Continuación de la emperatriz bruja y reencarne en una jodida villana.
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capítulo 12
Mientras la emperatriz Leonor continuaba conversando con sus invitados sobre temas triviales, Regulus observaba con atención a Neftalí. Sabía que era una renacida, pero se preguntaba si sería capaz de soportar todo lo que estaba por venir.
De un momento a otro, los príncipes llegaron al campo de entrenamiento empapados, cubiertos de hojas y tierra, con el ceño fruncido. Todos estaban malhumorados, exhaustos y visiblemente frustrados por la trampa mágica del bosque.
Isabel fue la primera en reaccionar. Apenas vio al mago de pie en el centro del campo, sereno y con una leve sonrisa en los labios, le lanzó una llamarada directa. Lyanna no tardó en seguirla con una ráfaga de viento cortante. Selene invocó una cadena de sombras; Úrsula manipuló la tierra bajo sus pies hasta crear lava para inmovilizarlo, y Alcides, con su espada envuelta en energía, se lanzó al ataque con un grito de guerra.
Neftalí, sentada en el césped junto a Elios, observaba perpleja la escena mientras bebía el té que Leonor le había servido minutos antes. El niño, tranquilo, comía una manzana como si nada pasara.
—Bueno —comentó Leonor con su habitual calma—, por lo que veo han mejorado.
—¿No deberíamos detenerlos? —preguntó Neftalí, sin apartar la mirada del grupo de furiosos atacantes.
—No, querida. Necesitan liberar su frustración. Esta noche dormirán como bebés.
Regulus, en el centro del campo, esquivaba cada hechizo, corte y embestida con una tranquilidad inhumana. Su expresión permanecía imperturbable. Solo cuando una pequeña llama alcanzó su túnica y la quemó ligeramente, chasqueó los dedos y la apagó con elegancia. Luego miró a los cinco príncipes y princesas, jadeantes frente a él, y habló:
—Muy bien... No podría decir que esto es un gran avance, pero al menos han mejorado.
Selene, aún furiosa, intentó cargar contra él una vez más, pero Regulus chasqueó los dedos con suavidad. La princesa se desplomó de inmediato, inconsciente. Sin esperar, repitió el gesto con los demás. Uno a uno, todos cayeron como muñecos de trapo.
Con un simple movimiento de mano, hizo flotar los cuerpos y los dirigió hacia el castillo, enviándolos directamente a sus habitaciones. Los soldados y sirvientes que observaban desde el borde del jardín guardaron un silencio absoluto. Nadie había visto antes al mago de la torre en acción, y ahora comprendían por qué se hablaba de él en voz baja, con respeto… y un poco de miedo.
Las princesas de Atenea y los príncipes de Málaga eran conocidos por su fuerza, determinación y talento. Pero verlos vencidos tan fácilmente por un solo hombre fue un espectáculo inolvidable.
Leonor se recostó con elegancia sobre los cojines del diván bajo el pabellón del jardín, mientras la música suave de un laúd lejano flotaba en el aire. Regulus se acercó con pasos tranquilos y se sentó frente a ella. Sus ojos, tan antiguos como los secretos del mundo, se posaron una vez más en Neftalí.
—No ha despertado del todo —comentó él, más para sí mismo que para la emperatriz—. Pero algo en su interior está comenzando a agitarse. Su poder aún parece dormido.
—¿Lo dices por la forma en que observaba el combate? —preguntó Leonor, sirviéndose otra taza de té—. Esa no era la mirada de una simple noble. Estudiaba, analizaba… Y por un segundo, sus ojos brillaron.
Regulus asintió lentamente.
—Es la memoria de su otra vida empujando para salir. El alma recuerda lo que la mente aún no acepta. Y no me refiero solo a las habilidades. Me preocupa su corazón. Lo que vivió antes fue devastador. Y lo que vendrá, lo será aún más.
Neftalí, sin saber que era el centro de la conversación, acariciaba el cabello de Elios, quien ahora dormitaba en su regazo. La ternura en sus gestos contrastaba con la tensión en sus hombros.
—¿Y el niño? —preguntó Leonor, bajando la voz, como si temiera despertar algo dormido.
Regulus guardó silencio por unos segundos antes de responder:
—Es un catalizador. No es común que un alma antigua renazca con un vínculo tan fuerte. Elios no es un simple niño... Es el ancla que mantiene su esencia humana viva. Si él desaparece, Neftalí podría romperse por completo.
—Entonces debemos protegerlo —afirmó Leonor, con una determinación inquebrantable—. Ambos están en el centro de lo que viene. Y si los perdemos, perderemos mucho más que esta guerra.
Regulus la miró con gravedad.
—Lo sabes tan bien como yo, Leonor. El equilibrio entre los reinos pende de un hilo. Y Neftalí... ella es la bisagra entre la destrucción y la salvación.
La emperatriz bebió el último sorbo de té y se levantó con elegancia.
—Entonces enseñémosle a recordar... pero con cuidado.
Regulus se incorporó a su lado.
—Empieza el juego, entonces.
Ambos caminaron hacia el castillo, mientras el sol se ocultaba detrás de las montañas. La noche caía, y con ella, los susurros del destino comenzaban a ponerse en marcha.
Luego de que Elios y Neftalí fueran guiados al palacio de visita, ambos se bañaron y cambiándose de ropa, volvieron al palacio principal donde habían sido llamados para comer junto a los emperadores y los príncipes.