Louise, El Último Omega

Las tensiones en el Imperio Vespera habían alcanzado su punto máximo. El creciente poder de Magnus y su alianza secreta habían dejado al imperio al borde de la crisis y todos los ojos estaban puestos en Dorian, esperando que tomara una acción decisiva. Louise, sin embargo, sabía que las palabras no serían suficientes para salvar el imperio. Necesitaba una estrategia arriesgada y efectiva para enfrentar a Magnus de una vez por todas.

El plan que tenía en mente era tan peligroso como audaz. Sabía que Dorian jamás aprobaría algo que pusiera su vida en riesgo, pero Louise estaba decidido a usar su posición como humano para atraer a Magnus y exponer su traición. Si Magnus lo consideraba una amenaza, lo atacaría sin dudarlo, y eso sería todo lo que necesitaría para demostrarle a Dorian la gravedad de la situación y la magnitud de la traición.

Esa musma noche, Louise tomó una importante decisión. Actuaría sin que Dorian lo supiera, convencido de que su sacrificio sería el catalizador que Dorian necesitaba para tomar las riendas de su imperio y protegerlo del peligro inminente.

Louise pasó las horas siguientes preparando su plan silenciosamente. Asegurándose de que nadie lo viera, consiguió acceso a algunos de los pasillos secretos del palacio que solo los estrategas de confianza de Dorian conocían. Ahí, escondió una serie de mensajes que pretendía que Magnus descubriera; mensajes falsos, sugerentes, diseñados para hacerle creer que Louise planeaba tomar el control de una de las fortalezas menores del imperio como una maniobra estratégica.

Sabía que Magnus lo descubriría tarde o temprano, y esperaba que, al ver esta supuesta “jugada” por parte de Louise, Magnus decidiera hacer un movimiento en su contra, tratando de eliminar al único ser humano que ahora sabía demasiado sobre sus planes. La idea era peligrosa, pero Louise confiaba en que este sería el primer paso para traer la traición de Magnus a la luz.

A la mañana siguiente, Dorian notó algo extraño en Louise. A pesar de que sus expresiones eran siempre calmadas y centradas, había algo en su mirada que delataba que algo estaba ocurriendo. Sin embargo, decidió no mencionarlo directamente. Sabía que la presión sobre Louise era intensa y no quería hacerlo sentir aún más presionado.

Esa tarde, Louise fue llamado a la oficina de Dorian para revisar juntos los mapas de sus territorios y trazar las estrategias futuras. Dorian, buscando cualquier indicio de los rumores que circulaban en el palacio, comenzó a interrogar a Louise, esta vez sin tanto disimulo.

—Louise, parece que últimamente has estado ocupándote de más tareas de las que te he asignado —dijo Dorian, mirándolo con una mezcla de curiosidad y desconfianza—. ¿Estás seguro de que es prudente que te involucres tan directamente en estos asuntos?

Louise levantó la vista, esforzándose por no mostrar ni una pizca de sus verdaderas intenciones. Había practicado este momento en su mente mil veces, preparándose para cualquier interrogatorio por parte de Dorian.

—Solo intento hacer lo que puedo para proteger el imperio —respondió en un tono sereno—. Me ofrecí a ayudarte en este momento crítico, y no pienso dar marcha atrás, Dorian. Si mi presencia en estos asuntos te incomoda, puedo dejarlo todo ahora.

Dorian lo miró, evaluando cada palabra con cuidado. Por un momento, sus ojos se suavizaron, y Louise pudo ver un atisbo de duda en su rostro.

—No es que desconfíe de ti, Louise —respondió el rey, finalmente—. Pero sé que Magnus está buscando cualquier oportunidad para debilitarme, y temo que tú puedas convertirte en un blanco de su furia.

Louise sintió una punzada en su interior. Sabía que Dorian estaba siendo sincero, pero también sabía que no podía detenerse ahora. Con una calma calculada, decidió jugar la última carta que le quedaba.

—Entonces, déjame enfrentarme a él —dijo, en un tono tan decidido que incluso él mismo se sorprendió.

Dorian lo miró en silencio, y Louise pudo ver la lucha interna que se libraba en su mirada. Sabía que el rey no quería exponerlo a más peligro, pero también entendía que el imperio estaba en una encrucijada, y que cualquier titubeo podía costarles caro.

La noche siguiente, Louise puso en marcha su plan. Aprovechando que Dorian tenía una reunión urgente con sus generales, Louise se escabulló hasta los pasillos secretos del palacio, dejando más mensajes falsos y pistas que apuntaban a su “supuesto” plan de tomar la fortaleza.

Todo iba según lo planeado hasta que escuchó unos pasos detrás de él. Su corazón comenzó a latir con fuerza mientras se daba la vuelta, esperando ver a uno de los guardias de Dorian. Pero, para su sorpresa, quien estaba detrás de él era Magnus.

Magnus lo miró con una sonrisa maliciosa, y Louise supo inmediatamente que había caído en su trampa. Con voz baja y calculadora, Magnus le habló, como si estuviera reprimiendo una risa.

—Así que el pequeño humano intenta jugar a ser estratega, ¿eh? —dijo, acercándose lentamente—. Debo decir que admiro tu osadía, Louise, pero lamento informarte que los juegos de poder no son para débiles como tú.

Louise intentó mantener la calma, pero sabía que estaba en peligro. Había subestimado a Magnus, y ahora no tenía forma de escapar.

—Y dime, ¿qué planeabas hacer con esta información? ¿Robar territorio? ¿Derribar al rey? —continuó Magnus, sus ojos brillando con crueldad—. Dorian siempre ha sido un líder débil, pero permitir que tú, un simple humano, intentes manipular el poder... Eso es inaceptable.

Antes de que Louise pudiera responder, Magnus lo agarró por el cuello, apretando con fuerza. Louise sintió cómo el aire comenzaba a escapársele, y aunque intentó luchar, sus fuerzas eran insignificantes frente al poder de Magnus.

—Lástima que Dorian no esté aquí para ver cómo su pequeño “estratega” fracasa —susurró Magnus, mientras aflojaba un poco el agarre, solo para prolongar su sufrimiento.

En ese momento, escucharon un sonido de pasos que se acercaban. Louise intentó pedir ayuda, pero su voz apenas era un susurro. Magnus, sin embargo, pareció intuir el peligro y lo soltó de repente, desapareciendo en las sombras antes de que alguien pudiera verlo.

Louise cayó al suelo, tosiendo y tratando de recuperar el aliento, cuando vio a Dorian acercarse a toda prisa. El rey lo miró con preocupación y lo ayudó a levantarse, sosteniéndolo con cuidado.

—¿Qué ocurrió aquí? —preguntó Dorian, su voz llena de una mezcla de rabia y angustia.

Louise, sin embargo, no respondió. Sabía que si le contaba la verdad, Dorian perdería el control y posiblemente cometería un error que Magnus aprovecharía. En lugar de eso, miró a Dorian y sonrió débilmente.

—Solo un pequeño... contratiempo —respondió, intentando sonar tranquilo.

Dorian lo observó en silencio, pero su mirada reflejaba una furia contenida. Sabía que algo estaba mal, y aunque no entendía exactamente lo que había ocurrido, estaba decidido a descubrir la verdad.

Mientras Louise descansaba esa noche bajo la vigilancia de los guardias de Dorian, el rey decidió que era momento de enfrentarse a Magnus y mientras observaba el palacio en silencio, supo que la trampa había funcionado, pero que las consecuencias serían mucho más profundas de lo que había anticipado.