El Horizonte de Nosotros es una cautivadora historia que explora las complejidades del amor y la identidad. Chris, un joven profesor de cosmología, vive atrapado en un conflicto interno: su homosexualidad reprimida choca con los rígidos prejuicios impuestos por sus creencias religiosas. Su vida dará un giro inesperado cuando conozca a Adrián, un hombre carismático y extrovertido que, a pesar de ser padre de un niño pequeño, descubre en Chris algo que lo atrae profundamente.
En este encuentro de mundos opuestos, ambos se verán enfrentados a sus propios miedos y deseos. ¿Podrá Chris superar sus barreras internas y abrirse al amor que le ofrece Adrián, o será consumido por la culpa y la autonegación, conduciendo a su autodestrucción?
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El horizonte de nosotros
El celular de Chris vibró mientras estaba sentado frente a su escritorio, revisando algunas notas para sus clases. Al desbloquearlo, leyó un mensaje de Adrian:
"¡Hola! ¿Qué te parece si nos vemos esta tarde en el parque cerca de la facultad? Hay algo relajante en ese lugar, y pensé que podría ser una buena oportunidad para conversar un rato. ¿Qué dices? ¡Espero que puedas!"
Chris dejó el teléfono sobre la mesa y respiró hondo. Adrian parecía tener una habilidad innata para desarmarlo con gestos simples, como ese mensaje. Dudó un momento, pero terminó respondiendo:
"De acuerdo, nos vemos allí a las cinco."
Adrian respondió casi al instante con un emoji sonriente, lo que hizo que Chris esbozara una leve sonrisa sin darse cuenta.
El encuentro en el parque
El parque cerca de la facultad tenía una atmósfera tranquila, con árboles frondosos que daban sombra y bancos dispersos a lo largo de los senderos. Cuando Chris llegó, encontró a Adrian esperándolo cerca del estanque, donde unos gansos se movían despreocupados.
—¡Ah, llegaste! —dijo Adrian con entusiasmo, levantando la mano en señal de saludo—. Mira, este es el mejor lugar del parque. Los gansos siempre hacen algo gracioso.
—Eso espero —respondió Chris con una sonrisa discreta, mientras ajustaba su mochila al hombro.
Comenzaron a caminar por los senderos, hablando de temas casuales al principio: la facultad, el clima, y algunas anécdotas de los alumnos. Pero Adrian no podía evitar ser Adrian. Se detuvo cerca del estanque y miró a los gansos con una sonrisa traviesa.
—Voy a provocar un poco de caos, solo por diversión.
—¿Qué? Adrian, no... —empezó a decir Chris, pero ya era demasiado tarde.
Adrian avanzó hacia los gansos, moviendo las manos como si estuviera invitándolos a enfrentarse.
—¡Oigan, ustedes! ¿Quién manda aquí?
Los gansos se detuvieron un momento, inclinando sus cabezas como si evaluaran la amenaza. De repente, uno graznó fuerte, y el grupo entero comenzó a perseguir a Adrian, que salió corriendo alrededor de Chris mientras reía a carcajadas.
—¡Era broma! ¡Era broma! —gritó Adrian, tratando de mantenerse fuera del alcance de los picos.
Chris se llevó una mano al rostro, tratando de mantener la compostura, pero no pudo evitar reírse suavemente al ver la escena.
Finalmente, Adrian se detuvo, se dio la vuelta y enfrentó a los gansos con los brazos abiertos.
—¡Vamos, vengan! —los desafió, y los gansos retrocedieron unos pasos, intimidados por su repentino cambio de actitud.
—Eso pensé, ¡cobardes! —exclamó victorioso, pero apenas se giró hacia Chris, los gansos aprovecharon para volver a atacarlo.
Chris rió abiertamente esta vez, sorprendiéndose incluso de sí mismo.
—Son unos cobardes. Solo atacan cuando les das la espalda —dijo con una sonrisa sutil.
Adrian, jadeando por el esfuerzo, lo miró con sorpresa fingida.
—¡Mira eso! Es la primera vez que te veo sonreír. ¡Y me encanta!
Chris se sonrojó ligeramente, desviando la mirada para no darle a Adrian el gusto de verlo más nervioso.
Después de alejarse del estanque y dejar atrás a los gansos, Adrian miró a Chris con una expresión curiosa.
—Por cierto, tenés puesta la misma ropa que llevabas el día que te conocí en el bus.
Chris bajó la mirada hacia su camiseta blanca con inscripciones de física y los jeans azules.
—Es cómoda, además... no pensé que te acordarías de eso.
—¿Cómo no me voy a acordar? —dijo Adrian con una sonrisa—. Fue un día especial. De hecho, tengo una idea.
—¿Cuál? —preguntó Chris, levantando una ceja con escepticismo.
—¿Qué te parece si nos subimos a un bus ahora mismo? Fingiré que no te conozco, y luego te pediré permiso para tomarte una foto.
Chris lo miró incrédulo, pero no pudo evitar reírse de lo absurda que sonaba la propuesta.
—Adrian, ¿y adónde iríamos? Necesitamos un destino, ¿no?
Adrian se llevó una mano al mentón, como si estuviera pensando profundamente.
—¿Te parece si vamos a la costanera? Es un buen lugar para caminar y ver el río.
Chris lo miró por un momento y finalmente asintió.
—Está bien, pero solo si prometes no provocar más problemas con los gansos de la costanera.
—Lo prometo... por ahora.
Ambos se dirigieron a la terminal cercana, con Adrian llevando la conversación y Chris siguiéndolo.
El bus los dejó cerca de la entrada de la costanera, un lugar amplio con árboles frondosos, senderos que bordeaban el río y bancos estratégicamente colocados para disfrutar de la vista. El sol comenzaba a ocultarse, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rosados, y el agua reflejaba ese espectáculo de colores con suavidad.
Chris y Adrian caminaron en silencio al principio, disfrutando del entorno. Adrian llevaba las manos en los bolsillos, observando las aves que volaban cerca del río. Chris, por su parte, miraba el suelo mientras sus pensamientos se arremolinaban en su cabeza.
Finalmente, fue Chris quien rompió el silencio.
—Adrian, hay algo que quiero decirte.
Adrian se detuvo y lo miró, con su expresión habitual de interés y paciencia.
—Dime, ¿qué pasa?
Chris tomó aire, buscando las palabras adecuadas.
—Esto... esto que estamos haciendo, salir juntos, conocernos más... es algo que todavía no he terminado de asimilar.
Adrian frunció el ceño ligeramente, pero no dijo nada, dándole espacio para continuar.
—No es que no quiera estar contigo, porque lo quiero —añadió Chris rápidamente, sus palabras saliendo con más intensidad de lo que esperaba—. Pero hay muchas cosas que no sé cómo manejar.
Adrian dio un paso hacia él, con una expresión comprensiva.
—¿Te refieres a tu fe?
Chris asintió, bajando la mirada.
—Sí. He pasado toda mi vida creyendo que lo que siento está mal, que es algo que debo esconder o reprimir. Y ahora estás tú... tú me haces sentir que tal vez no está mal, que no debería estar mal. Pero reconciliar eso con lo que siempre me enseñaron no es fácil.
Adrian extendió una mano hacia Chris, tocando suavemente su brazo.
—Entiendo que sea difícil. Pero quiero que sepas que estoy aquí para ti, para lo que necesites. No estoy esperando que tengas todas las respuestas ahora mismo.
Chris levantó la mirada, encontrándose con los ojos oscuros de Adrian, llenos de sinceridad.
—Eso es lo que me da miedo —dijo Chris, su voz temblando un poco—. Que tú estés dispuesto, pero yo no pueda darte lo que mereces. Que tarde demasiado en encontrar mi lugar en todo esto.
Adrian negó con la cabeza, una sonrisa suave apareciendo en sus labios.
—Chris, no tienes que apresurarte por mí. Solo quiero estar a tu lado, sea como sea.
Chris dejó escapar un suspiro, sintiendo algo de alivio pero también un peso persistente.
—Hay otra cosa —continuó—. Mi madre. Ella nunca aceptaría algo como esto. Ella ya controla demasiado de mi vida, y sé que si se entera... todo sería más complicado. Perdería mucho, Adrian.
Adrian lo miró con seriedad ahora, entendiendo la profundidad del conflicto interno de Chris.
—No quiero que pierdas nada por mi culpa, Chris —dijo con voz baja pero firme—. Pero también creo que no deberías perderte a ti mismo por cumplir las expectativas de los demás, incluso las de tu madre.
Chris parpadeó, sintiendo que esas palabras golpeaban directamente en su corazón.
—¿Y si me equivoco? ¿Y si todo esto termina mal?
Adrian sonrió de lado, encogiéndose de hombros.
—Bueno, si te equivocas, aquí estaré para ayudarte a recoger los pedazos.
Chris no pudo evitar sonreír también, aunque su mente seguía llena de dudas.
—Gracias... pero quiero que estés seguro. Porque si sigues adelante conmigo, necesitarás paciencia. Mucha paciencia.
Adrian soltó una pequeña risa y se pasó una mano por el cabello.
—Chris, ya he tomado mi decisión. Vale la pena. Tú vales la pena.
Ambos se sentaron en un banco cercano al río, observando cómo el sol desaparecía por completo en el horizonte. Las luces del parque comenzaron a encenderse, iluminando suavemente el lugar.
Ame.