En el pequeño pueblo de Santa Lucía, Ximena Salazar, una dedicada, joven y apasionada aspirante a alcaldesa, se convierte en el blanco de la obsesión de Santiago Vargas, un oscuro mafioso con conexiones profundas en la comunidad que no se detendrá hasta tenerla entre sus brazos.
¿Podría el amor nacer de la obsesión?
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Llegada
En la mañana, con la cálida luz entrando por la ventana, al abrir los ojos, me di cuenta, de que mi cabeza descansaba sobre el torso desnudo de Santiago. Intenté moverme con cuidado, percibiendo como él me abrazaba con firmeza, manteniéndome cerca de su propio calor.
Con sigilo, me removí lentamente, logrando que Santiago aflojara su agarre y permitiera que me separara de él. Antes de levantarme de la cama, me detuve un momento y le eche un vistazo mientras seguía dormido. Las facciones de Santiago, generalmente tensas, se mostraban más relajadas en el sueño. El entrecejo fruncido que solía llevar durante el día desapareció, su cabello revuelto añadía un toque de desenfado, y sus labios lucían un tono rosado brillante.
¿Qué pudo llevar a este hombre a convertirse en un autentico hijo de...?
Respiré hondo y decidí calmarme.
Con la mirada atenta, exploré cada detalle de su rostro, pero mi atención se detuvo en el torso desnudo que había sido mi almohada momentos antes. La piel de Santiago parecía resplandecer a la luz matutina, revelando una tonificación que no me pasó desapercibida.
En un instante, Santiago se removió ligeramente en sueños, y ante el temor de que se despertara y me viera vigilarlo mientras dormía, me apresuré a dirigirme al baño. Cerré la puerta con suavidad, sintiendo la necesidad de tomar distancia antes de que él despertara y la intimidad compartida en la noche se convirtiera en una situación incómoda a la luz del día.
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Sentí un alivio al constatar que Santiago no se encontraba en la habitación cuando terminé de ducharme, así que pude vestirme con tranquilidad y luego bajar al jardín para inspeccionar los preparativos de la boda.
Al llegar, observé que todo marchaba relativamente rápido. Las mesas estaban en su lugar, el altar casi terminado, las luces completamente instaladas y los centros de mesa comenzaban a llegar, junto con una gran alfombra blanca, a solicitud de Santiago.
Todo indicaba que mi mañana seria lo bastante tranquila, hasta que una familiar voz provocó que toda mi sangre se congelara.
—¡Ximena!— Me di la vuelta solo para confirmar lo que ya sabía.
—¿Qué hacen aquí?— Llena de temor me acerqué a ellos.
Preocupada entrelace mis brazos con los de mis padres tratando de llevármelos.
—Tu prometido nos invito para darte una sorpresa antes de la boda.
—Deben irse ¡Ahora!— El peligro que corren estando en este lugar es enorme. Tengo que hacer que se vayan ya mismo.
—Pero hija, si acabamos de llegar.
—Papá, escucha...— Antes de que pudiera inventar una explicación, Santiago apareció ante nosotros.
—Bienvenidos a mi humilde hogar, suegros— Dijo sonriendo. —¿Puedo llamarlos así no?
—Mi hija te ha elegido para ser su esposo, así que ya eres parte de la familia— Mamá se le acercó y le dio un alegre abrazo.
Me encontraba completamente paralizada. No sabia ni que hacer ni que decir. Santiago había traído a mis padres aquí. A su casa, a su fortaleza y de pronto me quedó claro, de que todos los esfuerzos que eh hecho por convencerlo de que me tiene bajo su control, no han funcionado.
No es tonto y puedo verlo en sus ojos. Esta es una demostración.
Él ha traído a mis padres para asegurarse de que no haya ningún incidente en la boda por mi parte. Sabe perfectamente que ahora no seré capaz de intentar nada en contra de él, así que me tiene donde quiere.
La realidad de que mi vida y la de mis padres están completamente bajo el control de Santiago se me reveló de manera contundente.