EL MAL QUE NOS ACECHA

Me levanté y caminé hacia la habitación de juegos, pero Tomás no estaba por ningún lado, empecé a llamarlo sin obtener respuesta, había un silencio aterrador, bajé las escaleras y caminé por toda la planta baja, pero no lo encontré, luego recordé el sótano, no habíamos ido a ese lugar, tuve una sensación fea en el pecho, así que me dirigí allá.

Me paré frente a la puerta, respiré y la abrí, estaba todo completamente oscuro, moví el bombillo que sabía que estaba en las escaleras, este comenzó a parpadear, pero así me tocó dejarlo, bajé escalón por escalón con mucho cuidado.

-¡Tomas!-- dije en voz baja, pero de nuevo, no obtuve respuesta, seguí bajando y allí pude encender una luz, está vez en mejor estado, pero aun así no vi a Tomás, mi corazón no dejaba de latir con fuerza, sentía que en cualquier momento me iba a desmayar.

Volví a subir al primer piso, estaba por llamar a Elías para contarle lo que estaba pasando, pero en ese justo momento, escuché la risa de Tomás, provenía del segundo piso, corrí sin pensarlo, y el sonido me llevó hasta la habitación de juegos, en la que hace un momento estuve y no había nadie, allí estaba mi niño jugando con sus carritos, incluso tenía armada la pista de hot wheels, era imposible que estuviese en otro lado y la hubiese armado en tan poco, ya que él tarda aproximadamente 30 minutos haciéndolo, es muy grande.

El me miró y sonrió, yo me acerqué a el esperando que me dijera algo, pero me miró algo confundido.

- ¿Que pasa mamá?, ¿te desperté?--- yo negué.

- No mi cielo, hijo...-- hice una breve pausa--¿has estado jugando en otro lado?-- pregunté pero el negó.

- No mamá, no me he movido de aquí, intenté no hacer ruido, ¿por qué pones esa cara?-- me preguntó.

- Ok mi cielo, no es nada, no te preocupes, solo que dormí mal, ya se me pasará -- le dije fingiendo una sonrisa.

- ¿quieres jugar conmigo?-- agradecí que diera la vuelta a la página.

Me senté con él y estuvimos alrededor de una hora jugando con la pista, en ese tiempo no ocurrió nada extraño, jugamos con total normalidad, calculé él tiempo, y bajamos al primer piso, no quería dejar a mi hijo solo, mientras él se quedó viendo dibujos animados en él TV, fui a la cocina a preparar la cena.

Para cuándo terminé, escuché el sonido de la puerta principal abriéndose, salí y vi a mi esposo entrar.

-¡Papiiii!-- gritó Tomás mientras corría hacia su padre, mi esposo lo tomó en brazos y lo levanto.

- Mi niño, te extrañé mucho-- le dijo mientras le daba un abrazo, luego lo bajó y caminó hacia mí, nos dimos un beso.

- También te extrañé mucho, quise llegar más temprano, pero aún tenía mucho trabajo y quiero liberar lo represado -- me comentó.

- No te preocupes amor, lo importante es que ya estás acá, ve y te lavas las manos, ya voy a servir la cena-- le dije, él se fue con Tomás y al poco tiempo ya estaban sentados en el comedor, puse los platos en la mesa y nos pusimos a comer.

- Mamá, papá-- Tomás habló de repente -- en el colegio una maestra me puso adelante para presentarme a mis compañeros, me preguntó dónde vivía antes, y donde estaba viviendo ahora, cuando le dije dónde estábamos viviendo dijo "que Dios los bendiga" ¿por qué la maestra dijo eso?-- mi niño se llevó una cuchara llena de comida a su boca.

- No lo sé hijo, quizás solo fue una expresión, pero hablaremos con esa maestra, ¿te parece?-- traté de sonar tranquila.

- Yo lo haré mañana cuando te deje en el colegio -- dijo su padre.

- Ok-- dijo con entusiasmo.

Terminamos de cenar y nos fuimos a la sala, de nuevo nos sentamos a ver un poco la televisión, luego subimos, Tomás se fue a cepillar sus dientes mientras yo organizaba la cama.

- Este fin de semana vamos a organizar el resto de la casa, Tomás necesita su habitación y nosotros necesitamos nuestra privacidad, siento que voy a morir si no te toco -- dijo Elías, me hizo soltar una carcajada, pero una punzada se situó en mi pecho.

Mi niño salió del baño al poco tiempo, se puso su pijama y enseguida nos acostamos a dormir.

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Al parecer algo pasó, porque estos últimos 4 días, han estado muy tranquilos, es como si esa sensación incómoda hubiese desaparecido, me sentí tranquila, no había vuelto a escuchar nada extraño, incluso organizamos el cuarto de Tomás, él estaba muy feliz, eso me relajó aún más.

Mi esposo era el más feliz, y no niego que yo también, extrañaba tener mis momentos de intimidad con el, nuestros días habían mejorado significativamente.

Incluso pude adelantar muchos capitulos de mi novela, estaba muy emocionada por este cambio, pero como todo, nada puede ser perfecto; como de costumbre, Elias fue a llevar a Tomás al colegio, me quedé en la cocina, de repente escuché el sonido de la puerta y la voz de mi esposo, me quedé esperando que entrara en la cocina, pero no pasó.

-¿Amor?-- pregunté.

- Cariño -- escuché de vuelta.

- ven a tomar café -- dije, pero de nuevo no apareció.

Agarré la taza y salí a la sala, no había nadie, revisé cada rincón del primer piso, pero no había ni rastro de Elías, me dispuse a subir al segundo piso, pero cuando iba a mitad de las escaleras escuché la puerta principal, bajé rápidamente y mi esposo estaba entrando.

- Cariño, ¿por qué tienes esa cara?--

- no estés jugando conmigo, ¿a dónde fuiste?-- le recriminé, el me miró confundido.

- Estaba llevando a Tomás al colegio y acabo de llegar, ¿estás bien?, ¿pasó algo?--- me preguntó.

- No, creo que necesito descansar -- comenté mientras le pasaba el café, luego me senté en el sofá.

- Amor, ya sabes que puedes decirme lo que quieras -- recalcó Elías, pero decidí ignorar lo que había pasado.

- Gracias amor, pero no pasa nada, ¿hoy puedes recoger a Tomás del colegio?-- pregunté para cambiar de tema.

- Sí, sabes que siempre lo voy a hacer, me gusta venir a almorzar en familia, ahora iré a cambiarme para irme al trabajo, ¿necesitas algo?-- yo negué.

- No mi amor, estoy bien, completaré unos capítulos y tendré listo el almuerzo a tiempo -- Elías se terminó el café, subió las escaleras y el poco tiempo bajo con su traje de oficina, nos despedimos y él salió rumbo a su trabajo.

Me quedé de nuevo sola en casa, confundida, pensativa, asustada, no comprendía que es lo que estaba sucediendo, decidí despejar mis pensamientos escribiendo; pero constantemente se me venía a la mente el consejo que le dió la maestra a Elías "Cuídense mucho y si pueden, vayanse de ahí", cuando mi esposo me contó, se rió de esto, y como no volvió a suceder nada, nos tranquilizamos.