Isabella Dupont ha pasado su vida planificando una venganza que espera borrar el dolor de su infancia. Abandonada a los cinco años por su madre, Clara Montserrat, una mujer despiadada que traicionó a su familia y robó la fortuna de su padre, Isabella ha jurado destruir el imperio que su madre construyó en Italia. Bajo una identidad falsa, Isabella se infiltra en la constructora internacional que Clara dirige con mano de hierro, decidida a desmantelar pieza por pieza la vida que su madre ha levantado a costa del sufrimiento ajeno.
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Capítulo 20
Isabella estaba en la sala de trabajo de Montserrat Construcciones, concentrada en el diseño de un departamento. Sentada en un sillón cómodo, rodeada de planos y muestras de materiales, trabajaba en la cocina, dos habitaciones y el cuarto de lavado. A su lado, Leonardo, igualmente absorto, se encargaba de los dos baños, el otro cuarto y la sala. Ambos colaboraban de manera eficiente, cada uno sumergido en su parte del proyecto, cuando el sonido del teléfono de Isabella interrumpió la concentración.
Isabella miró la pantalla y frunció el ceño al ver un número desconocido, pero decidió contestar.
—¿Hola? —dijo con curiosidad.
—Hola… soy Luca —la voz de Luca sonaba algo insegura al otro lado de la línea.
Isabella no pudo evitar reír ligeramente, sorprendida por la llamada.
—¿Luca? ¿Quién te dio mi número? —preguntó con un tono divertido, aunque internamente ya sospechaba la respuesta.
—Lo tomé de la agenda de mi madre —admitió Luca, su tono mezclando vergüenza y determinación—. Estoy en la villa… y bueno, como el bebé nacerá en los próximos días, pensé que tal vez podríamos vernos.
Isabella se quedó en silencio por un momento, pensando en el bebé que estaba por nacer, su hermano. A pesar de todo, había algo en la situación que la hacía sentir una mezcla de emociones conflictivas. Suspiró antes de responder.
—¿Y qué es lo que quieres, Luca? —preguntó con un tono ligeramente más serio.
Luca pareció dudar por un momento, pero luego continuó.
—Quería… verte. No he podido dejar de pensar en ti desde la última vez que nos vimos en el gimnasio. Me gustaría salir contigo, si puedes. No sé, hablar… estar juntos.
Isabella, percibiendo la vulnerabilidad en la voz de Luca, decidió jugar con la situación. Había notado cómo él la miraba, cómo su presencia parecía afectarlo, y sabía que podía usar eso a su favor.
—¿Salir conmigo? —dijo Isabella, suavizando su voz y dejando que un tono ligeramente coqueto se filtrara en su respuesta—. ¿Y qué harías si… ya sabes, estuviéramos juntos ahora, Luca?
La línea quedó en silencio por unos segundos, pero Isabella sabía que él estaba ahí, pensando en su respuesta.
—Yo… —comenzó Luca, su voz bajando de tono—. No sé, me gustaría estar cerca de ti. Eres tan hermosa, Isabella, y… y tan ardiente.
Isabella sonrió para sí misma, consciente de que tenía a Luca justo donde lo quería.
—¿Cerca de mí? —dijo en un susurro—. ¿Qué tan cerca, Luca?
Luca respiró profundo, su voz temblorosa.
—Muy cerca… te he estado imaginando todo el día, Isabella. No puedo sacarte de mi cabeza.
Isabella notó cómo la voz de Luca se volvía más pesada, más cargada de deseo. Decidió empujar un poco más.
—¿Y qué estás haciendo ahora, Luca? —preguntó, manteniendo su voz en un tono suave y tentador.
Luca tragó saliva, y aunque Isabella no podía verlo, casi podía sentir cómo el joven se debatía entre la vergüenza y el deseo.
—Estoy… pensando en ti, Isabella. Pensando en cómo te verías ahora, en lo que podríamos estar haciendo juntos…
Isabella, sintiendo que Luca estaba cayendo completamente en su manipulación, dejó que su voz bajara aún más, casi en un susurro íntimo.
—Dime lo que estás haciendo, Luca.
Hubo un silencio más largo, y entonces escuchó la respiración acelerada de Luca al otro lado de la línea.
—Isabella… —gimió Luca, claramente perdiéndose en su fantasía—. Isabella…
—Dilo otra vez —ordenó Isabella, manteniendo su tono suave pero con una autoridad sutil.
—Isabella… —repitió Luca, su voz cargada de deseo mientras ella sonreía, sabiendo que lo tenía completamente bajo su control.
Isabella dejó que la conversación se desvaneciera con una excusa simple, pero dejó a Luca sintiendo que él era quien la necesitaba, no al revés. Sabía que este pequeño juego solo reforzaría la obsesión de Luca por ella, dándole más poder sobre él en el futuro.
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Mientras tanto, en un café del centro de Milán, Noel Delacroix estaba esperando su pedido. El lugar era acogedor, con una decoración cálida y una clientela habitual que iba y venía sin llamar la atención. Delacroix, siempre precavido, había desarrollado la costumbre de observar a su alrededor con atención, pero ese día, estaba distraído por sus propios pensamientos sobre los problemas legales que enfrentaba. Estaba tan absorto que no notó al hombre que se acercaba hasta que estuvo demasiado cerca.
El hombre, con una expresión dura y ojos llenos de furia, sacó un arma y la apuntó directamente a Delacroix.
—Esto es por mi hija, Delacroix —dijo con una voz baja pero firme, llena de ira contenida.
Delacroix apenas tuvo tiempo de abrir los ojos con terror antes de que el hombre apretara el gatillo. Seis disparos resonaron en el café, rompiendo el silencio y llenando el aire con el sonido ensordecedor de los disparos. Cada bala impactó en el cuerpo de Delacroix, quien se desplomó al suelo, sus manos tratando inútilmente de detener la sangre que brotaba de sus heridas. La mirada de horror y sorpresa en su rostro se quedó congelada mientras su vida se apagaba rápidamente, dejando atrás solo caos y gritos en el café.
El hombre con el arma dejó caer el arma en el suelo y no intentó huir. Permaneció de pie, mirando el cuerpo de Delacroix con una mezcla de satisfacción y tristeza, como si al fin hubiera hecho justicia por lo que le había sucedido a su hija. La policía llegó poco después, arrestándolo sin resistencia.
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En la villa, Clara bajaba las escaleras con la ayuda de Sergio, su esposo, mientras se preparaban para ir al hospital para un chequeo. Su embarazo estaba avanzado, y Sergio insistía en que Clara no debía arriesgarse.
—Realmente deberías descansar más, Clara. No deberías estar bajando las escaleras sola en tu estado —dijo Sergio, preocupado mientras la ayudaba.
Clara, con su habitual terquedad, lo miró con una mezcla de afecto y frustración.
—Estoy bien, Sergio. Solo necesito mantenerme activa —respondió mientras continuaban hacia la puerta.
Sin embargo, en ese momento, el teléfono de Clara sonó, interrumpiendo su conversación. Clara contestó, y la voz urgente de uno de los guardias de Montserrat Construcciones resonó al otro lado de la línea.
—Señora Montserrat, tengo malas noticias… el ingeniero Delacroix ha sido acribillado a tiros en un café.
Clara se quedó helada por un segundo, su mente tratando de procesar lo que acababa de escuchar. La rabia se apoderó de ella al darse cuenta de las implicaciones. No solo había perdido a uno de sus colaboradores más cercanos, sino que ahora esto podría poner en riesgo todo lo que había estado construyendo.
—¡Maldita sea! —maldijo Clara, pero antes de que pudiera decir algo más, un dolor agudo atravesó su abdomen, y sintió cómo su fuente se rompía abruptamente.
Sergio, viendo la expresión de dolor en su rostro, entró en pánico.
—¡Clara! ¡Tranquila, te llevo al coche! —gritó mientras la ayudaba a caminar con rapidez hacia el vehículo.
Mientras Sergio la ayudaba, Clara se agarró al dolor con todas sus fuerzas, pensando furiosamente en cómo Delacroix, incluso en la muerte, había complicado su vida. Si perdía al bebé, sabía que la culpa recaería sobre ese bastardo que ahora yacía muerto. No permitiría que su imperio se desmoronara, no cuando estaba tan cerca de consolidarlo. Mientras Sergio la subía al coche, Clara juró que no permitiría que esto la destruyera.
tiene buen argumento,
hasta el final todo esto está emocionante.
y lo peor es que está arrastrando así hija a ese abismo.
cual fue la diferencia que se quedará con el.
a la vida que si madre le hubiese dado..
Isabella merece tener un padre en toda la extensión de la palabra.
no te falles ni le falles.
la narración buena
la descripción como empieza excelente 😉🙂
sigamos..
la historia promete mucho