente.
—Parece más divertida que la mayoría, padre. Quiero ver qué puede hacer.
—Bien —dijo el rey, levantando su bastón real—. ¡Comiencen!
El primer reto era control mágico elemental. Los niños debían crear una pequeña esfera de energía estable. Sophia extendió sus manos y una delicada flor de fuego danzó sobre su palma. Los nobles aplaudieron.
Astrix, en cambio, miró el fuego, luego miró al pajarito que se posaba sobre la baranda y le susurró algo.
El ave trinó, y de pronto, una brisa suave rodeó a la pequeña. En su palma, apareció una esfera brillante con destellos azules y dorados.
El público contuvo la respiración.
No era magia elemental común… era una combinación.
—¡Imposible! —exclamó uno de los maestros—. ¡Eso solo lo logran los magos de alto nivel!
Sophia apretó los puños, mordiéndose el labio.
—¡Seguro fue suerte!
El segundo reto era lectura de grimorios antiguos. Sophia, la niña prodigio según todos, recitó un hechizo a medias. Astrix, en cambio, observó las letras antiguas, inclinó la cabeza y sonrió.
—“El alma no se mide por el poder, sino por el corazón que lo guía.” —Leyó en voz alta—. Qué bonito…
El Rey Bartolomeo se sorprendió.
—¿Esa niña puede leer runas arcanas?
William, sentado entre los nobles, sonrió con orgullo.
—No es cualquier niña . Es mi hija.
Finalmente llegó el reto final: cocina mágica, preparado por la temida Señora Rebeca.
—Niñas, deberán preparar un platillo que despierte un recuerdo feliz —anunció la mujer.
Sophia preparó un pastel de miel, elegante, pero frío. Astrix, en cambio, se ensució las manos, riendo mientras mezclaba frutas y especias. Cuando terminó, colocó sobre la mesa un pequeño pastelito de fresas con crema.
El Rey tomó un bocado, y sus ojos se abrieron con sorpresa.
—Sabe igual que el pastel que mi difunta abuelo solía hacerme… —murmuró, emocionado.
El salón quedó en silencio.
Sophia, roja de furia, dio un paso al frente.
—¡Eso no es justo! ¡Ella lo volvió hacer hizo trampa! ¡como una bebé va hacer eso!
Astrix la miró, seria por primera vez después del todo el examen .
—No, Sophia. Estoy aquí porque tu pediste revancha y lloraste adelante de la señora Rebeca .
Un murmullo de aprobación recorrió el salón.
El Rey se puso de pie y levantó la mano.
—Declaro ganadora a Astrix Valtorian.
El Príncipe Daniel sonrió desde su asiento, con genuina admiración.
—Padre… creo que quiero volver a verla.
William, al fondo del salón, se llevó una mano al pecho, emocionado.
Su pequeña Astrix… había hecho historia.
La noche caía tranquila sobre el ducado.
William cargaba a Astrix en brazos, envuelta en una manta suave. Ella ya casi dormía, con los párpados pesados y los cabellos blancos resbalando sobre su frente.
—Hoy te esforzaste mucho, pequeña —susurró él con ternura—. Mañana tendrás otro día para brillar.
Astrix abrió apenas los ojos y murmuró con voz adormecida:
—¿Va a estar aquí… señor William?
El duque sonrió.
—Claro que sí, no pienso irme a ningún lado.
La recostó en su cama y le acarició la mejilla. Por un instante, todo fue paz.
El fuego en la chimenea crepitaba y la luna bañaba el cuarto con una luz suave.
William salió despacio, cerrando la puerta… pero no había llegado al pasillo cuando un escalofrío lo recorrió.
El sello mágico que protegía la habitación… se había agrietado.
—¿Astrix? —susurró, girando de inmediato.
Un viento helado atravesó el corredor. La puerta se abrió sola.
Dentro, la pequeña estaba de pie sobre la cama, asustada, mientras dos sombras se acercaban.
—Ven con nosotros, niña Valtorian —dijo una voz fría.
Astrix retrocedió, alzando las manos. Una débil chispa roja surgió de sus dedos, temblando.
—¡No! ¡No quiero! —gritó.
Pero su poder era demasiado débil. Uno de los hombres la sujetó. Ella pataleó, lloró… hasta que el miedo se convirtió en desesperación.
—¡Papá! —gritó con todas sus fuerzas— ¡Papá, fuerte! ¡Papáaaa!
En ese mismo instante, William irrumpió en la habitación.
—¡APÁRTENSE DE MI HIJA!
La furia en su voz estremeció las paredes. Con un solo movimiento de su espada, derribó al primero. Un resplandor azul, su magia, llenó el aire.
El otro ladrón intentó huir con la niña, pero William invocó su poder ancestral: el suelo tembló y una cadena de luz envolvió al hombre, inmovilizándolo.
Astrix cayó al suelo, asustada.
William corrió hacia ella, la levantó entre sus brazos, revisándola desesperado.
—¿Estás bien? ¿Te hicieron daño?
Ella lo miró con lágrimas corriendo por sus mejillas. De pronto, lo abrazó con todas sus fuerzas, tan fuerte como sus bracitos le permitían.
—Papá… papá, papá, papá… —repetía una y otra vez entre sollozos, enterrando su rostro en su pecho.
William se quedó inmóvil. Su corazón latía tan fuerte que dolía.
Esa palabra… por primera vez… de su pequeña.
Él la abrazó de vuelta, con tanta ternura que hasta el aire pareció detenerse.
—Estoy aquí, mi niña —susurró con voz quebrada—. Nunca dejaré que nadie te haga daño.
Ella lo miró, los ojos rojos brillando bajo las lágrimas.
—Yo sabía que usted vendría… porque los papás siempre vienen…
William sonrió con lágrimas cayendo, apoyando su frente contra la de ella.
—Sí, Astrix. Y tu papá… siempre vendrá por ti.
su padre es noble así que no se compara
llamarlo papá así el da ella da sería juntos para el pobre corazón
de William jajaja que adora a su hija aunque es divertido verlo celos pero ahora sí esa mustia no pudo que alaben a esa mustia igual a ella por lo menos alegro a su hermano