Un relato donde el tiempo se convierte en el puente entre dos almas, Horacio y Damián, jóvenes de épocas dispares, que encuentran su conexión a través de un reloj antiguo, adornado con una inscripción en un idioma desconocido. Horacio, un dedicado aprendiz de relojero, vive en el año 1984, mientras que Damián, un estudiante universitario, habita en el 2024. Sus sueños se transforman en el medio de comunicación, y el reloj, en el portal que los une. Juntos, buscarán la forma de desafiar las barreras temporales para consumar su amor eterno.
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CAPÍTULO 13: EL ENCUENTRO EN LA TIENDA
— ¡HORACIOOOOOO…!!
Damián despertó de golpe, su grito resonó en la cabaña como un eco desesperado. Su corazón latía a mil por hora. Sus ojos recorrieron la habitación, tratando de reconocer el entorno que lo rodeaba. Las paredes de madera, la luz tenue que se filtraba por las cortinas, y el aroma a pino fresco le recordaron que estaba en una cabaña.
Gustavo, aún medio dormido, se incorporó lentamente, parpadeando para despejar la niebla del sueño. Se encontraba en la misma cama que Damián, ambos en ropa interior, una situación que no era del todo inusual para ellos, pero que en ese momento parecía cargada de una tensión inexplicable.
—¿Damián? —preguntó Gustavo, con su voz ronca por el sueño interrumpido—. ¿Qué pasa? ¿Quién es Horacio?
Damián se llevó una mano a la frente, tratando de calmarse. Su respiración era agitada, y un sudor frío le recorría la espalda. Miró a Gustavo, con sus ojos llenos de confusión y miedo pero decidió ignorar su pregunta.
Gustavo frunció el ceño, preocupado. No era la primera vez que Damián mencionaba ese nombre en sueños, pero esta vez parecía muy angustiado.
— Damián, esto no es la primera vez que hablas de ese Horacio mientras duermes, dijo Gustavo, tratando de sonar calmado.
Gustavo, aún preocupado, no pudo evitar volver a preguntar:
—Damián, ¿quién es Horacio? ¿Por qué siempre mencionas su nombre?
Damián, visiblemente molesto, se giró bruscamente hacia él.
—¡Por favor, Gustavo! —exclamó con enojo, — No me preguntes más nada al respecto. No quiero hablar de ello.
—Por cierto, ¿Qué haces aquí en mi cama así medio desnudo? —preguntó Damián, con su voz afectada por el alcohol de la noche anterior, —¿Qué pasó anoche?
Gustavo arqueó una ceja y se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas.
—¿No recuerdas nada? —respondió, su tono era una mezcla de incredulidad y paciencia.
Damián se frotó las sienes, tratando de ordenar sus pensamientos. Fragmentos de la noche anterior comenzaron a surgir en su mente, pero todo era borroso y confuso.
—No…, admitió finalmente, sintiendo una punzada de vergüenza, — Estaba muy borracho.
Gustavo soltó una risa amarga y negó con la cabeza.
—Eso es un eufemismo, dijo. —Anoche estuvimos juntos, Damián. Pasó algo entre nosotros y tú no lo recuerdas.
Damián se quedó en silencio, tratando de procesar lo que Gustavo acababa de decir. La vergüenza y la confusión se mezclaban en su mente.
—¿Qué…?, empezó a decir, pero Gustavo lo interrumpió.
—No importa, dijo Gustavo, levantándose de la silla con lágrimas en los ojos. — No pasó nada, olvídalo.
Damián intentó levantarse, pero el mundo giraba a su alrededor. Gustavo se dirigió al baño, cerrando la puerta detrás de él. Una vez dentro, se dejó caer contra la puerta y las lágrimas comenzaron a fluir libremente. El dolor de no ser recordado por su Damián y que su momento juntos no significara nada para él, era más de lo que podía soportar. Lloró en silencio, esperando que el agua de la ducha ahogara sus sollozos.
Damián tomó su bolso, lo abrió y de su interior sacó el reloj antiguo. Lo sostuvo en sus manos, observando cada detalle del objeto que había comprado en la tienda de antigüedades. Suspiró profundamente, sintiendo una mezcla de nostalgia y confusión.
—¿Por qué no he vuelto a ver a Horacio en mis sueños? —se preguntó en voz baja.
Desde hacía días, en lugar de las reconfortantes apariciones de Horacio, solo encontraba una niebla densa que lo envolvía, impidiéndole ver más allá. Esa niebla parecía crecer cada noche, llenando sus sueños de incertidumbre y desasosiego.
—¿Qué significa todo esto? —murmuró, sintiendo una punzada de frustración.
Guardó el reloj de nuevo en su bolso y se levantó, decidido a encontrar una manera de disipar esa niebla.
...🕰️🕰️🕰️...
Gustavo se encontraba solo, sumido en una tristeza profunda, a la orilla del lago. La brisa acariciaba suavemente su rostro, pero no lograba disipar la melancolía que lo envolvía como un manto pesado. Desde la cabaña, Damián lo observaba con el corazón apesadumbrado, y decidió acercarse, impulsado por un sentimiento de culpa y arrepentimiento. Se sentó a su lado, sintiendo la tensión palpable en el aire, y tras unos momentos de silencio, habló con voz suave, casi temerosa:
—Gustavo, ¿podemos hablar?
Gustavo, al principio, se mostró esquivo, evitando la mirada de Damián y manteniendo un silencio obstinado. Pero las palabras de su amigo, cargadas de sinceridad y arrepentimiento, comenzaron a abrirse paso en su corazón herido.
—Lo siento mucho por lo que pasó anoche, continuó Damián, con la voz quebrada. — No debí haberte puesto en esa situación.
Gustavo suspiró, dejando escapar un poco de la tensión acumulada, y finalmente respondió con un tono más suave:
—No fue solo tu culpa, Damián. Ambos estábamos allí. Pero… no sé cómo manejar esto.
Damián asintió, comprendiendo el peso de las palabras de Gustavo, y añadió con determinación:
—Lo sé, y quiero que sepas que estoy aquí para ti, pase lo que pase. No quiero perder tu amistad por esto.
Gustavo lo miró por primera vez, sus ojos reflejaban una mezcla de dolor y esperanza.
—Damián, hay algo que necesito decirte —comenzó Gustavo, con la voz temblorosa. — Lo que pasó anoche… significó mucho para mí. No solo fue un momento de debilidad o confusión. Fue algo que he estado sintiendo desde hace tiempo. Estar contigo, sentir tu cercanía, me hizo darme cuenta de lo que realmente siento por ti.
Damián tomó la mano de Gustavo, apretándola con suavidad.
—Gustavo, entiendo lo que sientes, y créeme que no quería que las cosas ocurrieran así, en medio de una borrachera. Estoy confundido y no puedo corresponderte, al menos en este momento. Hay alguien más en mi mente, algo que necesito resolver primero.
Gustavo sintió un nudo en la garganta y, con voz temblorosa, preguntó:
—¿Es Horacio quien ocupa tu corazón ahora?
Damián asintió lentamente, sus ojos reflejaban la complejidad de sus sentimientos.
—Sí, Gustavo. Es algo muy complejo pero Horacio ha estado en mi mente y necesito aclarar mis sentimientos hacia él antes de poder darte una respuesta sincera.
Ambos se quedaron en silencio, contemplando el lago, dejando que la serenidad del lugar comenzara a sanar las heridas de la noche anterior.
...🕰️🕰️🕰️...
El fin de semana había terminado. Damián, Gustavo y Marcos emprendieron el regreso a Buena Ventura. El ambiente en el auto no era el mismo de la ida; la euforia y la alegría habían dado paso a un silencio pesado y cargado de melancolía. Gustavo, con la mirada fija en la carretera, había puesto una lista de reproducción llena de canciones de despecho, que resonaban en el interior del vehículo como un eco de sus propios sentimientos.
—¿Por qué siempre pones esas canciones cuando estamos de vuelta?, preguntó Damián, rompiendo el silencio con un tono de voz apagado.
Gustavo suspiró, sin apartar la vista del camino.
—No sé, me hacen sentir menos solo, respondió, casi en un susurro.
Marcos, desde el asiento trasero, se removió incómodo. El cansancio se reflejaba en sus ojos, y su voz sonó más grave de lo habitual.
—A veces creo que nos gusta complicarnos la vida, dijo, mirando por la ventana el paisaje que pasaba rápidamente.
Damián asintió. El viaje continuó en silencio, interrumpido solo por las letras tristes de las canciones y el ruido constante del motor. Cada uno de ellos, perdido en sus pensamientos, se dejó llevar por la monotonía del trayecto, deseando que el regreso a la rutina trajera consigo algo de paz.
Mientras conducía, Damián no podía dejar de pensar en la inquietante ausencia de Horacio en sus sueños. De repente, una densa niebla apareció ante sus ojos sin previo aviso, como si lo desconectara del mundo real. Solo fueron fracciones de segundo, pero suficientes para que Gustavo gritara:
—¡Damián, despierta!
El grito de Gustavo lo sacó de su ensimismamiento. Damián recuperó el control del auto rápidamente y logró detenerse a un lado de la carretera. El silencio que siguió fue abrumador, roto únicamente por el sonido de sus respiraciones agitadas.
—¿Estás bien? —preguntó Marcos desde el asiento trasero, con la voz cargada de preocupación.
Damián asintió, aún tratando de calmarse.
—Sí, solo… solo me distraje un momento —respondió, sin atreverse a mirar a sus amigos.
Gustavo, con el corazón todavía latiendo con fuerza, apagó la música, miró a Damián con seriedad y le preguntó:
—¿Estás cansado?
Damián negó con la cabeza.
—No, estoy bien —respondió.
Sin embargo, Marcos, desde el asiento trasero, intervino con firmeza:
—Es mejor que yo maneje. Necesitas descansar, Damián. No podemos arriesgarnos otra vez.
Damián dudó por un momento, pero finalmente asintió, reconociendo que Marcos tenía razón. Se cambiaron de asiento y, se acomodó en el puesto de atrás. Mientras tanto, Marcos tomó el volante y continuó el viaje hacia Buena Ventura, decidido a llevar a sus amigos a salvo a casa.
...🕰️🕰️🕰️...
Al arribar a Buena Ventura, Damián, Marcos y Gustavo fueron cálidamente recibidos por los padres de Damián. Marcos, con un saludo breve, se despidió y se dirigió a la casa de sus parientes. Más tarde, en la intimidad de la habitación de Damián, Gustavo y él sostuvieron una conversación crucial.
—Damián, lo que sucedió en la cabaña durante nuestro viaje me ha hecho reflexionar, dijo Gustavo con voz seria. —Necesito poner algo de distancia entre nosotros.
Damián lo miró con sorpresa y preocupación.
—¿Qué quieres decir, Gustavo?
—Voy a recoger mis cosas y regresaré a Aurelia en avión —respondió Gustavo, evitando el contacto visual. —Necesito tiempo para pensar.
Damián asintió lentamente, comprendiendo la gravedad de la situación.
—Entiendo, Gustavo. Espero que encuentres la paz que buscas.
Con un último intercambio de miradas, Gustavo comenzó a empacar sus pertenencias, dejando a Damián sumido en una mezcla de tristeza y resignación.
Después del almuerzo, en un último gesto de amabilidad, Damián condujo a Gustavo hasta el aeropuerto. Allí, bajo el cielo grisáceo, se despidieron con un abrazo cargado de emociones y palabras no dichas. Gustavo se alejó, y Damián, con el corazón pesado, regresó a la casa de sus padres.
...🕰️🕰️🕰️...
La tarde transcurrió en una calma engañosa, compartiendo momentos con sus hermanos. Emilia, absorta en un videojuego, relataba con entusiasmo cómo le había ido en el colegio esa mañana.
—¡Damián, mira!, exclamó Emilia, sin apartar la vista de la pantalla. — Hoy gané el torneo de matemáticas en la escuela.
Damián sonrió, tratando de dejar a un lado sus pensamientos sombríos.
—Eso es increíble, Emilia. Sabía que lo lograrías.
—Gracias, Damián. ¿Y tú? ¿Cómo te fue en tu viaje?, preguntó Emilia, con la curiosidad brillando en sus ojos.
Damián suspiró, buscando las palabras adecuadas.
—Fue… interesante. Me divertí mucho, pero también fue un poco complicado.
Sin darse cuenta, Damián se sumergió en la densa niebla de sus pensamientos y en la bruma que lo envolvía en sus sueños. Damián parpadeó varias veces mientras la niebla se disipaba a su alrededor, revelando un entorno inesperado. Se encontraba en una tienda de libros de segunda mano, con estanterías abarrotadas de volúmenes polvorientos que parecían susurrar historias olvidadas. Un impulso inexplicable lo llevó a un estante en particular, donde un libro sobre relojería antigua destacaba entre los demás. Estiró el brazo para tomarlo, pero justo en ese momento, una mano firme se lo arrebató.
— ¡Precisamente es el libro que estoy buscando, gracias, Damián!, exclamó el hombre con una voz llena de familiaridad.
Damián se giró rápidamente, su corazón latía con fuerza. Frente a él estaba Horacio nuevamente.
— ¡Eres tú…!! exclamó Damián, sorprendido.
Horacio sonrió…
— Sí, soy yo, Damián. Siempre he sido yo.
Damián sintió una mezcla de alegría y alivio. Horacio había dejado de aparecer en sus sueños durante mucho tiempo, y ahora regresaba.
— No puedo creer que estés aquí. Pensé que nunca volvería a verte.
Horacio asintió, su expresión se suavizó.
— Creo que el reloj ha estado esperando el momento adecuado. Este libro es la clave para entender nuestra conexión y el misterio del reloj antiguo.
Damián, con el corazón palpitante y las manos temblorosas, sostuvo el antiguo libro como si fuera la llave a su destino. Sus ojos, llenos de anhelo y desesperación, se clavaron en Horacio mientras su voz se quebraba en un susurro:
—Horacio, ¿acaso en este libro se menciona algún medio que nos permita estar juntos por siempre? No soporto seguir separándome de ti y limitarme a encontrarte solo en sueños.
Horacio, con un suspiro profundo, lo miró con una mezcla de tristeza y resolución. Sus palabras, aunque suaves, llevaban la firmeza de una verdad ineludible:
—Damián, la situación no es tan sencilla. Este libro guarda muchos secretos, pero también esconde numerosos obstáculos que debemos superar para lograrlo.
Damián levantó la vista, sus ojos brillaron con una mezcla de desafío y esperanza.
—Entonces, ¿qué debemos hacer, Horacio?, estoy dispuesto a enfrentar cualquier obstáculo, por difícil que sea, si eso significa que podremos estar juntos.
Horacio, con una expresión grave y solemne, tomó las manos de Damián entre las suyas, sus ojos reflejaban la seriedad de sus palabras.
—Damián, sucederán cosas, cosas no tan buenas que alterarán nuestras realidades y el hecho de vivir en épocas distintas complica aún más nuestra situación. Además, el destino en cada realidad ya está trazado, y eso es lo más difícil de romper.
Un escalofrío recorrió la espalda de Damián, pero su mirada no vaciló. Sabía que las palabras de Horacio eran ciertas, pero también sabía que su amor era más fuerte que cualquier destino.
—No me importa lo que el destino tenga preparado para nosotros —dijo Damián con una firmeza que resonó en el aire. — Lucharemos contra cualquier adversidad, romperemos cualquier barrera. Nuestro amor es más fuerte que el tiempo y el espacio.
Horacio, con una expresión de profunda tristeza, apretó las manos de Damián con sus ojos reflejando un abismo de desesperación.
—Damián, no creo que pueda —confesó Horacio, su voz apenas en un susurro —Mi realidad se ha vuelto inaguantable e insostenible. Ya casi no me quedan fuerzas. Me siento atrapado en un laberinto del cual no puedo salir.
Damián sintió cómo el dolor de Horacio resonaba en su propio corazón. Con una mezcla de ternura y determinación, levantó el rostro de Horacio con suavidad, obligándolo a mirarlo a los ojos.
— Horacio, no estás solo en este laberinto. Juntos encontraremos la salida. No importa cuán oscuro y confuso sea el camino, siempre habrá una luz que nos guíe. Esa luz es nuestro amor.
—Damián, no es tan fácil para mí —dijo Horacio, con su voz teñida de melancolía.— En la época en la que resido, la vida para alguien como yo es extremadamente complicada. Solo me he aferrado a mis sueños porque en ellos apareces tú, y me devuelves la calma. Pero es una calma momentánea, un respiro efímero en medio de una tormenta interminable.
Damián sintió un nudo en la garganta al escuchar las palabras de Horacio, pero con una mirada de acero y una voz llena de convicción, añadió:
— Y si tú no encuentras fuerzas, yo doblaré mis esfuerzos para salvarnos a ambos.
Horacio, con lágrimas en los ojos, asintió lentamente. Aunque la desesperación seguía presente, la determinación de Damián le daba una chispa de esperanza.
— Prométeme que no te rendirás, dijo Damián con firmeza. — Prométeme que lucharemos juntos, sin importar cuán difícil sea.
—Lo prometo —respondió Horacio, con su voz quebrada pero llena de una renovada resolución. — Pero si no logro cumplir mi promesa espero puedas perdonarme.
De repente, una fuerza invisible surgió de la nada, arrastrando a Damián de vuelta a su realidad. Sintió cómo su cuerpo era halado con una intensidad abrumadora, y antes de poder reaccionar, abrió los ojos lentamente. La luz del día lo cegó momentáneamente, y el sonido de una voz familiar lo trajo de vuelta por completo.
—¡Damián!, gritó Emilia, su hermana, con desesperación en la voz. — ¡Despierta, por favor!
Damián parpadeó varias veces, tratando de enfocar la vista. La figura de Emilia se fue aclarando poco a poco, y pudo ver la preocupación en sus ojos.
—¿Emilia?, murmuró, todavía aturdido. — ¿Qué está pasando?
Emilia lo abrazó con fuerza, aliviada de verlo consciente.
—Estabas soñando, Damián. No podía despertarte y me asusté mucho.
Damián, aún sintiendo el eco de su encuentro con Horacio, suspiró profundamente y acarició el cabello de su hermana.
—Estoy bien, Emilia. Solo fue un sueño… dijo, aunque en su corazón sabía que era mucho más que eso.
Emilia lo miró con ojos llenos de lágrimas, pero asintió, confiando en las palabras de su hermano.
—Prométeme que estarás bien —pidió ella, con su voz temblando.
—Lo prometo —respondió Damián, aunque sabía que cumplir esa promesa sería más difícil de lo que Emilia podía imaginar.
Que emoción