Emiliano y Augusto Jr. Casasola han sido forjados bajo el peso de un apellido poderoso, guiados por la disciplina, la lealtad y la ambición. Dueños de un imperio empresarial, se mueven con seguridad en el mundo de los negocios, pero en su vida personal todo es superficial: fiestas, romances fugaces y corazones blindados. Tras la muerte de su abuelo, los hermanos toman las riendas del legado familiar, sin imaginar que una advertencia de su padre lo cambiará todo: ha llegado el momento de encontrar algo real. La llegada de dos mujeres inesperadas pondrá a prueba sus creencias, sus emociones y la fuerza de su vínculo fraternal. En un mundo donde el poder lo es todo, descubrirán que el verdadero desafío no está en los negocios, sino en abrir el corazón. Los hermanos Casasola es una historia de amor, familia y redención, donde aprenderán que el corazón no se negocia... se ama.
NovelToon tiene autorización de Maria L C para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
La dama de fuego
Mauricio la abrazó fuerte, queriendo protegerla del dolor que veía en sus ojos.
—No estás sola, hija —le dijo firme, besándole la frente—. Vamos a llegar al fondo de esto. Te juro por mi nieto que lo encontraremos.
Katherine asintió, secándose las lágrimas con la manga del suéter. Sacó el celular y le enseñó los mensajes uno por uno: textos raros, fotos borrosas de niños, coordenadas, fechas sin lógica. Un montón de pistas falsas, pero con algo de esperanza.
—No sabes lo que sentí al ver a esos niños —susurró casi sin voz—. Algunos me miraban como si me conocieran. Uno hasta me tomó la mano y me dijo mamá... sé que no era él, pero sentí algo raro.
Mauricio escuchó callado, frunciendo el ceño y apretando los puños. No iba a dejar que nadie le hiciera daño a su hija.
—Vamos a esa clínica. Contrataré al mejor detective del país. Revisaremos todo: registros, doctores, enfermeras, hasta el último detalle. ¡Se acabó, Katherine! No permitiré que nadie te engañe. Esta vez no.
Ella bajó la mirada, tocada por la actitud de su padre. Le temblaron los labios y se dejó abrazar.
—Perdóname, hija… por no haberlo hecho antes. Por no creerte cuando más lo necesitabas.
—Papá… —murmuró con la voz temblorosa.
El silencio llenó el auto. El chofer, respetando la conversación, habló suavemente.
—Señor Mauricio, señorita Katherine… llegamos.
Levantaron la vista. La mansión se veía imponente, como si estuviera esperando ese momento.
Mauricio respiró hondo y miró a su hija.
—Esto no termina aquí. Mañana empezamos.
Katherine asintió. Por primera vez en mucho tiempo, sintió que no estaba sola en esto.
Esa noche, antes de dormir, mirando una foto del supuesto niño, prometió desde el fondo de su corazón:
—Te encontraré… aunque tenga que mover cielo y tierra. Mamá te encontrará.
Al día siguiente, en la oficina, Katherine pasaba las carpetas sin prestar atención. Las fotos, los textos, los colores… todo se veía lejano, como si no fuera real. Ana, sentada enfrente, la observaba. Sabía leer a su amiga como un libro, y esa mirada perdida y el temblor en sus dedos le decían que estaba pensando en su hijo, ese niño que tal vez seguía vivo.
—Katherine… —dijo suavemente, tomándole la mano—. Sé que lo de tu hijo te tiene mal, y me duele mucho verte así otra vez. Pero te juro que, si está vivo, lo encontrarás. Y estaré contigo en todo, ¿sí?
Katherine sonrió un poco, intentando mostrarse fuerte, pero sin convencer del todo.
—Gracias, Ana… No sé qué haría sin ti.
Ana se encogió de hombros, sonriendo más abiertamente.
—Y como sé que quieres distraerte un poco… —dijo levantando una ceja con picardía—, cuéntame de esa noche. Ya sabes, esa. Cuando saliste con ese tipo misterioso y regresaste con una sonrisa que te duró todo el día.
Katherine se rió suavemente, recordando el momento.
—Fue… —hizo una pausa—. Fue la mejor noche en años. Me sentí libre, deseada, viva. Como si por unas horas el mundo parara y el dolor… desapareciera.
Ana apoyó la barbilla en la mano, esperando el resto de la historia.
—¿Y quién era ese hombre? ¿Un actor? ¿Un millonario? ¿Un espía? ¿Un príncipe?
Katherine negó con una sonrisa.
—No tengo idea. Ni siquiera sé su nombre. Solo sé cómo me miraba… como si viera todo lo que hay en mí. No nos vimos la cara, ¿sabes? Pero esa noche... aunque fue solo una noche, logró tocar partes de mí que creía perdidas.
Ana entrecerró los ojos.
—¿Y no intentaste buscarlo? Digo, para repetir la experiencia o algo más… ¿serio?
—Claro que lo pensé —admitió Katherine—. Pero no sé por dónde empezar. No sé su nombre, no tengo su número, no sé si es de aquí. Fue como… un sueño. Demasiado bueno para ser verdad. Y ahora con lo del niño, siento que aunque lo encontrara, no sabría qué hacer.
Ana frunció los labios, pensando.
—¿Y si el destino los vuelve a juntar?
Katherine sonrió, pero sus ojos se pusieron tristes por un momento.
—Entonces… espero estar lista.
Ana le apretó la mano fuerte.
—Lo estarás. Porque tú, amiga, eres de esas mujeres que resurgen de las cenizas. Y si ese hombre tiene un poco de cerebro… seguro también te está buscando.
Katherine se rió más sinceramente esta vez. Miró por la ventana, hacia el cielo gris que se veía tan incierto como su corazón.
—Ojalá, Ana… Ojalá.
Pero ella no sabía que ese hombre no solo no la había olvidado, sino que la estaba buscando. Y estaba más cerca de lo que se imaginaba.
Mientras tanto, en otra parte de la ciudad, Emiliano estaba frente al ventanal de su oficina, girando una copa de cristal. El licor reflejaba las luces tenues, pero él no veía eso. Miraba hacia el horizonte, buscando algo en la ciudad.
La dama de fuego.
Así la llamaba desde esa noche.
Una mujer que no pedía permiso para entrar, que no necesitaba nombre para quedarse en su memoria. Su risa, sus labios, la forma en que se movía, la manera en que lo desafió, como si conociera sus secretos y no le tuviera miedo.
Y lo peor... o lo mejor, es que no había dejado de pensar en ella.
Tomó un trago lento de la copa. Pensaba en los negocios, en las presiones del consejo y en la última conversación con Mariana.
—Ya es hora de que nos presentes a tu novia, Emiliano —le había dicho con una sonrisa—. O creeré que estás perdiendo facultades… o el corazón.
Él solo sonrió sarcásticamente, como siempre lo hacía. Pero la voz de su hermana le había tocado un punto débil.
Porque tal vez, por primera vez, su corazón quería algo más. Y todo por una mujer a la que ni siquiera conocía.
Emiliano fue a su escritorio, dejó la copa y se sentó. Abrió su laptop y buscó con algunas palabras clave, intentando encontrarla. Un evento, una lista de invitados, alguna cámara de seguridad, un nombre entre documentos.
Nada.
Cerró la laptop de golpe, frustrado.
—¿Quién rayos eres…? —murmuró, apoyando la frente en sus manos.
En ese momento, vibró su celular. Lo tomó sin ganas, pero al ver quién lo enviaba levantó una ceja.
Era un mensaje de Mariana:
“Ya le dije a mamá y a la abuela que este fin de semana presentas a tu novia. Así que… o la inventas, o te la consigo yo.”
Emiliano se rió entre incrédulo y resignado. Mariana siempre se metía en su vida cuando menos lo esperaba… y más le hacía falta.
Volvió a mirar por la ventana. Si el destino tenía algo planeado… era mejor que se apurara. Porque si la volvía a ver, no pensaba dejarla ir.
Lo que no sabía era que el destino ya estaba preparando el encuentro. Y tanto él como Katherine… estaban por encontrarse mucho antes de lo que imaginaban.
,muchas gracias