Tu indiferencia me hizo fuerte. Siempre te dije la verdad y no me creíste. Ahora que lo sabes es tarde, no vengas a pedir una oportunidad porque no la habrá. Los papeles se han invertido, ahora yo soy la indiferente, la poderosa. Ya no soy más LA HIJA DEL JARDINERO
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CAPÍTULO 2
Voy en mi avión privado desde la ciudad de Múnich en Alemania hacia Londres. Sentado a mi lado va Marcus Rosell, un joven empresario alemán que me pretende desde hace algún tiempo. El es el pretendiente perfecto: Su familia me ama, él me ama, es un caballero en el sentido completo de la palabra. Multimillonario, hermoso y se quiere casar conmigo.
Sabe todo de mi vida y está dispuesto a continuar conmigo a pesar de todo. Lo más seguro es que será mi esposo y un buen padre para mi bebé. Hoy en día ya no busco el amor como lo busqué años atrás.
Hoy en día lo que busco es estabilidad y paz. El amor, el amor, en mi caso dolió mucho. Amaba tanto a David, pero para él yo no fui suficiente mujer. Nunca me demostró que yo era especial, nunca creyó en nuestra relación.
David destrozó mis ilusiones, me humilló, me despreció. Creyó que tenía derecho a cobrar venganza por algo que según él, yo hice. Cuando la verdad es que jamás me hubiera atrevido a hacerle daño a él o a los suyos.
Fueron años de sentir su frialdad. Y yo, a pesar de todo, lo amaba. Hice todo por conquistar su amor. Intenté seducirlo. Le di muchos motivos para amarme, pero él creía que yo era hipócrita, falsa.
Bebo un vaso de vino, Marcus duerme. El vuelo apenas inicia. Trabajamos mucho este último mes en Múnich. Marcus es ingeniero automotriz, y fue quien me invitó a colaborar en los diseños de los nuevos Opel que presentará la empresa.
Ahora va en este vuelo conmigo porque dentro de unos días es la fiesta de aniversario de la clínica que era del doctor Peter, padre de David. Yo le pedí que viniera conmigo, ya estamos saliendo desde hace tiempo por eso considero que debemos ir juntos. Debemos conocernos mejor y espero que con el paso del tiempo llegue a amarlo con todo mi corazón.
Esta nueva etapa de mi vida me hace evocar el pasado. Empiezo a recordar cómo comenzó esta historia. Acá, mirando por la ventanilla del avión, viene a mi mente todo lo sucedido desde que yo era muy niña. Realmente en los últimos años no he meditado, ni recapacitado en los acontecimientos que me trajeron al día de hoy.
Sí me voy al inicio de mi vida, lo primero que visualizo es la hermosisima casita que los dueños de la mansión donde trabajaban mis padres, les permitieron construir. Solo tenía dos habitaciones, un baño y una pequeña sala.
La cocinera cocinaba tanto para los patrones de casa, como para la servidumbre, por eso a la hora de comer podíamos ir al comedor que correspondía a los empleados. Un área retirada de la mansión.
Mi padre ama las plantas, por ello, una vez que finalizó la construcción de la casita, la cubrió con frondosos y perfumados árboles. La adornó con flores de varios colores a la entrada. Era todo un hermoso espectáculo la casita que me vio nacer y crecer.
Allí en esa hermosa casita, conocí a David. Toda mi vida, desde que tuve uso de razón, lo miraba con ojitos llenos de amor. Mi mayor alegría era simplemente verlo, saber que estaba cerca. Oírlo hablar. Cuando me llamaba era dulce música para mis oídos.
Mi padre siempre supo de este amor. Al inicio era un juego entre nosotros. - - Mira Sabrina, allí viene David. Y yo: - - Dónde, dónde padre, dónde está, no lo veo. - - Jajaja es mentira hija, era para ver tu carita de boba. - - Oh padre, no te burles de mi.
Creo que todos se daban cuenta de que la pequeña hija del jardinero había puesto sus infantiles ojos en el hijo del patrón, en el hijo del dueño de la mansión donde trabajaba mi padre. Y esto comenzaba a ser una molestia para la encopetada familia.
Ya con anterioridad, me contaba mi padre, había un desprecio hacia nosotros. No solo porque éramos parte de la servidumbre, sino porque la encopetada dueña quería someter a su voluntad pasional a mi padre.
Mi padre es un hombre guapísimo pero muy enamorado de mi madre. Jamás le fue infiel. A pesar del atractivo fisico y de su status, él jamás se fijaría en su patrona y menos por el hecho de que el dueño de la mansión, si era un caballero.
El dueño de la mansión, el doctor Peter Taylor, unos años mayor que mi padre, era un elegante señor. Médico cirujano de profesión, igual que su encopetada y coquetona esposa, la doctora Margot. A diferencia de su mujer, el Dr Peter era muy considerado. Cuando hablaba con mi padre lo hacía como si fueran hermanos, cosa que causaba mucho disgusto a su mujer.
El Dr Peter siempre me trató como una hija más. En secreto le prometió a mi padre, siempre estar pendiente de mi. Por ejemplo se aseguró que yo fuera a la escuela primaria en la misma escuela que sus hijos.
El chófer me llevaría y traería de la escuela igual que con sus hijos. Toda la servidumbre escuchó la gran discusión que estalló en la familia Taylor por esa decisión. Eso marcaría el inicio de mi sufrida infancia.