Amor, peligro, acción, romance, traiciones y mentiras se suscitan en la vida de dos astronautas cuya misión es salvar al mundo. Un grave peligro acecha a la humanidad: una estación espacial abandonada y sin control corre el riesgo de caer sobre la Tierra y su efecto será devastador tanto como el meteorito que acabó con los dinosaurios. La única manera de salvar al mundo es llegar a esa nave, manejarla y sacarla de la órbita terrestre. Los únicos astronautas que podrían lograr la hazaña y evitar la hecatombe son Nancy y Mike, ambos eran pareja pero ahora están enfrentados y se odian. Un complot, además, de uno de los jefes amenaza a la misión y lo peor de todo es que ambos astronautas deberán enfrentar una lluvia de meteoritos que bombardea a la estación espacial abandonada haciendo que el peligro sobre el planea sea aún mayor. ¿Podrán los dos superar sus diferencias y conseguir salvar a la humanidad de la extinción? No solo eso. Alarmados y aterrados por el inminente fin del mundo, todo el personal de la administración espacial en la Tierra abandonan sus puestos y tan solo quedan unos cuantos científicos que deberán dirigir las maniobras para que Nancy y Mike consigan llegar sanos a salvo a la estación espacial, viviendo toda clase de historias románticas, de odios, envidias y celos. Una novela actual y de mucho suspenso, "Amor y terror en el espacio", experimenta suspenso, romance y humor, todo lo que al lector apasiona.
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Capítulo 21
Volví a pelear con Mike. Él se enojó el por qué le sonreía y le hacía ojitos a Dimitar. -Nos visitó, arriesgó su vida para llegar al Navigator desafiando a los meteoritos, actualizó las computadoras, hasta antes que llegara él estábamos con los ojos vendados en medio del espacio ¿y querías que lo trate mal? Eres un idiota-, me molesté con él, arrugando mi boquita.
-No debiste dejarlo que se quede a comer, verlo me provocó una indigestión-, refunfuñó Mike.
Eso me sacó de quicio. -Eres un gran tonto, pedante y pesado-, le dije y me fui a mi litera, mascullando y dando bufidos. Me hundí en mis edredones y me quise dormir molesta por los celos de Mike.
Mike se quedó en la consola de mando. Allí vio, entonces, que una nueva nube de meteoritos se acercaba peligrosamente. Llamó de inmediato a Dimitar.
-¿Ya viste la pantalla? Es un millar de rocas aproximándose a toda velocidad sobre nosotros-, advirtió preocupado.
Zhekov no lo sabía. Había ayudado a László a trasladarse al A vandor. -Rayos-, masculló entonces cuando vio los radares. -Es un batallón de piedras-, chasqueó la boca.
-¡¡¡László debe sacar al A vandor de la órbita o lo harán pedazos!!!-, se alarmó Mike. Eso lo escuché clarito. Me levanté de prisa y así, en sostén y calzón fui corriendo dando tumbos hasta la consola de mandos.
-¿Qué ocurre?-, desorbité los ojos.
-¡¡¡Los meteoritos!!! ¡¡¡Van a golpear a László!!!! ¡¡¡Lo van hacer puré!!!-, chillaba desconcertado Mike.
-¡¡¡Malaya!!!-, fue lo único que se me ocurrió decir.
Dimitar intentó comunicarse con el A vandor, pero Juhász no respondía.
La distancia del A vandor con nosotros era considerable. No podíamos remolcarlo ni jalar su cable. -Yo lo rescato-, nos prometió, entonces Dimitar.
Entonces fue que llegaron los meteoritos zumbando como enormes abejorros, remeciendo todo a su paso, surcando el espacio como bólidos de fórmula uno con sus horribles y trepidantes susurros.
Mike tenía el radar puesto en la pantalla y vi aterrada como el enjambre de meteoritos se acercaba al A vandor, igual a una jauría de lobos hambrientos dispuestos a comerse a la presa.
-Dimitar no logrará rescatar a László-, se mostró pesimista Mike. Yo me jalaba los pelos aterrada, sumida en el pánico.
Y fue entonces que los meteoritos alcanzaron al A vandor. Creo que fue la imagen más aterradora que he visto en mi vida. Las rocas espaciales golpearon implacables a la estación espacial igual si fuera un punching ball, haciéndolo trizas al instante y reventándolo en un millón de pedazos. Fue un horrendo estallido, como mil truenos a la vez y la cápsula científica quedó convertida en una gran bola de fuego.
¡¡¡¡¡Nooooooooooooooo!!!!! grité con todas mis fuerzas, pasmada de lo que veía, viendo a la estación hacerse trizas, impactado por los meteoritos.
Mike llamó un millón de veces a Dimitar pero él no respondía. Yo empecé a llorar a gritos, impotente, sintiéndome ruin, sin saber qué hacer para salvar a Juhász. Me jalaba lkos pelos, pateaba las sillas y lloraba sin contenerme.
Luego hubo un largo silencio, despiadado, cruel, ruin y miserable. Solo se escuchaba estática. Mike y yo nos veíamos desconcertados y boquiabiertos, esperando a Zhekov. -¿Le habrá pasado algo, también?-, balbuceé incrédula, sorbiendo mis lágrimas. Tenía la cara duchada en llanto.
Fueron minutos larguísimos e interminables, sumidos en la impaciencia y el desconcierto, mirándonos absortos, empalidecidos, con los pelos de punta. El enjambre de meteoritos ya había pasado, llevándose en su interminable viaje por el infinito todos los restos del A vandor, arrastrándolos fuera de la órbita terrestre.
-Mike-, al fin se comunicó Dimitar. Yo seguía llorando sin contenerme.
-¿Qué pasó con László?-, tragó saliva Mike.
Otra vez hubo un largo silencio, agónico que me ahogaba en suspenso y dolor.
-Lo salvé a tiempo, está aquí conmigo, se golpeó un poco, está muy afectado por el A vandor, pero está bien-, dijo entonces al fin Dimitar.
Ni Mike ni yo nos contuvimos y dando brincos como conejos, nos abrazamos, chillando alborozados, aunque yo seguía llorando, y él reía como un loco, dando hurras y vivas. Y pues, tan emocionados como estábamos, nos besamos vehementes y afanosos, dando riendo suelta a nuestra gran emoción.